Analfabetos sexuales

Por: Walter Ghedin

El encuentro erótico es una forma dinámica de comunicación corporal y emocional con nuestro propio cuerpo y con el cuerpo del otro. Y cada nuevo encuentro tiene la oportunidad de reproducir lo conocido como así también introducir variantes para convertirlo en más excitante. Desde los primeros escarceos amorosos vamos desplegando un “alfabeto” hecho de gestos, palabras, sentimientos, caricias, fantasías, movimientos, que tienen como fin acercarnos a la experiencia de contacto más intima y placentera. El aprendizaje del alfabeto erótico se basa en la incorporación de modelos culturales generalmente basados en pautas heterosexuales clásicas (“el hombre debe tomar la iniciativa” “mujer pasiva, hombre activo”, “darle prioridad a la penetración”, etc.) para después transgredirlas y construir su propio estilo de comunicación sexual.  No obstante, quedarse fijado en el modelo tradicional no es ninguna rareza: hay hombres que no mueven “una letra” de su rígido alfabeto y mujeres que no reclaman por novedades, es más, piden que nada cambie. En el extremo opuesto están los buscadores de placer, hombres y mujeres ansiosos de estímulos originales, un abecedario abundante, con infinitas combinaciones de prácticas. Y en el medio de ambas polaridades están los que responden a las pautas clásicas, pero se animan a probar nuevas sugerencias, a veces con reticencia, pudor o poniendo en duda la efectividad del diferente despliegue de habilidades.

Los que nunca aprendieron  

Existen personalidades que tienen dificultades para “aprender” las artes de la conquista y del sexo. La poca motivación sexual los vuelve torpes y con escasas maneras para comunicarse. Su alfabeto erótico se basa en unas pocas letras que aprendieron del grupo de amigos, de ver videos “porno” o de alguna indicación brindada los padres. Pero el problema no está en los estímulos del medio, que pueden ser variados o hasta ricos en sugerencias, si no en la pobre motivación que tienen para instruirse en las lides sexuales. Los sujetos con rasgos de caracteres solitarios, indiferentes, obsesivos, son los que más dificultades tienen para dar curso a sus deseos. Viven si preguntarse demasiado por sus anhelos, parecen “anestesiados” al placer y la búsqueda de incentivos de toda índole, no sólo sexuales.

Los que olvidaron lo aprendido 

La baja del deseo sexual, cualquiera sea la causa (aunque una de la más frecuente es el estrés), no sólo distancia los cuerpos del contacto erótico, además hace perder gradualmente las destrezas conseguidas hasta el punto de dudar de ellas o de no saber cómo hacer para recuperarlas. En las parejas que han dejado de tener sexo (aunque sea por poco tiempo) se instala la incertidumbre sobre las capacidades amatorias (“¿cómo hago para acercarme?” “¿y si me rechaza?”, “¿debo hablar antes o paso directamente a la acción”?, ¿”Comienzo con un beso”?), la escases de contacto actúa no sólo como un inhibidor de la conducta de acercamiento, sino también como un factor amnésico, como si de un día para otro se hubiera borrado todo lo aprendido. Es así que el rico alfabeto conseguido, con infinidad de frases dichas y por decir, va perdiendo su capital amatorio. A diferencia de los analfabetos primarios (aquellos que son desde el origen de su vida sexual), los analfabetos que aprendieron, disfrutaron y ahora creen que olvidaron sus destrezas, tienen chances de reaprender lo que creían olvidado.

Decálogo para recuperar el alfabeto erótico

No dejar de acercarse: caricias, besos, masajes, manifestaciones de ternura, etc., todo viene bien para restablecer el deseo de estar juntos.

El alfabeto sexual se restablece practicando, con acciones concretas, no pensando.

Hablar de lo que les pasa. No dejar que las cosas “las resuelva el tiempo”.

El contacto no tiene por qué tener un fin sexual. Cualquier tipo de comunicación es fundamental para mantener el vínculo sensorial.

No dejarse vencer por las inhibiciones o las conjeturas: “me va a rechazar”, “tengo vergüenza”, “no sé cómo empezar”, etc.

No pensar que la falta de encuentro sexual va a ser para siempre. La proyección futura aleja de la realidad y genera más incertidumbre.

El “aquí y ahora” ayuda a objetivar el problema, darle un encuadre actual e induce a buscar alternativas para superarlo.

Afrontar es mejor que evitar. Es usual que el sentimiento de inhabilidad o torpeza embriague la confianza personal, por ende, hay que “pasar a la acción”.

Romper con los esquemas preconcebidos, usar variantes de encuentro. Sorprender al otro.

Desdramatizar el hecho. Usar el humor ayuda a relajarse.


*Médico psiquiatra. Sexólogo

Diarios Argentinos