Abarcando a todes: acerca del lenguaje inclusivo

Mucho se ha hablado y se ha visto últimamente en redes sociales acerca del llamado “lenguaje inclusivo”. Pero, ¿de qué hablamos realmente cuando nos referimos a esta nueva forma de lenguaje?

Por Marina Monzón Sosa


Mucho se ha hablado y se ha visto últimamente en redes sociales sobre el llamado “lenguaje inclusivo”. Hay quienes lo usan por la convicción de que realmente es una revolución en el habla en materia de género, hay quienes lo parodian, y hasta hay quienes —al costado de una posición y otra— terminan usándolo apenas por corrección política. Pero, ¿de qué hablamos realmente cuando nos referimos a esta nueva forma de lenguaje?

Por empezar, ¿en qué momentos se usa? ¿Aplica a todas las palabras del diccionario? Si no quiero ser tachado de sexista, ¿debo colocar una “e” o una “x” al finalizar cada palabra de la oración? ¿Hemos entrado en una distopía “le mer estebe serene”?

Para analizar algo, para bien o para mal, es requisito indispensable entender su funcionamiento. Para que quede más claro, la llamada “Asamblea no Binarie” ha lanzado una guía sobre cómo utilizar esta nueva forma de lenguaje de manera correcta. Aquí, algunos puntos básicos:

Por escrito, las letras que le den género a las palabras se cambian por una “x”, y para hablar se une la “e” como vocal sin género (todxs-todes, amigxs-amigues).

Cuando una palabra termina con “c” se convierte en “qu-” (simpáticos-simpátiques, cómicos-cómiques).

Cuando una palabra termina con “g” se convierte en “gu-” (amigos-amigues, magos-magues).

Cuando una palabra termina en “gua/guo”, la “u” pasa a tener diéresis (antiguos-antigües, contiguos-contigües).

En caso de que el femenino termine en “a”, pero el masculino no termine en “o”, en el neutro se reemplazará la “a” por una “e” y mantendrá el acento en la misma sílaba (trabajadore, traductore, etcétera).

Cuando una palabra ya tiene un género indiferente, no es necesario cambiarla (por ejemplo, “valiente”). Si la palabra en masculino coincide con la forma neutra se le suma un adjetivo o pronombre sin género. 

Al igual que en las grandes movidas feministas como, por ejemplo, la convocatoria al primer #NiUnaMenos en el año 2015, esta campaña vio la luz en las redes sociales. La finalidad es neutralizar el lenguaje español para incluir todos los géneros cuando se habla en plural, y no dejar afuera ni a las mujeres ni a la porción de la comunidad LGBT que no se siente identificada con un género binario.

Pero para quienes resisten estos cambios y se quejan de que aquí se quiere reescribir el idioma por “moda” o “capricho”, es importante mencionarles que la Argentina no es el único país que se ha decidido a dar batalla dentro de las reglas de su idioma. En España, por ejemplo, fue el mismo gobierno quien le pidió a la Real Academia Española (RAE) que revise el lenguaje utilizado en la Constitución Nacional, para hacerlo más inclusivo.

En 2015, Francia se vio envuelta en una polémica cuando el gobierno publicó un libro para los alumnos de Educación Moral y Cívica de 3er grado, donde se dirigía a ellos en un lenguaje no sexista. Este mismo año, sin ir más lejos, Holanda incluyó el género neutro en sus documentos oficiales, comenzando a reconocer una tercera opción a la hora de registrar a las personas (apuntando a los intersexuales). Acercándonos un poco a nuestra región, la expresidenta de Chile, Michelle Bachelet, lanzó un tuit en junio uniéndose a la tendencia, y refiriéndose a la juventud chilena como “chiquilles”.
Por su parte, la RAE ha dejado bien en claro su postura en contra de estos cambios que se quieren imponer como vanguardia. Al interpelarle sobre el uso de la “x” o la “e” como marcas del género inclusivo, su respuesta fue contundente: lo consideran innecesario. “No es esperable que la morfología del español integre la letra E como marca del género inclusivo, entre otras cosas porque el cambio lingüístico, a nivel gramatical, no se produce nunca por decisión o  imposición de ningún colectivo de hablantes”.

Cierto es que, pese a que las nuevas y llamativas reglas gramaticales la ponen en boca de todes, la idea de inclusión en el lenguaje no es nueva. Desde los suburbios de la Internet, donde se utilizaba el @ para referirse a un público mixto, hasta la actual expresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, implementando el “todos y todas”, parece ser que se está en búsqueda de opciones (más o menos aceptadas) para la no discriminación en la cotidianidad. Y es que, como pasa muchas veces, la sociedad avanza a una velocidad vertiginosa, dejando atrás muchas reglamentaciones que deben elegir entre aggionarse o censurar el cambio.

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