Una mujer invita a su mesa de Nochebuena a los que están en situación de calle

Marta Terribile decidió invitar a su casa a compartir la mesa para recibir la Navidad, a todas las personas que están solas o viven en situación de calle.

Marta Terribile y decidió organizar un agasajo e invitar a su casa a compartir la mesa para recibir la Navidad, a todas las personas que están solas o viven en situación de calle en la Ciudad de Santiago del Estero.

La invitación fue llevada a cabo a través del diario local Nuevo Diario, donde brindó su domicilio que está ubicado en la calle La Rioja Nº 598 en la capital de Santiago del estero; y mediante la cual solicitó a los lectores que "informen de ésta iniciativa a quienes lo consideren necesario".

Además, si bien cuenta con los medios para hacer un modesto agasajo, instó a todas aquellas personas que deseen colaborar que lo hagan mediante donaciones que recibirá en su domicilio.

Según expresó la mujer, “Voy a hacer un pequeño brindis, con el sólo objetivo de compartir, porque en Navidad todos queremos estar acompañados”.

La idea surgió, desde que Marta decidió repartir budines y panes en las calles de la ciudad desde el año 2011, junto con un cuento de su autoría, denominado: “Un sueño de Navidad”.

La historia creada por Terribile, relata la vida de un cartonero que se queda dormido, y sueña que le regalan comida y ropa en Navidad. Cuando se despierta, se da cuenta que no es real, pero cuando vuelve a su casa se encuentra con una grata sorpresa.


Cuento "Un sueño de Navidad"


Son las 7.30 de la mañana. Don “Juaquín” abrió sus ojos, y una suave brisa se filtraba por la ventana echa de cartón prensado. ¡Qué tarde era!

 Se levantó aprisa, se lavó la cara y peinándose rápidamente, tomó unos cuantos mates. Para él ya era “sol alto”, porque se levantaba cuando el alba asomaba en el horizonte.

Tomó su carro y emprendió la marcha. En media hora, estaba en pleno centro, cargando los cartones.

De pronto escucha:

 

¡Don “Juaquín”!

 

Era doña Rosa, la panadera, con bolsa en la mano. “Para usted”, le dijo y él agradeció.

Así fueron pasando las horas, el sol empezó a calentar y sacando una gorra de todos colores cubrió su cabeza blanca. Era petiso y de contextura ancha, se notaba que en sus años mozos era musculoso,

Caminó unas cuadras y apuró la marcha hasta llegar a una plaza. Se sentó a descansar justo bajo un algarrobo; el canto de un coyuyo transformó su rostro curtido por el intenso sol.

Fijó la mirada en el horizonte. ¿Recuerdos de su niñez allá en el campo, quizás? Nadie podía saber. Así pasó un largo rato.

Sus ojos pardos, ahora tenían un brillo extraño de felicidad.

De repente, paró un automóvil, bajaron unas personas y le obsequiaron cajas de todos tamaños. Sin poder creer lo que veía las abrió y había golosinas, turrones, panes, dulces…

Entonces se pellizcó. ¿Estaré soñando?, pensaba. Abrió otra caja y había pantalones, camisas, corbatas. ¡Qué feliz era!

“Esta Navidad me pondré la camisa azul, el pantalón del mismo tono y esta corbata roja”, se decía, y a la vez preguntaba ¿cómo haré para llevar tantos regalos a casa? Buscaré a alguien que me ayude. Al primero que pase le pediré y compartiré mis regalos.

Pasaron minutos interminables hasta que, a lo lejos, divisó una figura masculina. Era su compadre Luis, con su carrito.

Con una sonrisa, le dijo a los gritos:

¡Mirá lo que me regalaron! ¡Qué afortunado soy! La gente es generosa y caritativa. Toma, pon en el carro… ¡Ayúdame!

Fue ahí cuando alguien lo tocó y le dijo: “Despierte señor, se quedó dormido y está en el piso agarrando el banco sin poder levantarlo”.

Miró a su alrededor y sintió vergüenza. Tapándose la cara dijo: “Me quedé dormido” y levantándose con dificultad, sonrojado, tomó el carro y emprendió la vuelta a casa.

Sin embargo, el carro estaba pesado y no podía moverlo.

“¿Qué pasa?”, se preguntó, y cuando se acercó a mirar tenía cajas de todos los tamaños.

Abrió una y había golosinas, en la otra turrones, panes…

Ahí se dio cuenta que en la Navidad, siempre se puede soñar, y esos sueños pueden hacerse realidad. 

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