Gobernar es difícil

Por: Carlos Leyba

Lo fácil es siempre ser ilógico. Es casi imposible ser lógico hasta el fin” Albert Camus, El mito de Sísifo. Hay dos maneras de leer esta idea. La primera acude a la coherencia. Miles de ejemplos de la vida cotidiana lo corroboran.

Otra es usar el concepto de “lógico” para ir hasta el final de las cosas por la vía de la pregunta hasta encontrar el final de las causas.

Interrumpir el camino de la coherencia es fácil. Interrumpir el camino de las causas también.

Pero las consecuencias de una y otra actitud son graves a largo plazo, caras y es bueno recordar que siempre la primea pérdida es la menor.

Dos hechos de la vida pública de estos días nos someten a ese test de la lógica y es inevitable corroborar que los responsables, lamentablemente, eligen el camino fácil o ilógico.

El caso uno es el de Julio De Vido y el caso dos es lo que representa la cuestión del “Polaquito”. Veamos.

No es fácil mantener una coherencia suficientemente pedagógica respecto de los valores republicanos que empiezan por el respeto a las normas. O lo que es lo mismo evitar el exceso de interpretaciones que pueden permitir eludirlas. En estos 34 años de democracia hemos eludido las normas mediante interpretaciones posibles que hacen inviable el mensaje pedagógico y ejemplar que construye las instituciones.

La decisión de Cambiemos de expulsar a Julio De Vido de la Cámara de Diputados orilla el dilema de Camus. Es que uno de los valores básicos de Occidente es que no estamos dispuestos a “comernos al caníbal”. Y si bien es cierto que el kirchnerismo, al igual que el menemismo, han acomodado las normas parlamentarias a piaccere (diputados truchos,etc,) no es esa razón para hacer lo mismo.

Mas allá de la legítima indignación de tener que respetar derechos formales cuando las evidencias encandilan.

¿La expulsión de un diputado no condenado en todas las instancias responde al espíritu de la República? ¿No es riesgoso instalar este antecedente para diputados procesados y sin condena firme? ¿Valdría la pena acudir a la idea de indignidad para arriesgar una suerte de chavismo local?

De lo que se lo acusa a Julio De Vido es grave y basado en responsabilidad difícil de refutar e imposible de justificar para obtener una absolución. Es cierto. Todas las acusaciones de corrupción del período K, más allá de las anteriores, de las actuales si las hubiera y de las porvenir si ocurren, han acumulado tal grado de evidencias, más allá de las tecnicalidades judiciales, que claman justicia y reparación. Francisco cuando era el Cardenal lo denunciaba. Como Papa continúa haciéndolo.

Pero, en materia judicial, somos todos inocentes hasta una condena en firme. Y los derechos pasan por el tamiz de la justicia o no hay República. Pero es cierto que, desde el punto de vista de la moral corriente, es difícil de justificar lo que pasó por manos de De Vido y de los que interactuaron con él. Todos.

Además las decisiones del ámbito de su cartera forman una montaña de errores de alto costo para la sociedad. Sea que se pagaron por ellas más que lo que valían, o no se hicieron y se pagaron, o se hicieron mal o no eran prioritarias. Hay de lo que guste. Y suena raro que encuentre decisiones a las que no le quepa alguna de esas situaciones

Es probable que todas sean materia de corrupción, desvío de fondos públicos y de una palabra que no se menciona y es de lo que hablamos “cohecho”. Seguramente.

Pero la lamentable Justicia que tenemos no abrió la boca en su momento. No evitó los males. Y lo cierto es que el procesado De Vido no está condenado y mucho menos los empresarios que se beneficiaron de esas decisiones. No lo olvidemos porque ninguno de ellos ha perdido el derecho de contratar con el Estado. Hay casos emblemáticos de los de siempre y sobretodo de los que crecieron casi de la nada con los Kirchner. Y siguen ahí seguramente por no estar condenados por la Justicia y no porque el Estado no sepa lo que hicieron. Ley pareja.

No siendo legalmente culpable, mas allá de las evidencias que podrían demostrarlo, ¿por qué es “indigno” de ser diputado don Julio? No por lo decisión de la Justicia. ¿Vamos a proceder sólo por evidencias?

Aquí es inevitable acordarse de Julio Grondona ¿No hay ningún lugar designado con su nombre para homenajearlo? ¿No es culpable porque está muerto o porque es inocente?

Que la Justicia, en relación a los cohechos o a la corrupción del gobierno pasado, no ha actuado, no habilita a otro poder a tomar la función de la Justicia.

¿Aquí y ahora, estamos dispuestos a construir un sistema institucional pleno comenzando por partes o sólo estamos dispuestos a construirlo todo de una vez y si no es así no lo respetamos? Creo que hay que empezar a construirlo donde uno está y hacer lo posible para que ocurra toda a la vez.

La pregunta vale. Para construir todo de una vez necesitaríamos que  la Justicia fuera tal como debería ser. Y eso requiere de decisiones parlamentarias (final Juicio Político y todos los pasos previos) que requieren de una mayoría calificada y – por sobre todo – un Consenso Mayúsculo acerca de lo que esperamos de la Justicia. Y lo que exigimos para otorgarle a un ciudadano el inmenso poder de ser Juez. Una mayoría que no está y un Consenso que no existe. Hagamos el ejercicio de dibujar el Juez ideal. Comparemos.

La mayoría de los que están hoy, al menos en el fuero Federal, no responden al perfil de honestidad y sabiduría o de carácter e independencia o de ecuanimidad y coraje, que como mínimo la tarea requiere.

No hagamos nombres. Jueces, camaristas, etc., no conforman un elenco como el que todos desearíamos. Es una realidad que nace del modo en que llegaron basado en la negociación política más que en esas cualidades.

¿Es una sana práctica republicana repetir los errores del pasado para contribuir a mejorar las instituciones?

El Kirchnerismo violó normas parlamentarias haciendo abuso de la mayoría que rara vez es la mayoría de la opinión pública.

Elegimos diputados que van a durar un tiempo suficientemente largo como para que “nuevas mayorías públicas” no se conviertan automáticamente en “nuevas mayorías parlamentarias”.

La estructura de las Cámaras “conserva” el peso de la opinión anterior, y funciona como una suerte de “termostato” que impide que las “nuevas mayorías públicas” se instalen en el parlamento apenas se manifiestan.

De estas obviedades surge que las instituciones están preparadas, o funcionan mejor, para sociedades en las que el “consenso básico existe”. El caso de Venezuela es un extremo de disenso básico. Tiene un Parlamento votado por el pueblo que es ignorado por un gobierno basado en el abuso de las Fuerzas Armadas. Volvamos a casa.

El Kirchnerismo y el menemismo abusaron de su mayoría parlamentaria, contaron con Poder Judicial sometido a sus necesidades. Pero el PRO, más allá de la pila de funcionarios que lo fueron de gobiernos que abusaron de la mayoría parlamentaria y del sometimiento a la Justicia, por las suyas intentó completar la Corte Suprema por decreto. Hay una oportunidad para ser lógico hasta el final. O creemos o no creemos en las instituciones.

La Justicia Federal ante evidencias - de las que hay pruebas en volquetes (por la cantidad y por el intento de destruirlas) - tanto del despilfarro, del traspaso indebido de dineros públicos, ha decidido ignorarlas o ponerlas en el congelador o mezclarlas de modo que pierdan todo orden lógico.

Desespera observar como la locura de Río Turbio, los barcos de gas licuado, la misma represa de Santa Cruz, no generan ninguna decisión judicial o ninguna investigación administrativa con ánimo de concluir. Porque China o porque “contratos” o porque dale nomás.

O irrita que se exhiba la fortuna de exfuncionarios públicos con apenas 6 años previos ejerciendo de abogados o en la actividad privada, en una modesta Ciudad de 30 mil habitantes a puro empleado público, alcance niveles de escándalo sin ninguna mínima aclaración. Del mismo modo indigna que modestos empleados convertidos en mega millonarios a base de Presupuesto público o que agentes de retención, que retuvieron miles de millones de pesos públicos, puedan contratar con el Estado y que ellos y muchos mas conformen una trouppe de millonarios, a fuerza de regalo público, que ni siquiera sientan que la Justicia los observe de verdad.

La ausencia de Justicia indigna. Es verdad.

Pero es un Poder de la Constitución. Y no hay manera – sin una mayoría parlamentaria calificada – de proceder al saneamiento de la Justicia necesita.

No hay manera sana que el Parlamento haga Justicia salvo tomando las decisiones para mejorarla. Y si no se puede no es bueno sustituirla en la tarea de hacer Justicia, porque, en ese caso, en lugar de tener una institución violada pasamos a tener dos.

No expulsar a De Vido no lo hace moralmente inocente. Y expulsarlo tampoco lo hace legalmente culpable. Es bueno que se haya debatido. Es bueno que se haya hecho catarsis. Pero no sería bueno que lo expulsen.

Porque sería muy malo que hagamos antecedentes que pueden ser letales en manos de espíritus vengadores.

El tema De Vido – en definitiva – pone sobre la mesa la precariedad de nuestro funcionamiento institucional. La reacción del oficialismo surge de la ausencia de Justicia. Es grave no contar con un sistema judicial que haga justicia en tiempo y forma y peor sería, además, confirmar que las mayorías parlamentarias (siempre ocasionales) pueden traspasar los límites de la República.

Es cierto que el menemismo y el kirchnerismo lo hicieron. Pero reformar las instituciones consiste en comenzar por respetarlas. No comernos al caníbal.

Y tratar de ser lógicos hasta el final … aunque es lo más difícil.

Ese atajo de elegir no ser lógico hasta el final, la idea de comerse al caníbal, es algo que está en nuestras conductas.

Por ejemplo no es sano, no es lógico, alimentar a la que entiendo “mi peor oposición” si es que estoy en el poder y anhelo conservarlo.

La “peor oposición” me sirve, si gobierno, para alentar el miedo y el miedo puede hacerme ganar las elecciones pero – en el viaje – habré erosionado la situación.

Marcos Peña y Duran Barba han alentado el crecimiento electoral de Cristina Kirchner con la finalidad de constituirla en un fantasma del terror y así obligar a votar por Cambiemos para votar en contra de Cristina y de todo lo que representa. Su imagen proyectada, al menos para el gobierno y para muchos otros, es Venezuela.

Marcos y Jaime tuvieron éxito. CFK puede ganar en la provincia de Buenos Aires, aunque no tenga un solo candidato potable en el resto del país. Y con eso ya ha generado miedo. Ese miedo se manifiesta en la presión sobre el nivel del dólar, en la resistencia de la inflación núcleo, en la demora de cualquier impulso genuino en materia económica. En ese sentido está ganando Cristina, ganando el miedo y perdiendo la situación, la realidad. Eso es lo que construyó la estrategia electoral mas mezquina imaginable. Como poco tengo que mostrar, como poco tengo para prometer, como – tal vez – no sé qué hacer agiganto el miedo.

En esas condiciones la situación económica después bien puede ser peor aunque pierda CFK y seguramente mucho peor si llegara a ganar lo que no es improbable.

¿Entonces? ¿Esa es la lógica democrática? O la lógica democrática es alentar la formación de oposiciones preparadas para el ejercicio del poder aunque lo ejecuten en dirección diferente del que gobierna pero que aseguren la continuidad institucional, el diálogo y la posibilidad de consenso. Esa es la lógica de la democracia. Yo defino la oposición como el miedo no hay manera de diálogo. Y no hay manera de democracia. Eso es kirchnerismo de segunda generación: no admito el dialogo igual que Néstor y Cristina, no lo digo, simplemente nadie habla con “el miedo”  

El PRO, en este caso, con el inmenso poder del Estado eligió el camino fácil de provocar el miedo para ganar. Como decía Camus “Lo fácil es siempre ser ilógico”.

Dos veces se cumple la facilidad de lo ilógico en el sentido de la coherencia. No es institucionalmente lógico expulsar a un diputado no condenado por la Justicia, más allá que sea culpable. Y tampoco es lógico imitar lo peor del kirchnerismo que fue alentar “el miedo” a los que podrían reemplazarlo y en este caso, más grave aún, es alentar el miedo al “proceso electoral” para ganar en las urnas y perder meses de economía en la realidad, que es postergar decisiones positivas y alentar decisiones negativas.  

Pero hay algo más grave que sucedió en estos días.

La televisión expuso la figura de un niño de 11 años de una manera francamente impropia. Es una persona a la que la sociedad, el Estado, la  han abandonado a los riesgos mayores. En esas condiciones fue expuesta hasta el extremo de que fabule delirios que sirvieron para exaltar la rabia de ver que algo ocurre. Pablo Sirven en La Nación del 19 de Julio se pregunta ¿Hay algo peor que hipotecar el presente y el futuro de nuestros chicos? Sí, canibalizarlos mediáticamente y que todo siga igual

Tal vez no sepamos nunca como fueron los hechos. Si Polaquito fue entregado con complicidad de alguien de la política o con la finalidad de alentar escenarios de culpabilidad de organizaciones sociales o si simplemente por casualidad se enfrentó a hechos. También allí la Justicia tiene algo que decir.

Difícilmente ese chico no sea un fabulador. Es un adicto, un enfermo, al paco como lo son muchos otros que apilan sus vidas en el escenario de la pobreza, la marginalidad y la cotidianeidad del conurbano.

La televisión es escandalosa. La lucha por el rating es despiadada. La pobreza, la marginalidad y sobretodo la destrucción de las generaciones, no es una noticia en el sentido de la novedad. Está allí todos los días y creciendo desde hace 40 años. Hay muchas maneras de mostrarla.

Pero la elegida y posteriormente los argumentos, los baldes de difamaciones gratuitas y primitivas, de Jorge Lanata para defender su programa, agravaron el carácter escandaloso de su denuncia.

Pero no es menos cierto, que a pesar de lo criticable que no es poco, la denuncia volvió a poner en escena la pobreza y de ésta lo que los números de la UCA, hace mas que mucho tiempo, pusieron en claro: la pobreza es joven, infantil. ¿Y entonces qué?

Pero al exhibir de esta manera a un pobre chico – sin piedad alguna, piedad que claramente la sociedad no le tiene y la sociedad somos todos – los golpes bajos tienen el doble efecto de sorprender y hacerse pasajeros. Lo fácil. ¿Qué es lo lógico?

Desnudar el problema en profundidad sin lo cuál no hay horizonte ni para esas familias ni para el país en su conjunto mas allá de las “salvaciones individuales” que pueden ser muchas. Y lo peor que el ruido de la fiesta de los sectores medios, que ocurrió, el déme dos de JA Martínez de Hoz, de DF Cavallo y de A. Kicillof, lograron tapar los gritos de dolor de los que caían en la miseria al ritmo de la TV importada. 

En nuestro país rico y prometedor, el país de las oportunidades, la pobreza es joven y la mitad de los jóvenes son pobres.

El porcentaje de personas bajo la línea de pobreza y por los niveles de empleo (y en esto hay consenso bastante amplio) nos indica que el derrumbe de las condiciones de vida ocurrió a partir de la mitad de los ´70.

Ese derrumbe está asociado al modelo económico y social de la dictadura genocida, anticipado por José López Rega, Celestino Rodrigo y Ricardo Zinn, modelo no abandonado que desencadenó la tragedia humanitaria y la debacle económica y social basada en la deuda externa, la desindustrialización, la “normalización” de niveles elevados de inflación, con su secuela de desempleo, precarización y pobreza. La población se duplicó desde entonces, 40 años y  el número de pobres se multiplicó por 15. Tres generaciones cuyo último exponente extremo es “el Polaquito”. Ningún gobierno invirtió el rumbo. Vamos hacia allá: desindustrialización y pobreza.

La democracia heredó la tragedia de la dictadura. Pero no acabó con ella. La democracia es la marcha, en libertad, hacia una mayor igualdad que alimente una mayor fraternidad, la democracia es en rigor hija de una sociedad en la que todos comen, todos atienden su salud y todos se educan. Una democracia es tal si garantiza la provisión de bienes públicos básicos.

O que nadie sea privado de ellos, sea que los obtenga por su propio esfuerzo remunerado o sea que lo reciba si el sistema no permite la realización de ese esfuerzo remunerado.

La pobreza de hoy, que condena a más del 30 por ciento de la sociedad, implica que nuestra democracia, si la vida privada no lo puede proveer, no es capaz de la provisión de bienes públicos esenciales de la salud, la educación y la alimentación para un  tercio de la población. Peor aún para la mitad de los menores de 14 años.

Si la mitad de los menores de 14 años son pobres, hijos de personas pobres y tal vez nietos de la pobreza ¿cuál es la estructura demográfica del futuro en términos de capacidades, habilidades, potenciales?

 “Cuenta Parry que en su viaje polar avanzó un día entero dirección Norte, haciendo galopar valientemente los perros de su trineo. A la noche verificó las observaciones para determinar la altura a que se hallaba y, con gran sorpresa, notó que se encontraba mucho más al Sur que de mañana. Durante todo el día se había afanado hacia el Norte corriendo sobre un inmenso témpano a quien una corriente oceánica arrastraba hacia el Sur”. (José Ortega y Gasset)

Mas allá de las buenas intenciones el problema es el témpano que nos arrastra en dirección contraria de la que debemos ir para progresar. El témpano lo construyeron las chapucerías de las políticas económicas de los últimos 40 años que han despreciado la necesaria materialidad de todo proceso económico y social.

La materialidad del proceso económico y social la constituyen la inversión en capital reproductivo y el desarrollo humano de la fuerza de trabajo. Sin fortalecimiento permanente del capital reproductivo (tecnología, cantidad) y sin desarrollo humano de la fuerza de trabajo, la productividad del sistema económico y la del sistema social se transforman en una quimera.

Navegamos creyendo ir al Norte y la realidad (el témpano) nos arrastra en dirección contraria que es lo que pasó. Las políticas de corto plazo (de largo no hubo nada) de los últimos 40 años se gobernaron por el inmediatismo. La lógica económica, recordando a Camus, va por otra lado. Se ocupa de la dirección del témpano, recordando a Ortega.

En los últimos 40 años no hemos alcanzado ni remotamente la tasa de inversión, en relación al PBI que han tenido los países que han crecido para conformar una economía de progreso. Países como Corea del Sur no han reducido su volumen de inversión anual por debajo del 30 por ciento del PBI; y lo mismo y más, es lo que han experimentado todas las economía que han duplicado o más que duplicado, su PBI por habitante en una década habiendo partido del subdesarrollo y la pobreza.

En los últimos 40 años hemos visto aquí multiplicarse la pobreza y naturalmente declinar el proceso de provisión de bienes básicos como salud y educación. Pero todas las economías que han crecido como Corea del Sur, a su vez, han tenido – tal vez con excepción de China – una notable mejora en su distribución del ingreso y, sobre todo, un aporte masivo de bienes públicos destinados a fortalecer la formación en contextos en los que la pobreza (de la que se partía) había sido superada.  

Nuestro país hace 40 años que no dispone de una norma legal que genere incentivos contundentes y prolongados, en materia fiscal destinados a promover la inversión de capital reproductivo. Zanahoria. Un caso raro.

Incentivos fiscales, aportes directos, financiamientos largos están a la orden del día en todos los países incluidos los centrales en términos de desarrollo. Hoy, gobernar, es atraer inversiones. Primero de los propios nacionales.

El blanqueo le resolvió problemas tributarios a un conjunto de evasores. Aportó unas migajas al desbarajuste fiscal. Pero los 300 mil millones de dólares en el exterior, propiedad de residentes argentinos, no retornaron ni retornaran sino tienen al menos los mismos incentivos para invertir que logran en Estados Unidos o Alemania.

No tenemos siquiera un instituto de financiamiento a largo plazo a las tasas que en el mundo se consideran aptas para invertir en capital reproductivo. Es más nuestros incentivos financieros sólo son para especular.

Tampoco tenemos un programa propositivo para multiplicar la tasa de inversión. Y tampoco somos conscientes que el proceso de inversión requiere de políticas de incentivo y también de defensa. Y no distracciones.

Por ejemplo Estados Unidos defiende sus industrias aplicando hoy la "Trade Expansion Act of 1962" referida al procedimiento de salvaguarda de la seguridad nacional (por seguridad nacional para importaciones) y Alemania tiene el indicador de protección del empleo más alto de la OCDE. Ambas potencias económicas defienden el trabajo local y brindan incentivos a la inversión. 

La misma inconsistencia sistémica que tenemos en materia de política de desarrollo económico se presenta en el abordaje de la cuestión social.

El drama televisado hace sonar la campana de que el Estado abandonó la provisión de bienes públicos a cientos de miles de niños. Y que los esfuerzos nobles de las organizaciones que tratan de resolver el problema con ayuda pública, no pueden atacar el problema de raíz. Es absurdo esperar que con los instrumentos de que disponen lo logren. Otra vez el témpano.

Hay muchas, muchas, experiencias exitosas en la tarea de procurar el desarrollo humano de los niños que, como el Polaquito, no viven vidas humanas y no pueden desarrollarse. Las hay en Cuba, marxista; y por doquier en experiencias de la Iglesia Católica a la que Lanata, lamentable e injustamente, se solazó en difamar e insultar.

Pero detener el témpano social e invertir su marcha necesita, aunque no es suficiente, generar las condiciones para la inversión reproductiva y emular las experiencias educativas exitosas. Prometo volver sobre esto.  Pero no olvidemos que lo fácil es lo ilógico. Lo lógico es siempre difícil.

¿No hay suficientes hombres de buena voluntad para ponernos de acuerdo en lo mínimo, las instituciones que respetar, la construcción de la política con sentido de alternancia, la definición de una estructura productiva capaz de sostener el Bienestar de 44 millones de argentinos asentados en un territorio privilegiado?

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