Dos años de Macri: lo que sabemos y lo que no sabemos

Por: Dante Palma

La semana en la que el Gobierno de Cambiemos cumplió dos años al frente de la administración ha sido quizás una de las más difíciles. Si bien al momento de escribir estas líneas todo hace suponer que, en algunas horas, finalmente, la reforma previsional que perjudica a los jubilados será votada en Diputados gracias a la presión ejercida por el Gobierno, lo cierto es que nadie esperaba que a meses de un triunfo electoral importante, Cambiemos atravesara una jornada como la del último jueves.

Con todo, cabe decir que si hacemos un repaso de los últimos tiempos, al Gobierno le ha ido objetivamente mal en casi todos los ítems, salvo en uno: las elecciones. ¡Vaya paradoja si las hay!

Es que si sumamos la desaparición y muerte de Santiago Maldonado; el asesinato de Rafael Nahuel, que tuvo menos prensa por su condición de mapuche; la desaparición del submarino; la ineptitud para frenar una inflación que tras dos años y con tasas de Lebacs al 30% y 100.000 millones de USD de deuda, se encuentra en el mismo nivel en que la dejó el kirchnerismo; el papelón en la OMC y el escándalo de la sesión de la última semana con una literal militarización de la ciudad y unas fuerzas de seguridad visiblemente desatadas, no queda más que deslizar una mueca irónica cuando uno recuerda la altisonante promesa de estar frente al mejor equipo de los últimos cincuenta años. Se me dirá que esa es una agenda de problemas “K” que no atañen a toda la ciudadanía. Es probable. Pero pregúntenle a los funcionarios si esta lista le ha traído o no dolores de cabeza.  

Pero quiero advertir aquí un segundo aspecto: en estos veinticuatro meses, el Gobierno fue mucho menos  efectivo en lo económico que en lo cultural y político. Es más, ni siquiera pudo cumplir con el eficientismo de la tradición liberal pues la planta del Estado la aumentó con sus militantes y el déficit es cada vez mayor. A la vez, paralelamente avanzó a pasos agigantados en la batalla cultural que instaló como valores hegemónicos la meritocracia, el emprendedurismo, cierto  antiestatalismo y la transparencia anticorrupción, independientemente de que esta se exija para los opositores y nunca para los oficialistas. Si lo hizo con posverdad, medios hegemónicos y mucho cinismo es otro asunto, pues lo cierto es que lo hizo.

Asimismo, en lo político, incluso desde antes de 2015, el Gobierno viene construyendo una herramienta electoral potente y en la última elección logró construir base territorial con candidatos propios en casi todo el país. En eso, mal que le pese al peronismo y a la reciente Unidad Ciudadana, han sido inteligentes, trabajadores y eficaces. En este mismo sentido, por más que al “látigo”, la “billetera” y la “escribanía” ahora lo llamen de manera eufemística “diálogo”, “consenso” y “peronismo racional”, habrá que aceptar que han sabido utilizar el poder y que lo han hecho sin los prejuicios progresistas del Gobierno anterior.                            

Sin embargo, tampoco podemos obviar que, quizás envalentonados por el último triunfo electoral, los aciertos políticos mermaron y las internas comenzaron a aflorar. Es que, como dijimos aquí hace algunas semanas, con un adversario político derrotado, esto es, con un “afuera” que ya no aparece como amenazante, la tensión se volverá hacia el interior más allá de que nadie discute el “Uno/Dos” con Macri y Vidal y que ambos irán por la reelección en sus cargos.   

La principal tensión que asoma es la de Carrió. Hasta ahora, su figura ha sido clave para hacer que Macri y un grupo de funcionarios más reconocidos por sus evasiones que por sus virtudes y trayectorias aparezcan como emblemas de la república y la transparencia. Pero, claro está, Carrió factura eso y lo hace extorsionando al propio Gobierno en público, ubicando a sus adláteres en las listas y tratando de sacar tajada política frente a la opinión pública siempre que la ocasión lo permita, tal como se observó la semana anterior en la que la actual diputada apareció “razonable” al pedir que se levante la sesión, “republicana” al negarse al DNU amenazante que había lanzado como rumor el Gobierno a través de los medios oficialistas y “crítica” (por izquierda) al exigirle a Patricia Bullrich que “pare” con “tanta Gendarmería”. Carrió no es razonable, sustituyó la epifanía republicana por el mesianismo y hay que hacer mucho mérito para que pueda correrte por izquierda, pero en un tuit y dos intervenciones logró parecer algo distinto de lo que es. Más allá de esto, la estrategia de policía bueno/policía malo que el Gobierno realiza junto a una Carrió que cada vez que habla parece hacerlo desde fuera del Gobierno al que pertenece ha sido muy eficaz, pero habrá que ver hasta dónde llegan las aspiraciones políticas de la líder de la Coalición Cívica.

Por otra parte, tras las elecciones, la casquivana andanada judicial contra la oposición, con un Gobierno que, si no la auspicia directamente, al menos hace todo para que tenga vía libre, y el avance contra los jubilados y trabajadores han logrado el milagro de una unidad, al menos circunstancial, de sectores de la oposición que meses atrás no eran capaces de ponerse de acuerdo ni siquiera en aquello en lo que están de acuerdo.

Por último, en ocasión del último triunfo electoral del Gobierno planteé desde este espacio que se trataba de la primera elección que había ganado Macri y no Mauricio. Esto significa que en 2017, el ciudadano medio votó a Macri sabiendo lo que Macri es y lo que propone, a diferencia de alguno que cándidamente lo haya votado en 2015 pensando que era otra cosa. Con todo, al momento en que Cambiemos, con buen tino, decide avanzar en los cambios estructurales necesarios para su proyecto, la resistencia es mayor a la esperada. Esto no significa que enfrente el Gobierno tenga una oposición vigorosa ni mucho menos. Pero la decisión de recortar 100.000 millones por año y compensar con 4000 millones a los más necesitados tuvo una respuesta social que sorprendió a lo que parecía una carrera sin obstáculos hacia el 2019. Es que hay azares, hay humores y hay variables que son imposibles de prever. ¿O acaso el Gobierno se imaginaba que iba a tener que dar la cara por la desaparición de un submarino, por ejemplo?

La primavera postelecciones fue más corta y el Gobierno ha sorteado bien sus impericias y sus decisiones políticas antipopulares. Sin embargo, ese desgaste siempre horada. Si bien entiendo que esa horadación no alcanzará para poner en jaque una eventual reelección, siempre hay que estar abierto a los acasos pues de una cosa se puede estar seguro: al igual que sucede con el programa económico, sabemos que entrará en crisis. Lo que no sabemos es cuándo.     

*Dante Palma es profesor de Filosofía y doctor en Ciencia Política. Sus últimos libros son El gobierno de los cínicos (2016) y Quinto poder (2014). Actualmente conduce No estoy solo en radio del Plata.       

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