La contractura de los gemelos

Por: Carlos Leyba

En tiempos de running el estado de los gemelos es clave. La falta de tono, la contractura o el desgarro de esos músculos si bien no impiden la marcha, del bípedo que somos, sí impiden correr. Obligan a caminar como palmípedo, pisando huevos o cualquier otra metáfora de incomodidad ambulatoria. Marcha lenta y con señal de desequilibrio.

El estado de los gemelos es muy importante para avanzar y crucial para desarrollar velocidad.

Como las economías necesitan correr, aun para estar en el mismo lugar, ellas siempre están en estado de running.

Es bueno que nos preguntemos, primero, por qué deben estar en estado de running y, en segundo lugar, qué tantos músculos deben estar con garra, sin contractura y a pleno tono para poder hacerlo.

Lo de correr lo hemos aprendido de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carrol, y no es menor. No se trata solo de correr sino de hacerlo para poder “cambiar de lugar”.

Recordemos a “Alicia, corriendo sin parar, arrastrada de la mano por la Reina Roja, que gritaba “¡más rápido! ¡más rápido!”, pensó “¿me pregunto si las cosas se están moviendo con nosotros? y la Reina, adivinando sus pensamientos, le gritó: ¡Más rápido, no trates de hablar!”… cuando pararon un momento Alicia, sorprendida, miró a su alrededor:

-¡Creo que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que estaba!

-¡Por supuesto! -dijo la Reina- ¿cómo iba a estar?

-Bueno, en mi país -dijo Alicia, aun jadeando-, si corres tan rápido durante tanto tiempo, sueles llegar a algún otro sitio…

-¡Un país bastante lento! -replicó la Reina-. Aquí, hay que correr todo lo posible para permanecer en el mismo lugar. Para llegar a otro sitio hay que correr el doble de rápido”.

Veamos. ¿Por qué las economías tienen que correr el doble de rápido para llegar a otro sitio?

Me explico. La demografía (toda las resonancias del concepto) aumenta con la pobreza. Los hogares pobres tiene más hijos, y a edad más temprana, que las familias de ingresos medios.

Más allá de las convicciones morales que impulsan la procura de crecer para mitigar la penuria, hay –en todas las economías- una pulsión para multiplicar los panes porque la sombra de la pobreza, además del sufrimiento absoluto y relativo de los que la padecen, amenaza la estabilidad de las condiciones de vida de los que no la padecen.

Por otra parte, como contraste, en aquellos países en los que, dejando de lado los efectos de los recientes procesos migratorios, el envejecimiento progresivo se torna dominante. Entonces, a pesar de las mejores condiciones económicas iniciales, se hace imprescindible crecer para sostener una población que no fue pobre pero que por dejar de producir (trabajar) puede pasar a serlo.

En un extremo se nace pobre; y en el otro se empobrece con la edad.

En síntesis, de una punta a la otra de los sistemas económicos, una cierta tasa de crecimiento es necesaria para permanecer en el mismo lugar. Y una tasa del doble es necesaria para poder ir a otro lugar … o lo que es lo mismo para estar mejor.

Absorber la pobreza o soportar el envejecimiento exige crecer mucho. Y ese mucho depende del punto de partida de cada uno.

Cada sociedad tiene una memoria genética del mejor lugar en donde estuvo. Hay un consenso en la profesión, desde Miguel Ángel Broda en el extremo de la ortodoxia hasta los heterodoxos como el suscripto, que, en términos de pobreza, empleo y distribución, ubicamos a los años dorados en el primer quinquenio de los setenta del SXX. En realidad crecimos notablemente, lo dicen los Censos, entre 1964 y 1974. Mejorando desde el 1970 a 1974 y derrapando en picada desde 1975 de manera permanente hasta nuestros días, en términos de pobreza, empleo y distribución.

El Coeficiente de Gini de aquellos años rondaba 34, una distribución más o menos de la Dinamarca de hoy; la pobreza era de 4 por ciento de la población, y el desempleo de 3 por ciento.

Hoy las cifras de empleo – que son muy altas – para ser correctamente apreciadas deben ser corregidas por la enorme cantidad de personas que no buscan empleo y aquellas que trabajan menos de una jornada completa o disponen de trabajos que carecen de las condiciones de la seguridad social (empleo en negro).

Vamos al presente. La distribución actual está más cerca de los Coeficientes de Gini de Latinoamérica (la región de la peor distribución del ingreso del planeta).

La pobreza condena a un tercio de la población.

Sin tener en cuenta la cuestión del envejecimiento, que por unos años más no es un problema en nuestro país (aunque ya es un problema para la seguridad social), es evidente que la economía argentina, por la decadencia de sus indicadores sociales, tiene que correr para permanecer en el mismo lugar y duplicar esa tasa de crecimiento para colocarse en otro lugar siguiendo la “hipótesis de la Reina Roja”.

Sabemos que el crecimiento de las economías es el método más sereno para poder resolver los problemas distributivos que generan la pobreza presente y el envejecimiento futuro. Hay otros métodos pero no gozan de la simpatía mayoritaria y por eso son irrealizables.

Construir una mayoría para la manera de crecer, un consenso de desarrollo, es la tarea central de la política. ¿Dónde cree usted que se aloja nuestra principal carencia?

Dicho esto resulta claro que, dejando de lado los daños ecológicos –que pagarán las próximas generaciones– o dejando de lado la posibilidad de profundas transformaciones culturales, por ahora, el crecimiento es la vía necesaria –aunque insuficiente– para resolver nuestros problemas presentes y no agravar los del futuro.

¿Nos podremos poner de acuerdo para hacerlo sin que los vectores de fuerza contrarios y sucesivos lo impidan?

Ahora bien ¿cómo están nuestros músculos para correr rápido y el doble de rápido? ¿Cómo andan nuestros gemelos de la economía? Los famosos gemelos.

El déficit fiscal es enorme y venimos mal con el déficit externo.

Los gemelos más meneados están contracturados, desgarrados y sin tono. Y en esas condiciones correr es muy difícil.

Dejemos de lado las responsabilidades previas de la situación presente de la musculatura. Existen, las conocemos, pero hoy no da la pena batir el parche.

Lo mismo podemos decir de las responsabilidades presentes.

Debemos preocuparnos por las responsabilidades futuras que son las que asume lo que llamamos la política económica.

Como es obvio la condición de los gemelos es una condición necesaria para poder correr. Pero es insuficiente, y algunos otros músculos afectan la posibilidad de tomar velocidad. Es un sistema.

La economía esencialmente lo es.

Con lo que no solo los déficit gemelos (fiscal y externo) afectan la posibilidad que la economía responda a la hipótesis de la Reina Roja, hay otros elementos.

Pero por ahora concentrémonos en nuestros gemelos fiscal y externo.

Una opción, la adoptada por el gobierno en soledad, para tratar ambos déficit es el endeudamiento.

Los préstamos en dólares financian lo que los ingresos tributarios no proveen y a la vez, esos prestamos, nos financian el exceso de importaciones por sobre nuestras exportaciones.

El Gobierno ha adoptado esta estrategia de endeudarse, que, según las autoridades, además de resolver cada uno de esos problemas, le permite a la vez dominar la tasa de inflación.

Los productos importados traen empaquetados, básicamente, salarios bajos o altísima productividad o subsidios a la exportación y, en consecuencia, presionan los precios a la baja.

Y como el ingreso de dólares financieros mantiene el tipo de cambio a raya, importar –con inflación local– hace los bienes finales y los insumos extranjeros, cada vez más baratos.

Las consecuencias golpean sobre el empleo, la pobreza y la distribución. Y esto ocurre, básicamente, porque la economía no crece lo que tiene que crecer.

¿Cómo salir de aquí en más de este laberinto? Ya sabemos que, como dijo Leopoldo Marechal, de todo laberinto se sale por arriba.

Arriba es el espacio que está por encima del problema. Y, póngalo como quiera, más alto está la política con mayúscula.

La política, no la de aspirar a controlar el poder (electoral), sino aquella que conjuga el poder hacer las cosas que tenemos que hacer (virtuosa).

Ahora bien, el PRO –que es quien realmente gobierna mientras que el radicalismo pone la estructura de reclutamiento– ha instalado la política del “metro cuadrado”, que es el espacio en que se supone los votantes mensuran su vida cotidiana. Junta votos.

En ese contexto, dijo Eduardo Fidanza en su brillante nota del último sábado en La Nación, “el Metrobús vence a la lucha de clases”.

En esa dirección de proveer lo inmediato y visible, Fidanza enumera créditos hipotecarios y obras públicas, para los ojos y el futuro de los sectores medios; y atención a los sectores vulnerables. Herramientas que resuelven problemas inmediatos y capturan voluntades electorales. El PRO hace política electoral para el poder.

Fidanza agrega otras dos condiciones para que la cosecha electoral sea sustanciosa.

La primera, el desprestigio de “la alternativa”.

La imagen de Cristina Kirchner, por mas cambiada que se presente, es demoledora: corrupción, soberbia y una espantosa herencia económica y social luego de años de bonanza externa.

Esa imagen golpea también a Florencio Randazzo, su exministro y mentor de los trenes chinos, y a Sergio Massa, su exjefe de Gabinete, cultor del INDEC trucho y rodeado de exfuncionarios del elenco K.

Los juicios tienen efecto de ketamina en dosis gigantescas para la imagen de los K en general.

La segunda condición para la cosecha electoral, señala Fidanza, es “una economía floreciente”.

Respondo, el PRO no la ha logrado. En el mejor de los casos la economía está en proceso de recuperación del nivel de 2015.

La recuperación de niveles del pasado significa que, en términos por habitante, todavía estamos peor. En el mejor de los casos estamos en los niveles por habitante de unos años atrás.

Nada floreciente se conjuga con el concepto recuperación.

Hasta ahora nada de crecimiento, ni de desarrollo, que apunte de verdad a mañana. Aunque en el PRO sostienen que están construyendo la plataforma de lanzamiento.

Fidanza concluye diciendo: “Resta saber… si… PRO emprenderán una transformación profunda y arriesgada del país”.

Hoy el PRO satisface el metro cuadrado para la política electoral.

Pero está lejos de procurar la política virtud de la transformación y de las bases estructurales del desarrollo, que implica recrear las condiciones del Estado de Bienestar que –con sus más y sus menos– alguna vez tuvimos en los términos de la época en que se realizó.

La clave de esa recuperación tiene que ver con los gemelos. Los que permiten correr doble, la hipótesis de la Reina Roja, que son los gemelos más mentados de la economía que refieren al equilibro básico de las cuentas públicas (déficit o equilibro fiscal) y al equilibrio básico de las cuentas externas (déficit o equilibro externo).

Primero pongámoslo claro: las cuentas públicas no cierran, básicamente, porque el Estado se ha hecho cargo –por cierto, mal– de la incapacidad del sistema de crear empleo.

Eso implica una planta pública que tiene –como mínimo– un tercio de empleados redundantes, innecesarios y que ocultan un muy caro “seguro de desempleo” que incluye espacio, muebles e insumos inútiles.

Ese gasto público innecesario –que infla el PBI– es, paradójicamente, necesario para mantener la estabilidad social. Como lo es también el aluvión de subsidios y transferencias sociales que también tratan de paliar la incapacidad del sistema para crear trabajo. Eso también infla el PBI.

La suma genera la fantasía de cifras de empleo que, en realidad, no lo son porque se trata de empleos improductivos.

La “improductividad” de esos empleos está en la base del déficit fiscal y en la de la contracción estructural del PBI.

No hay manera de cerrar la brecha fiscal sin un verdadero crecimiento económico, que no lo produce la agenda del Metrobús, ni la de la obra pública, ni la del crédito hipotecario.

Todas esas cosas son necesarias y muy buenas. Pero el crecimiento con productividad posterior, que de eso se trata, solo se logra con inversiones reproductivas. Lograr inversiones reproductivas con empleos productivos es la principal tarea de un gobierno virtuoso.

Y lamentablemente esa no es la mirada PRO y por eso no llegan las inversiones.

No hay política de inversiones. Porque la política del “metro cuadrado” o de la “agenda de hacemos” no es una estrategia de desarrollo; y es más la sustituye en el discurso de la política.

La pedagogía al revés: hacemos los que nos piden y no hacemos lo que necesitan. Encuestas, encuestas, encuestas.

El segundo gemelo atrofiado es el déficit comercial externo.

La industria es absolutamente deficitaria en materia comercial externa.

Pesos más pesos menos su funcionamiento, aun en estado deprimente, genera un déficit de más de 25 mil millones anuales que se deben paliar con exportaciones primarias y financiamiento externo.

Cada uno por ciento de crecimiento del PBI implica el crecimiento de tres por ciento de las importaciones.

Las exportaciones, que las pagan, se han primarizado y dentro del sector primario se han “reprimarizado”: vendemos poroto de soja en lugar de carne.

No hay manera de resolver este conflicto sin incorporar “industria” al paquete exportador.

La misma cuestión que genera el déficit fiscal estructural es la que genera el déficit externo estructural.

Los gemelos atrofiados no nos dejan crecer y se atrofian porque no crecemos.

La causa de la enfermedad es la ausencia de una estrategia de desarrollo de largo plazo que requiere de una estrategia de inversiones y de una estrategia de desarrollo industrial.

En ausencia de ambas estamos condenados a los déficit y al gradualismo del endeudamiento externo que nos atrofia todos los músculos de la economía.

En esta etapa pequeñita de la política electoral, que porque es exitosa pospone el debate de la política virtuosa, el senador Miguel Ángel Pichetto, fuera de la contienda, acaba de pronunciar, el jueves pasado, un breve discurso en el que expuso, con absoluta claridad, que la gran política para salir del laberinto de los gravísimos problemas del presente, uno de los cuáles sin duda es la economía, de ninguna manera el único, pasa por la concertación.

Es que no hay manera de solventar políticamente una estrategia de desarrollo de largo plazo, no hay otro desarrollo que no sea de largo plazo, sin consenso y sin acuerdos concretos.

Eso exige concertar que es hacer ciertos, verdaderos, compromisos en común.

Pichetto sostuvo que es imprescindible una convocatoria que solo tiene sentido, en democracia, si la hace quien conduce el Poder Ejecutivo.

Debe incluir a todas las fuerzas políticas y sociales, para formular acuerdos básicos acerca del proyecto de país que concite la absoluta mayoría de las voluntades.

El jefe de la oposición mayoritaria en el Senado enunció temas centrales que implican el desarrollo territorial y demográfico y todas las situaciones críticas que, en ambos planos, se han presentado en los últimos años.

Rescatando experiencias olvidadas, básicamente por el peronismo de Perón –que es otra cosa-, recordó el Pacto Social de 1973.

Una mención realizada en la proximidad del aniversario del asesinato de José Ignacio Rucci que, como se recordará, fue como mínimo la responsabilidad intelectual de Montoneros, muchas de cuyas figuras aún pesan en la vida política nacional. Ellos aún no han realizado ningún acto de arrepentimiento sino más bien han reivindicado aquella violencia.

Viene a cuento porque Rucci fue asesinado por haber firmado y diseñado la concertación y Pacto Social de 1973.

Ese acuerdo fue la obra de todos los partidos políticos y todas las organizaciones sociales de trabajadores y de empresarios (incluidos la Sociedad Rural y la UIA). No se trataba solo de una política de ingresos sino de un conjunto de leyes votadas por unanimidad.

Ese acuerdo logró bajar la inflación del 80 por ciento anual a la mitad; pasar de la recesión al crecimiento vigoroso; y reducir la tasa del 7 por ciento de desempleo a menos de la mitad, en seis meses.

Y además fijó las bases para el último programa del país de mediano plazo de desarrollo que, entre otras cosas, introdujo la soja –sin la cual la penuria externa sería mayor– y Yaciretá –sin la cual hoy no habrá electricidad en el país. Visión de largo plazo.

No es necesario pensar en La Moncloa para acumular experiencias: la nuestra es anterior.

Pichetto convocó al acuerdo.

Ese acuerdo debe construir las bases para recuperar los gemelos para poder correr el doble de rápido.

Esa recuperación definitivamente no pasa por el endeudamiento. Tenemos experiencia en ello.

Tal vez sea hora de recordar que nuestra economía productiva tiene dos sectores que tienen dos velocidades diferentes y que es lo que tenemos que transformar.

El comercio internacional, tan protagonista de estos días, nos obliga a reconocer esa condición.

En el tránsito, este es el gradualismo, necesitamos un tipo de cambio para que la industria pueda exportar y un tipo de cambio que, al mismo tiempo, no haga que el sector primario sea super rentable.

Marcelo Diamand ya lo explicó. Las retenciones son la herramienta que permite que el déficit fiscal se aplaque y que el tipo de cambio competitivo para la industria permita que el déficit externo se aplaque.

La deuda externa, el gradualismo PRO, vieja conocida, no es un remedio, es un veneno.

Intoxica los músculos del crecimiento, contractura, desgarra y deja sin tono a los gemelos.

Esa ha sido la consecuencia que nos condenó a la crisis post deuda una y otra vez.

Si llegara a querer decir o significar algo la muletilla “populismo” no hay ninguna duda: el ejemplo más sólido de “populismo” es apelar a la deuda externa.

 El verdadero “populismo” es condenar al futuro y eso es la deuda externa para paliar el presente. 

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