Camelot, la fortaleza de Gerardo

OPINION. Historia de la comiquería argentina que marcó un antes y un después. Tan así que su dueño se transformó en leyenda.


En la literatura europea, precisamente en Gales e Inglaterra, se conoce a Camelot como la fortaleza del Rey Arturo.  Si a ese mismo nombre lo ubicamos geográficamente en Av. Corrientes 1388 (casi esquina Uruguay) en la Ciudad de Buenos Aires, nos encontraremos con las ruinas, recuerdos y energía de otra fortaleza: la de Gerardo Busto y su comiquería, la legendaria CAMELOT.

Probablemente, este imperio fue un punto de encuentro de muchos fans, especialmente otakus (lectores de manga y espectadores de anime). De pasillo largo y fino, lleno de historias (ubicadas de forma vertical en bateas contra la pared), figuras, todo el merchandising posible a los costados y la vibración del subte de la Línea B que pasa por debajo, son algunas de las características superficiales de este comercio, que desde su apertura en 1994 a 2010, fue responsable y cuna del “nicho nerd”  en la Argentina.

El monarca de Camelot no era Arturo, sino Gerardo Busto, tal como mencioné. Este Rey era alto, de pelo largo, barba, contextura delgada y actitud enérgica. Comerciante empedernido. Pleno. Se lo podía llegar a encontrar todos los días- casi día y noche-  atendiendo a sus clientes. Vivía para competir y generar  más clientela. Su vida pasaba por el negocio.



Gerardo Busto.


Con relación al origen de este mítico y recordado local, se dice que durante finales de los años 80, Gerardo pasaba todos los días por una esquina de Av. Corrientes y Uruguay en donde había un puesto de diario que vendía mucha historieta importada, en cantidades anormales. Tiempo después, tuvo la idea, el deseo de abrir un local sobre el “género fantástico”.

En definitiva, así nació CAMELOT. No todavía como local sino como un puesto de diario llamado BL (Siglas del apellido y nombre de su papá, don Luciano) que vendía además películas en VHS importadas, entre otras cosas.

BL se encontraba justo enfrente de donde a día de hoy se encuentra una fría galería que supo ser hogar de Camelot. Este corredor comercial se encuentra desabrigado del calor que cientos y cientos de clientes y visitantes le proporcionaban al recorrer los pasillos del palacio de Gerardo, cuando estaba en su apogeo.

Con el objetivo de apuntar a un público nuevo, joven y surtido, Gerardo, ya con el kiosco de revistas sobrepasado de material  y con la necesidad de tener algo más grande para mejorar la calidad de atención y cuidado de su mercadería, se mudó al 1388 de la Av. Corrientes.



 

Una imagen tradicional. Filas y amontonamiento de gente para entrar al local.

 

Cómics, historietas, manga,  bandas de sonido, películas, figuras de acción, soundtracks y mucho más era lo que ofrecía este comerciante para un público muy silencioso. Lo que hacía especial a Camelot era que, al ser un punto de encuentro, allí lectores podían compartir sus pasiones sin caer en la tontería de ser mal vistos o burlados por la gente de esa época, que no era del rubro ni estaba metida en tema.

 

“El jueves entra material nuevo”, frase que se cumplía a rajatabla con cada uno de sus clientes que, con el tiempo, se fueron transformando en acólitos de Camelot. Literalmente, en el mayor sentido de la palabra, TODO SE ENCONTRABA ALLÍ.

 



Algunas de las novedades exclusivas que se encontraban en Camelot. Foto: Cristian Marful.

 

La comiquería trataba de proporcionar material de manera simultánea a la fecha de salida en el país de origen. Un trabajo de locos en épocas donde internet aún era una novedad del primer mundo y recién en Argentina comenzaba a aterrizar.

 

La librería fue pionera también en todo lo que respecta al material de superhéroes como por ejemplo Lobo, X-Men, Batman, Doom Patrol, entre otros, que eran editados al español por VID, Norma Editorial, Forum y Zinco, respectivamente.

 

La publicidad en revistas como Lazer, Radio Rock and Pop y el boca en boca entre los religiosos clientes hacían crecer a la leyenda. Tan así que se transformó en el centro comiquero de los años 90 y principios de los 2000, luchando palmo a palmo con el Parque Rivadavia de Caballito.

 

Visitar a Gerardo y su imperio era un EVENTO.

 

 

 

Creció tanto comercialmente que no le entraba el stock en el local que daba a la avenida. Se dice que viajaba todas las semanas a Estados Unidos a comprar material para vender en Argentina.

 

Consecuentemente a la falta de espacio y crecimiento de su poder adquisitivo, compró los locales de la galería donde se ubicaba Camelot, para así utilizarlos de depósito y también como exhibiciones constantes y continuas de sus muñecos. Muchos recuerdan el showroom de figuras de gran escala de Star Wars y la vidriera que tenía luchando a Batman, frente a frente, contra el Joker y su trampa mortal.





 

Figuras de acción que se conseguían en Camelot. Fotos de la colección de Cristian Marful, cliente por muchos años del local.

 

En cuanto a la figura de Gerardo, se oyen muchas versiones y opiniones dividas. Desde clientes que lo recuerdan con mucho cariño y con muchas anécdotas (dignas de un documental) hasta ex empleados que aportan malas experiencias laborales debido a sus tratos.

 

Al mismo tiempo, corren rumores sobre su personalidad paranoica. Gerardo pensaba que le robaban todo el tiempo, de ahí quizás el desfile de empleados. Tan así era su paranoia que hasta se mudó a un departamento justo enfrente de su local, en donde podía ver todo el tiempo la actividad de Camelot cuando él “no estaba”.

 

 

Se dice que todo lo mencionado fue producto de tantas horas de trabajo, dedicación comercial, sumado a un supuesto problema con estupefacientes que afectaron su salud.

 

En definitiva, nadie sabe a ciencia cierta el porqué Camelot cerró sus puertas en enero de 2010. Se alegan cuestiones ya mencionadas de salud del dueño, problemas  de deuda impositiva, conflictos judiciales con sus ex empleados y proveedores (efectivamente, George Lucas le hizo juicio por poner a la venta figuras de “Star Wars: La Amenaza Fantasma” antes del estreno), el fin del $1 a USD $1, la llegada de Mercado Libre, trabas aduaneras, etc. son algunas de las teorías conspirativas que alimentan el vacío que dejó la partida de un titán del rubro.

 

 

La página web de Camelot siguió abierta un año más luego de su cierre, varios rumores apuntan a que el mismo Gerardo repartía los pedidos confeccionados en el carrito digital de su local, con el “GerardoMóvil”, lleno de mercadería para vender.

 

Sin embargo, aproximadamente desde su cierre, Gerardo se borró del mapa. La última vez que se lo vio fue cuando visitó o trabajó (muy poco tiempo) en la comiquería La Revisteria, sucursal de la calle Belgrano en la Ciudad de Buenos Aires.

 

El podcast Ouroboros, luego de un año de búsqueda, dio con Gerardo pero a través del hijo.

 

 Lo que Gerardo expresó fue que añora y tiene el mejor de los recuerdos de los años dorados de Camelot pero que se quiere mantener al margen y en el retiro, agradeciendo el interés por su salud y paradero a todo el fan del “género fantástico”, tal como él llamaba a este mundo.

 







El comiquero argentino todavía se pregunta dónde se debe encontrar el material sobrante. Una teoría fuerte (otra más) es que se encuentra repartido por varios departamentos de la Ciudad, siendo uno de ellos el que habitó Gerardo, justo frente a Camelot.

Cientos de anécdotas y teorías aumentan la leyenda de este hombre que supo convertirse en un mito de la cultura popular argentina. Gracias a su trabajo dedicado, logró hacer que el amor por el manga, género de superhéroes y cultura pop crezca en el país a los niveles estratosféricos que hoy podemos disfrutar y estamos acostumbrados.

“SI NO LO TENEMOS, NO EXISTE”- GERARDO BUSTO



Sobre el autor: 25 años de edad. Oriundo de Buenos Aires. Lo encuentran reseñando cómics como @FestivoC  y @festivo_comics en Twitter e Instagram, respectivamente. Un multimillonario que se viste de murciélago por las noches le cambió la vida...

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