Lo que dejó el paso de Macri por España

El viaje del presidente argentino a Madrid tuvo un objetivo doble: atraer inversiones y abrir el camino para una mayor integración comercial entre el Mercosur y la Unión Europea.

Para los argentinos que habitan en Madrid, fue una semana atípica. Banderas celestes y blancas colorearon la emblemática Plaza de Cibeles. En el lujoso Paseo de la Castellana, se montó una carpa blanca que sirvió de sede para distintas actividades culturales rioplatenses. Las estaciones de subte se llenaron de publicidad gráfica invitando a participar de la feria Arco, donde la Argentina fue el país invitado de honor. Ese fue el marco de fondo para la visita de Mauricio Macri a España.

En términos políticos, el líder de Cambiemos fue recibido con todas las pompas de Estado. Las señales que emitieron tanto el primer ministro Mariano Rajoy como el Rey Felipe VI tuvieron una finalidad inequívoca: con la llegada a la Casa Rosada de alguien más próximo a sus intereses, se dio por inaugurada una nueva era en las relaciones bilaterales, tras las tensiones generadas durante los mandatos kirchneristas.

Para el Gobierno nacional, el viaje a España desnudó el error de su diagnóstico geopolítico inicial. La administración macrista había basado gran parte de su estrategia económica en el alineamiento con los Estados Unidos y en la esperanza de captar de ese mercado los capitales necesarios para reconducir un nuevo ciclo de crecimiento con eje en la inversión externa. El acceso de Donald Trump a la Casa Blanca y el consecuente viraje proteccionista de Washington aguaron esa hoja de ruta. El “segundo semestre” nunca llegó y Cambiemos se vio obligado a poner su mira en Europa.

En este sentido, el oficialismo ve en España una apuesta doble: representa una plaza atractiva para generar inversiones y es la puerta de acceso hacia una mayor integración comercial entre el Mercosur y la Unión Europea. Sobre el primer punto, Macri se fue del país ibérico con la tranquilidad de haber recibido el apoyo del mundo empresarial. Pero no debería confiarse. Los hombres de negocios españoles son efusivos para festejar el giro político que dio la Argentina en diciembre de 2015, pero elusivos para sacar la billetera. La inversión extranjera directa desde España se ubicó durante 2016 en niveles muy bajos, aún comparados con el período posterior a la estatización de YPF en 2012.

En cuanto al segundo ítem, Macri tiene en Rajoy a un aliado clave para convencer a Bruselas de la conveniencia de alcanzar un acuerdo de libre comercio entre los dos bloques regionales. Pero el escenario post-Brexit es delicado. Entre abril y septiembre habrá elecciones en Francia, Holanda y Alemania. En los tres países las fuerzas anti-globalizadores tienen un peso creciente, y oscurecen cualquier perspectiva de apertura económica de la Unión Europea. Es un mal momento para la llegada al concierto internacional de los apologetas del libre comercio.

Con todo, el viaje de Macri a España fue un bálsamo que lo rescató de una coyuntura local compleja. Cruzar el océano le permitió quitar de la agenda pública la crisis generada por el acuerdo con el Correo argentino y el intento de modificar a la baja la fórmula de aumento de las jubilaciones. Solo el pedido de liberación de Milagro Sala y las críticas realizadas por los diputados de Podemos incomodaron el road show del presidente argentino durante esta semana.

El inconveniente es que la gira internacional terminó y los conflictos nacionales parecen multiplicarse. Marzo comenzará con las asperezas que ya genera la pelea con los docentes por la negociación paritaria y con una serie de movilizaciones callejeras que son un indicador de un peronismo que empieza a despabilarse de cara al año electoral. En el marco de un 2017 que arrancó complicado para el Gobierno, Macri extrañará sus días felices en Madrid.

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