El golpe, la plaza
Por: Sergio De Piero
La madrugada del 24 de marzo de 1976, la plaza de Mayo fue una testigo muda y solitaria, frente al golpe de estado ya en marcha. Un reportero gráfico, Héctor Vázquez, disparó su cámara para retratar la plaza y a la vez una predicción de lo que sucedería en los siguientes años: el vacío. Los faroles iluminan unas baldosas sin que nadie las ocupe; un espacio que hasta hacía muy poco se colmaba de manifestantes. Se instalaba la dictadura más cruel que conocimos los argentinos que, además, no recurrió a la movilización social, para la construcción de poder. Le bastó con los fusiles.
Cuarenta y un años después, la Plaza se puebla. Como para despejar la idea del vacío, esa vacuidad política que le permitió a la dictadura anulara casi la existencia de un espacio público, actores políticos y sociales, ciudadanos, se convocan en el corazón del poder una vez más. La práctica de la marcha de cada 24 de marzo, se fue acrecentando con los años. Recordemos que a un año del golpe, Rodolfo Walsh escribe su solitaria Carta a la Junta Militar, su última acción política antes de ser asesinado. En los ’80 el eje estaba puesto más en lo recuperado, que en los superado, y era lógico que las movilizaciones tuvieran que ver más con lo que se estaba construyendo, que con recordar la noche que acababa de concluir. Fueron sin duda los retrocesos, primero el “punto final” y la “obediencia debida”, pero en particular los indultos, que comenzaron a empujar a una parte de la sociedad a ocupar la plaza, a rescatar del olvido la memoria de la dictadura, si los procesos judiciales eran suspendidos. Esta actitud, que fue acompañada por militantes políticos y organizaciones de diverso tipo, es la que verifica que la sociedad civil en Argentina, posee una fortaleza destacable. Si los poderes del Estado decidían clausurar los procesos de justicia, una porción de la sociedad civil mantendría al menos la memoria de lo ocurrido. La reapertura de los juicios con la llegada del kirchenrismo al poder, revitalizó la agenda de memoria verdad y justicia y a la vez dio a las diversas organizaciones de derechos humanos, una presencia menos marginal en el espacio público. Y fue el mismo gobierno quien propuso una ley para declarar al 24 de marzo como día Nacional de la Memoria por la verdad y la justicia. No tuvo pocas resistencias esa propuesta. De hecho hace tres años el diputado Mario Negri (UCR), encabezó un proyecto de ley que proponía derogar ese feriado, argumentando que sólo había tenido fines turísticos y no un día para la reflexión. Las plazas repletas, porque los actos no se suceden solo en la porteña Plaza de Mayo sino en todo el país, no parecen darle la razón.
Porque lo notable es que ya en plena democracia, las convocatorias del 24 de marzo han sido espacios de convivencia de distintos grupos sociales y políticos. Incluso las Madres de Plaza de Mayo, han sufrido hace años una fractura, pero eso no impide que concurran al mismo espacio; el peronismo y los sectores de la izquierda, o el sindicalismo, pueden ocupar la plaza sin que ello implique un conflicto. En todos estos años no se han registrado hechos violentos. Pensemos en las dificultades del pueblo chileno que aun hoy, siguen viviendo con un clima enrarecido (y no menos represivo), cada aniversario del golpe que diera el general Augusto Pinochet el 11 de septiembre de 1973. El interminable relato de la grieta, de la Argentina violenta, se deshace cuando estos espacios de movilización, transcurren en un clima de convivencia, aun existiendo las conocidas diferencias. A tal punto las plazas de cada 24 representan un hecho, que su capacidad de convocatoria se mantiene intacto; y en un sentido crece de manera notable. Si a las primeras concurrieron los protagonista políticos de la salida de la dictadura, cuatro décadas después están en ella jóvenes nacidos ya al calor del sistema democrático y que la dictadura es para ellos de manera contundente, parte de la historia. Pero de una historia no como anclaje, sino de una que interviene en la construcción de nuevas prácticas políticas. Durante estas cuatro décadas, los aniversarios del golpe, también se fueron resignificando, a la luz de la coyuntura política que vive el país.
En este 2017, la política cotidiana también atraviesa la plaza. Y en este sentido se convierte en una nueva manifestación, de las muchas que ya se han sucedido este año, en la que el partido de gobierno, la alianza Cambiemos, estará ausente. En las anteriores el gobierno era destinatario de las demandas que la convocatoria llevaba. En esta no, pero el macrismo no tiene un relato para ocupar esta plaza, para ser parte de ella. No caben dudas sobre su acceso democrático al gobierno. Pero su lectura de los años de la dictadura, parecen ser sí mas rupturistas que esa sociedad movilizada. El presidente Macri intentó en el mes de enero trasladar el feriado de esta semana, decisión de la que tuvo que retroceder. Las políticas públicas sobre la memoria han sufrido recortes. Miembros del gobierno, como el Director de la Aduana Nacional, Juan José Gómez Centurión, negó la existencia de un plan sistemático de desaparición de personas durante la dictadura militar, y que el gobierno se limitó a decir que eran a título personal. No hay una visión compartida sobre esos años, y tampoco el esfuerzo de Cambiemos por lograr alguna empatía con esa universo, o incluso plantear nuevas representaciones. Forma parte, en definitiva, de las dificultades que tiene el macrismo, por involucrarse con los sectores populares, de los que parece cada día más lejano si agregamos la evolución de la economía. Las sucesivas movilizaciones no dejan de ser un desafío para el presidente Macri. Este nuevo aniversario del golpe, también lo es.
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