¿Castigar es bueno o malo? (2da parte y final)


La semana anterior dimos una serie de elementos en el que valorábamos lo inadecuado del uso del castigo a través de la violencia física o verbal. ¿Y de qué manera podemos llegar a suplir o evitar el castigo, se preguntará? Existen métodos que permiten reducir de una forma significativa este hecho, denominado el método de las consecuencias lógicas, cuya base esta centrada en una amplia comunicación padre – madre – hijo – hija.

Es importante ciertas reglas como son el establecer normas claras de conducta y enseñárselas a los hijos e hijas, evidenciando constantemente determinados mecanismos en la conversación que se tenga con los niños y niñas, por ejemplo: El tono de voz amistosa es más eficaz. Si el niño o la niña percibe el enojo del adulto, está consiguiendo un posible beneficio: conseguir toda la atención como fruto de su comportamiento. No decir por adelantado cuál será la consecuencia, esto se convertiría en una amenaza y anularía el efecto de la consecuencia porque el niño o la niña saben con antelación lo que ocurrirá. Además, el niño o la niña pueden decidir enfrentar la consecuencia como "una lucha de poder" y ver si el adulto sigue hasta el final.

Cuando el niño o la niña experimenta la consecuencia de su comportamiento no hay que decirle "te lo advertí", si insistimos sobre el resultado anulamos el valor correctivo y fomentamos la "lucha de poder" del niño o la niña para ganar la batalla final. La consecuencia debe estar relacionada con el mal comportamiento. El niño o la niña tiene que ver la relación entre lo que hace y el resultado, en otro caso no sería eficaz. Ejemplos: Si Juan rompe un juguete con intención, se le retira sin ofrecerle otro a cambio. Si Andrea no se lava las manos, no puede sentarse a la mesa para comer. Si Luis no recoge las piezas del ajedrez, no puede sacar otros juegos instructivos.



Otros elementos que deberán tener los padres y madres en cuenta nuestro propio comportamiento en cuanto a: Evitar la competitividad y la comparación, respetando la individualidad de cada niño o niña; No lamentarnos por el niño o la niña cuando le ocurre algo. En vez de ayudarle a superarlo provocamos lamentación por su parte y no le motivamos para que se sobreponga.

No dar demasiada importancia a los temores y miedos. Cuando el niño o la niña observa que se le presta atención por ello, puede afianzarse el comportamiento, tampoco es conveniente hacer que se enfrente bruscamente a la situación que provoca el temor. Siempre es más positivo ayudarle a que aumente la seguridad en sí mismo y, progresivamente, intentar que supere el temor.

Por último, recordar que para comenzar la eliminación de comportamientos desadaptados conviene elaborar una lista de los mismos, anotando la frecuencia, la intensidad y lo que sucede antes y después de cada comportamiento. Esto nos ayuda a reflexionar sobre los beneficios que obtiene el niño o la niña como consecuencia de dicho comportamiento y lo que puede provocarlo. Si tenemos claros estos datos estamos en el mejor de los caminos para alcanzar nuestro objetivo. Por cierto, ¿ya tiene preparado su cuaderno de apuntes, para comenzar?

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