La Renga volvió a tocar en Huracán

En su regreso a la Ciudad de Buenos Aires, la banda liderada por Chizzo se presentó anoche por tercera vez en el estadio de Huracán. Crónica de un regreso a todo trapo. Por María Fernanda Rey.

Por María Fernanda Rey

Como una procesión, la marea de personas se fue acercando ayer al Tomás Adolfo Ducó, escenario del cuarto banquete que ofreció La Renga a sus miles de seguidores. Cuadras y cuadras de gente de todas las edades que peregrinó al barrio porteño de Parque Patricios para revivir la esquina del infinito después de tanto tiempo. Diez años le llevó a la banda volver a tocar en la Ciudad de Buenos Aires; diez años de idas y venidas, de prohibiciones de un lado y reclamos del otro (la última vez había sido el 17 de noviembre de 2007 en el Autódromo Oscar Alfredo Gálvez).

Mucha agua había pasado bajo el puente desde aquel último concierto del 2007, muchas voces (de periodistas, artistas y seguidores) se habían levantado contra lo que consideraban un acto de discriminación. Luego, en mayo de este año, la productora había reservado el estadio de Huracán, pero el Gobierno porteño había rechazado la autorización por considerar que el plan de evacuación no era el apropiado. Por su parte, la Policía había hecho lo propio, citando “los tristísimos resultados” del recital del Indio Solari en Olavarría.

Finalmente, luego de varias reuniones, el conflicto se destrabó y los productores, Eduardo Sempé y Jorge Palazzo, anunciaron que la banda de Mataderos se presentaría en Huracán. En principio, fueron dos fechas, 29 de julio y 2 de agosto. Luego agregaron las del 5 y 9 de agosto.

Este fue el motivo por el cual esta constituía una fiesta más que esperada: la banda devenida en nómade involuntario había vuelto al barrio. Alrededor de cuarenta mil camaradas (y hacemos referencia aquí a una especie de comunismo que envolvió al show: todas las entradas tenían el mismo valor, 770 pesos) se rindieron anoche ante el poder de la voz y la guitarra de Chizzo Nápoli, de la energía de Tete Iglesias y de los estallidos que el Tanque Iglesias arrancaba de la batería; las cucarachas de bronce (los vientos), lideradas por Manu Varela, y el escenario con cuatro pantallas crearon el marco perfecto para que la noche, aunque fría y ventosa, se convirtiera en una velada memorable.

Durante el banquete, Chizzo se tomó el tiempo para dedicar “Motoralmaysangre” “a todos aquellos que se vinieron de lejos, que dijeron: ‘vamos a ver cómo es en capital’, acostumbrados a vernos en el interior”. Además, luego de “Lo frágil de la locura”,  pidió por la aparición con vida de Santiago Maldonado, ante la ovación de un público que se encargó de hacer presente a Walter Bulacio (muerto en manos de la Policía Federal en 1991, luego de un recital de Los Redondos) mediante cánticos durante todo el recital.

La lista de temas incluyó un poco de todo: desde temas del último disco (Pesados Vestigios), como “Corazón Fugitivo”, “Nómades” o “Muy indignado”, hasta clásicos, como “La razón que te demora”, “Balada del diablo y la muerte”, “Voy a bailar a la nave del olvido” o “El revelde”.

La perlita que nos dejó la noche: el comportamiento del público fue ejemplar. A pesar del gran despliegue policial, no se registraron incidentes de gravedad. Incluso, antes de que comenzara el show, alguien encendió una bengala: el estadio completo lo repudió con silbidos. Además, Chizzo agradeció el apoyo de tanta gente que hizo que la banda pudiera volver a tocar en la Ciudad y anunció que se agregaron dos fechas más: 26 y 30 de agosto. Queda dicho: “El rock and roll no morirá jamás”.

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