Cuando Argentina escatimó a sus cracks

Desde hace más de cuatro décadas los argentinos nos acostumbramos a participar en los mundiales y a ser candidatos al título. Pero hubo un tiempo en el que la selección no era tan importante para los dirigentes.

Es inimaginable que Argentina decida no concurrir al Mundial por caprichos y cuestiones menores, más teniendo planteles plagados de cracks, pero décadas atrás, rencores, dudas, miedos y una dirigencia nacional conservadora decidió apostar por la autoexclusión del mundo del fútbol.

En 1936 Jules Rimet, presidente francés de la FIFA, junto con otros dirigentes políticos connacionales con mucha influencia en el fútbol, quisieron llevarse la tercera Copa Mundial a su país, aun cuando la Federación Francesa de Fútbol no estaba de acuerdo con organizarla, por carecer de infraestructura. 

Antes del primer mundial de fútbol en Uruguay, se había pactado realizar una competencia cada cuatro años, donde Europa y Sudamérica se intercalarían las sedes. Cierto es que nada se había firmado, y de eso se agarraron los franceses para llevarse la tercera edición del torneo y sacar del camino a Buenos Aires.

También es cierto que en aquel entonces, y con los cañones listos para el comienzo de la Segunda Guerra, Rimet suponía que ese podría ser el último mundial de fútbol y utilizó todos los poderes que la envestidura presidencial de FIFA le daban para quedarse con la sede. En la elección realizada el 13 de agosto de 1936, en Berlín, Francia obtuvo 19 votos mientras que Argentina, apenas 4. 

Los dirigentes argentinos, que creían que tan solo sería un trámite obtener la organización, anunciaron que no participarían del mundial e hicieron oficial la decisión el 3 de abril de 1937. Pero el público quería al equipo en la competencia internacional; un conjunto del cual estaba enamorado y que había ganado el Sudamericano unos meses antes, en una final de antología ante Brasil, en el Gasómetro.

Las protestas no se hicieron esperar y la puerta de la AFA se vio invadida por cientos de hinchas que pedían a los gritos ir al Mundial de Francia. Pero pronto llegó la policía para reprimir, por supuesto con los excesos habituales de la época, el corazón de la “Década infame”.

El presidente de AFA era Eduardo Sánchez Terrero, un funcionario público con antecedentes políticos en Boca Juniors y que completaba sus lauros por el cercano vínculo con el poder de turno: era el yerno del presidente de la Nación, Agustín P. Justo.

No fueron en vano los pedidos de la gente porque AFA reconsideró la renuncia y se inscribió el 26 de octubre. Brasil ya estaba clasificada por el primer default argentino y había una sola plaza para Sudamérica. La región hoy conocida como CONCACAF también tenía una plaza directa, que fue ocupada por Cuba de manera directa, por la renuncia consecutiva de todos sus rivales. 

El 7 de noviembre la FIFA aceptó la inscripción de Argentina pese a que llegó fuera de tiempo, pero había una condición: jugar un partido eliminatorio con Cuba, en París. No pareció caer tan mal eso, pese a la insistencia al deseo de querer jugar directamente. A modo de queja, desde las oficinas de Viamonte decían: “Nos quitaron la organización del Mundial, al menos nos merecemos eso”.  

El 4 de febrero de 1938 se conoció el nombre del DT que se haría cargo del equipo: el húngaro Hemérico Hirschl. También la nómina de jugadores argentinos, entre los cuales había cracks de la talla de Carlos Peucelle, José Manuel Moreno, Alberto Zozaya, Adolfo Pedernera, Vicente De La Mata y Antonio Sastre. 

El 5 de marzo se realizó el sorteo del Mundial y se supo que, después de vencer a Cuba, el rival iba a ser Rumania (equipo fácil de vencer en los papeles) y que en los cuartos de final esperaba Suecia, a quien le había tocado Austria, que ya no existía más por la anexión de Alemania.

Pero el 9 de marzo surgió un problema no tan inesperado. Los clubes de primera división no querían entregar a los jugadores, argumentando que entre la ida del plantel y su regreso, se iban a perder más de dos meses de campeonato, y se pidió que se revoque la inscripción. Después de varias idas y vueltas y tras una asamblea extraordinaria con una votación que finalizó 25 a 6 (los 5 grandes empezaron a sumar 3 votos), Argentina le dio la negativa al Mundial. 

Esa generación de jugadores deslumbró a Sudamérica en los torneos que se jugaban de este lado del mundo, el lado que no sufría la Segunda Guerra Mundial. Mientras en Europa los muertos se contaban de a millones, los torneos Sudamericanos coronaban a una selección albicelesteque arrasaba con sus rivales y ganaban cuatro de las cinco copas América entre 1941 y 1947. En ese período solo se perdió 1 a 0 con Uruguay en el último partido del Sudamericano de 1942.

Cuando la paz volvió a reinar en el “viejo continente”, la FIFA se reunió en un Congreso en Luxemburgo, en 1946, para reiniciar la máquina de los mundiales. Allí se decidió que Brasil, el único candidato que se había presentado, organizaría la cuarta Copa Mundial en 1949, fecha que luego se rectificó para el año 1950.

Juan Domingo Perón había adoptado al deporte como ariete para su Gobierno y se relucía con orgullo la medalla dorada que el maratonista Delfo Cabrera había traído desde los Juegos de Londres 1948. Eran conocidos los créditos que el Estado le entregaba a los clubes, tal vez por eso se sintió traicionado cuando Futbolistas Argentinos Agremiados “le hizo” un paro cuando faltaban 5 fechas para terminar el campeonato de ese año. Los futbolistas, liderados por Adolfo Pedernera y Fernando Bello, reclamaban, entre otras cosas, un sueldo mínimo y el reconocimiento del gremial. 

 A principios de 1949, la Dimayor, que era en ese entonces la liga profesional de Colombia, aprovechó esta crisis y se llevó a los mejores “players” del fútbol argentino, tentándolos con onerosos sueldos, sin pagarles a los clubes. La Dimayor no era reconocida por FIFA y generó un éxodo enorme; más de 50 argentinos que eran figuras en sus equipos ahora eran parte del campeonato colombiano. Nadie hizo nada para detener esa sangría que perjudicaba a todos, excepto a los jugadores que se iban.

A comienzos de 1950, la AFA decidió renunciar al Mundial. La razón oficial fue “la inamistosa actitud de los clubes brasileños, que no permitieron que el club Bangú (que estaba de gira) se enfrentara con clubes argentinos. Pero en realidad la selección había quedado diezmada después de la ida masiva de elementos que la conformaban. Si bien quedaban algunas figuras como Norberto “Tucho” Méndez, Ángel Labruna y Félix Loustau, faltaban los mejores: Alfredo Di Stéfano, José Manuel Moreno, René Pontoni, Rinaldo Martino (se había ido a Italia), Adolfo Pedernera y Pipo Rossiya no podían ser convocados.

“No le puedo asegurar que vayamos a ganarla Copa”, le dijo Valentín Suárez a Juan Domingo Perón. Había que contestar el pedido desesperado de los brasileños, que en un último intento enviaron el 4 de marzo al secretario de la CBD Milton Santos para convencer a los argentinos de que participaran. El brasileño se volvió a Río de Janeiro con una negativa.

Para Suiza 1954 directamente no hubo inscripción, pero conscientes de que había que ver cómo estaba el fútbol mundial, los dirigentes enviaron al DT, Guillermo Stábile, a sacar conclusiones a los posibles rivales de la siguiente Copa. “Podemos ganarle a cualquiera”, dijo el técnico de Argentina, que iba a volver a los mundiales en 1958 creyendo ser de los mejores del mundo.

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