¿Qué pasó?

Por: Carlos Leyba

Entre las muchas cosas que pasaron, en la semana posterior a las PASO, se destaca la convicción, al menos pública, del oficialismo acerca de que la mayoría de los argentinos optaron “por el cambio”.

La segunda, dentro del campo del gobierno, es que, siempre para el público, lo que hicieron hasta ahora (y tal vez con más las reformas tributarias, previsional, laboral, etc.) augura una onda de expansión económica por los próximos 20 años.

La primera afirmación, la presunta mayoría, es sencillamente falsa. Y es más, se podría decir que el resultado ha sido todo lo contrario.

Una evaluación notable sobre el show de mentiras pos PASO nocturnas del PRO es la nota, imperdible y alumbradora, de Eduardo Fidanza en La Nación del sábado pasado. ¿Cómo confiar en las propuestas PRO después de la orquestada mentira de la noche de las PASO?

La verdad es que el 65 por ciento de la población no votó a Cambiemos, y por lo tanto no lo hizo por el “cambio”. Al menos no por “el cambio” como un paquete cerrado de lo que el gobierno ha hecho y lo que ofrece hacer.

De la segunda afirmación, la que comenzó el crecimiento de 20 años, que supuestamente no es un deseo – y que si fuera un deseo todos compartiríamos –; sino que se trata de una “proyección”, de lo que supuestamente ocurrirá, basada en “lo que ya hicimos” (el gobierno).

Sólo cabe decir que en función de los “datos” que aportó el Ministro Nicolás Dujovne, en el reportaje que le hicieron en el diario La Nación este domingo, esa proyección, técnicamente, es un error grosero. ¿Vale la pena discutir esa tontería? Por cierto que no.

Volvamos a la primera convicción pública del gobierno.¿Acaso son hoy la mayoría? Obviamente no.

Pero, esto no significa que el 65 por ciento, que es la mayoría, esté en desacuerdo con la obra pública que este gobierno claramente hace mejor, más rápido, más barata y más sensatamente que el circo de la obra pública del kirchnerismo. 

Tampoco significa que esa mayoría real, la que no votó por Cambiemos, esté en contra del discurso y la práctica de enfrentar a la corrupción o la crítica y condena a los jueces que no juzgan y que no pueden explicar su patrimonio.

Por las fortunas obscenas que observamos de gente que no nació rica, y pasaron la mayor parte de su vida adulta siendo funcionarios públicos, no cabe duda del saqueo compartido. De los que estaban adentro y de los cómplices de afuera, muchos de los cuales tienen el descaro de condenar la corrupción  con cara de sorpresa y “no te puedo creer”. Este sayo les cabe también a muchos de los no acusados que, durante mucho tiempo, comieron en la misma mesa de los que disfrutaban de la parrilla.

Los que no votaron por Cambiemos también están indignados de la corrupción. Pero son los que no creen que la única manera de combatirla sea ponerse detrás de Mauricio Macri. Durante años ni Elisa Carrio ni la mayor parte de los radicales, que combatieron el cohecho, creyeron que detrás de Mauricio estaba el mejor lugar de lucha

Esa mayoría que no voto Cambiemos, se compone, entre otros, de ciudadanos que sufren las consecuencias de, por ejemplo, 20 meses de caída de consumo (CAME), de la pérdida del empleo y de una creación de empleo que ni remotamente absorbe a los desocupados total o parcialmente; y que – por cierto  - no satisface la demanda potencial de empleo que surge del simple cómputo de la demografía o de quienes padecen o siguen padeciendo la condición de pobreza.

Esos ciudadanos – más allá que saber o no que sus actuales condiciones no sean la consecuencia de la política gubernamental – no votaron a Cambiemos porque el gobierno no mejoró su situación.

Pero también, entre los que no votaron al gobierno, se encuentran los que no imaginan que las políticas realizadas o las anunciadas, puedan modificar esas condiciones o lo que es lo mismo, generar crecimiento y desarrollo.

También no los votaron los muchos que no toleran, no comparten, no disfrutan de la cultura del globo, los colores y “la abolición del pensamiento crítico” que postula el autodenominado “filósofo” o “intelectual” G. Rozitchner que asesora al presidente que baila para el público, y que la llama “esta pendeja” en público a la Gobernadora…

Y naturalmente no lo votaron todos aquellos que discrepan de la visión “mercado” – para decirlo con una sola palabra – que el gobierno entiende que es su “propuesta cultural”.

Pero con el 35 por ciento de los que lo eligieron, es indiscutible que, después de las PASO, la relación de fuerzas del gobierno vis a vis las oposiciones ha mejorado sustancialmente, que “la difusión” de la opinión pública favorable al gobierno ha aumentado su dimensión territorial y social, y que el “discurso oficial” ha ganado terreno en lo que socialmente se expresa como lo “políticamente correcto”.

Por eso el gobierno es hoy, siendo sólo la primera minoría, “más representativo” que el día anterior a las PASO y, como fuerza identificable, es la que ocupa políticamente el centro del escenario.

También es indiscutible que, después de 20 meses de no haber podido o sabido, mejorar una herencia económicamente negativa, y de haber empeorado muchas de las variables económicas relevantes, finalmente, muchos números de la economía han pasado de amarillo a verde pálido, independientemente de que esto sea un mero rebote más que una tendencia, o un momento efímero más que el comienzo de un proceso positivo.

Un avance político y un cambio de color de la coyuntura, que no son ni el logro de una mayoría ni la conquista del crecimiento, denotan, sin lugar a dudas, que de todos los que concurren a las elecciones de Octubre, el oficialismo, Cambiemos, es el que está mejor parado.

Antes de las PASO, y así lo escribí, imaginaba con las encuestas en la mano, el triunfo de CFK en la provincia de Buenos Aires cosa que todavía puede pasar en Octubre.

Señalé que si el triunfo CFK hubiera sido por una diferencia importante, entonces, la economía de los próximos días hasta las elecciones, sería una mas complicada que la que fue el marco de las PASO.

Si así hubiera sido, para Cambiemos habría sido un retroceso político y económico. Pasó lo contrario. No se desestabilizó el dólar y se renovaron las Lebac. Y por los dichos al PRO se les agrandó el ego.

Y de paso cañazo, el “impacto miedo” – que daría lugar a un reagrupamiento, para el triunfo de Cambiemos, en Octubre – desapareció y – en compensación – la perturbación económica no ocurrió. Menos miedo y relativamente mejor economía ¿quién gana en Octubre?

La pregunta tiene que ver más con el peronismo que con el gobierno o la Nación en su conjunto. Cambiemos “ya ganó”: ya instaló el triunfo y lo va a repetir en el orden nacional.

La eventual derrota en la provincia de Buenos Aires a manos de CFK será por poco y ya está descontada.

No impacta en Cambiemos. Pero sí en el peronismo.

Ganando CFK – que será por poco – se abre una posibilidad que, paradójicamente, le resta al peronismo como oportunidad. CFK encabezará la fracción mas importante del peronismo en la Provincia.

Pero una fracción que ni remotamente alcanza para ganar y sobre la base de la cual difícilmente se puede construir la unidad del peronismo que ya viene disgregado de tal manera que hasta hay peronistas en Cambiemos.

El triunfo de CFK “ordena” pero dividiendo. De un lado la línea de la renovación peronista que sucesivamente aplastaron Carlos Menem y Néstor y Cristina Kirchner. En ella lo mejor de la dirigencia sindical, muchos dirigentes sociales y las líneas más consecuentes del peronismo tradicional del interior. La idea de movimiento de la producción que intentó representar la renovación en la democracia nacida en 1983 y que Antonio Cafiero sintetizaba como “la lucha por la idea”.  

Si CFK pierde quedará limitada a liderar una fracción “poco peronista”. La de la cultura Página 12, ex militantes del PC y tristes montoneros que confundieron con entusiasmo “Volveré y seré millones” con “Volveremos con millones o cientos de miles …” Usted me entiende. Su retiro no habrá sido a tiempo.

Su confinamiento a la nostalgia de una “revolución” que nunca protagonizó le permitirá a las fuerzas del peronismo volver a las fuentes.

Por ejemplo recrear y redefinir la consigna de la Independencia Económica, formulando un programa vigoroso de Industrialización y de desarrollo territorial y demográfico, sometiendo toda la estrategia de comercio internacional a ese objetivo central. Eso es invertir para el empleo estable.

Recrear y redefinir el concepto de Justicia Social embarcando al país en la lucha contra la pobreza, privilegiando la erradicación de la pobreza en los menores de 14 años con un programa masivo de educación de emergencia. Y un programa de trabajo para que la dignidad de la vida permita a cada uno producir y con ello ganar el sustento y el progreso para la familia. La Justicia social así entendida no surge del natural desarrollo de las fuerzas del mercado. Ni del reparto de calma por el Estado. En el estado de injusticia social en que vivimos la grieta social es la única realidad y amenaza la vigencia de la Nación. No hay Justicia Social posible sin Industrialización y la industrialización sin Justicia Social es un proceso trunco.

Finalmente la Soberanía Política. Para que el pueblo sea realmente el soberano debe reestablecerse el principio de la representación. Quienes gobiernan o lideran ámbito de poder son meros representantes de la voluntad popular y ella desaparece si no hay participación activa en la formación de los programas, los objetivos y los instrumentos programáticos. Esa es la función de los partidos organizados y con vocación de debate y de puesta en discusión dentro y fuera del poder. Y ese es el instrumento mas importante para no quedar sujeto a los poderes fácticos. Hoy gobierna en el interior del país la oligarquía de los concesionarios, los particulares que se han apropiado del patrimonio público y de sus redes. Hay que reestablecer la autoridad y los objetivos del Estado en el desempeño de esas concesiones. Y respecto de las relaciones de poder con el resto del mundo es imperioso reconfigurar la relación con la República Popular China y en el MERCOSUR sobre la base que no hay política de relaciones internacionales positiva para el país sino contribuye a la diversificación del aparato productivo nacional. Y no cabe duda que llevamos años de prácticas internacionales que impulsan la especialización.

CFK recibió el rechazo del 65 por ciento del electorado. Pero Cambiemos también.

El país necesita imperiosamente un programa de desarrollo que es, además, un programa de industrialización. No está en la agenda de Cambiemos. No lo  estuvo en el kirchnerismo. Y los gobiernos anteriores gestaron la desindustrialización con energía envidiable.

El país necesita imperiosamente ser una Nación en la que todos sus habitantes sean parte. La pobreza es exclusión de la Nación. Un tercio se viene acumulando hace 40 años. 13 millones de argentinos. Un escándalo moral. Y además la distancia. Los ricos son cada vez mas ricos. Los pobres reciben la presión de otro tanto que siente cada día el riesgo de serlo. Una sociedad dividida. Las dos ciudades de Dickens. La grieta que impide la movilidad social como progreso colectivo.

Y finalmente la cesión del poder de decisión a grupos apoderados de los bienes que fueron patrimonio de todos. Especie de mafia rusa sin escrúpulos. Recuperar el poder para los ciudadanos es una prioridad. Eso es generar la cultura de la participación. Consolidar los partidos políticos organizados, programas, debates. Y obligar al deber de representación a quienes han sido elegidos por el poder popular y a los funcionarios públicos que se piensen como servidores.

El país necesita eso. Cambiemos, o al menos el PRO que lo conduce, no tiene esa visión. Ellos, con buenas intenciones, creen que el mercado lo resolverá. Todo. A punto que creen que la política es mercado. Su principal numen es un vendedor de jabón.

Creen que el mercado mundial, con las fronteras abiertas, determinará qué debemos producir y cómo debemos vivir. Y que el mercado hará justicia. Creen en las virtudes del mercado y decidieron desconocer sus vicios que son mas que evidentes para cualquier persona culta del planeta.

Cambiemos gobernada por el PRO no tiene los objetivos necesarios. Ellos no tienen objetivos. Solo instrumentos. Y el instrumento es el mercado.

No hay una fuerza política que ofrezca el programa necesario. El kirchnerismo desperdicio los años mas venturosos de la Argentina en un siglo. La cultura Página 12 se limitó a la defensa de los derechos de las minorías sin atender a las transformaciones estructurales. Pasado. Felizmente no podrán volver. Han sido desenmascarados.

¿Pero quién se hará cargo de lo que hay que proponer y hacer?

Una corriente de fuerza posible es la que permanece en las filas de los partidos o las líneas, todas, que no creen en la sabiduría omnímoda del mercado. La derrota de CFK abre esa posibilidad dentro del peronismo, en la periferia con líderes como Fernando Pino Solanas, en el radicalismo, la democracia cristiana y muchos independientes que creen que una “Argentina mejor es posible” el lema de Humanismo y Liberación de la DC conducida por Carlos Auyero, Augusto Conte Mc Donal y Enrique De Vedia, dirigentes y hombres públicos ejemplares, que honraron sus vidas estando siempre abiertos al diálogo y a la esperanza. Hay para imitar.

Pero ese camino será difícil de transitar si a la defensa irrestricta de las posiciones básicas, la crítica al gobierno de turno, no se le suma el honesto reconocimiento de, por ejemplo, la obra pública de este gobierno y la honesta crítica con nombre y apellido de la corrupción que no debe esperar  la sentencia de la justicia cuya demora es un tributo a la complicidad.  

Este estado de cosas es el que observamos y eso es lo que pasó.

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