Claudia Amura: "El ajedrez es un idioma propio"

EPD dialogó con Claudia Amura, la mejor ajedrecista argentina, acerca de su carrera, de su percepción del ajedrez argentino a nivel nacional y mundial, y del programa que lleva adelante en San Luis y que ha acercado el ajedrez a más de 250.000 personas.

Claudia Amura es la mejor jugadora de ajedrez argentina. Además, fue la primera mujer en lograr el título de Gran Maestra Internacional y es considerada la mejor ajedrecista iberoamericana de la historia por haber ocupado el puesto 11 del ranking mundial en 1991.

Hoy vive en San Luis, pero nació en Buenos Aires en 1970. Desde los ocho años ha jugado torneos, ha viajado a gran cantidad de países, ha competido contra los y las mejores del mundo y forjó relaciones de amistad con muchas de ellas.

Representó al país en múltiples ocasiones y está casada con Gilberto Eduardo Hernández Guerrero, Gran Maestro Internacional mexicano, con quien tiene cuatro hijos.

Hace quince años que promueve un Programa de Ajedrez Escolar, que les ha dado la posibilidad de aprender a jugar a más de 250.000 personas de la provincia puntana.

EPD dialogó con ella porque la realidad siempre puede superar a la ficción, y este es uno de los casos que lo demuestran.


LA ENTREVISTA COMPLETA


EPD: ¿Aprendiste a jugar al ajedrez mirando?

CA: La versión real es que a mi papá le gustaba el ajedrez, era un aficionado, y cuando se jugó el match del campeonato mundial Kárpov-Korchnói, lo transmitió por radio Antonio Carrizo. En esa época se anotaba el ajedrez en descriptivo. Yo tenía 7 u 8 años y mi papá me dio un papel en donde yo tenía que anotar. Entonces, como no sabía hacerlo, ponía Peón todo junto, 4 todo junto, no le daba la forma real. Cada vez que se hacía una jugada, la anotaba y mi papá la movía en el tablero. Creo que aprendí en ese ir y venir de tableros. No tengo consciencia de cómo fue, mi papá no me enseñó, sí a mi hermana, tres años mayor que yo.

Un día fuimos a una cena al club Jaque Mate, en el barrio Constitución. Recuerdo el salón donde hacían la comida, que era como un aniversario, y cuando me aburrí pasé a otro lugar medio sombrío, que era la sala de juego. Tenía mística, con las sillas de café viejas, todo de madera, los juegos de madera, las mesas olímpicas (que habían quedado de las olimpíadas), los relojes de madera; y me puse a jugar con un muchacho que estaba ahí, Jorge Rodríguez, un ajedrecista activo que hoy juega en Boca. Él tenía 15 años y yo lo veía como a un adulto, y vino mi papá y dijo: “La nena va a romper el reloj”, y Jorge le respondió: “No, la nena sabe jugar”. Ahí es cuando él se dio cuenta de que efectivamente sabía jugar.

Después, los del club le decían: “Llevala a jugar a la plaza y le sacás la plata a todos”, porque quién iba a apostar por una nena.

Jacobo Bolbochán le dijo que me anote en el Gran Prix, fue el primer torneo que jugué, un abierto internacional, con 360 personas, en el que éramos 3 o 4 mujeres, y había otro niño de mi edad. Todos los demás eran grandes, y me pasaron muchas cosas. Por ejemplo, mi rival me echa de la sala pensando que yo no era, que era mi papá, el árbitro me tiene que defender y sentarme en el lugar; muchas situaciones empiezan a pasar, que hoy me causan gracia, pero en ese momento era como: “¿Qué hace la nena jugando a la noche?”. Las partidas se jugaban hasta las 2 de la mañana, y yo iba a la escuela a las 7, entonces empecé a faltar.

 

EPD: ¿Cómo te veían tus competidores?

CA: En principio, les caía simpática. Yo me lo tomaba como una diversión, y de repente les ganaba a jugadores fuertes siendo una nenita; yo no sé si tenían rabia contenida, en algún caso recuerdo que me tiraron las piezas.

Había mucha rivalidad con los chicos de mi edad. Dejé un tiempo cuando enfermó mi papá y volví a los 11. Jugué el Metropolitano de niños, que lo gané, y jugué la final del campeonato argentino menores de 14, que también lo gané. Eran todos varones y dos chicas, una de Santa Fe y yo. Ahí descubrí la existencia de otra nena en el ajedrez.

Así me clasifiqué al Mundial, fui al femenino y uno de los chicos al Absoluto.

Entonces, por más que ganes un torneo con hombres, te digitan a dónde ir. No es inclusivo, porque vos te ganás un derecho, que en ese momento se vulneró; creo que hoy no sucedería lo mismo. Si vos ganás el Absoluto, te corresponde ir. O habría una sola categoría.

Creo, de todas maneras, que tiene que haber una categoría femenina, hasta que las mujeres seamos una cantidad cercana a la de los hombres, que es lo que pasa cuando se empieza. Si hacés un torneo sub 8, hay 5 nenas y 5 nenes; un sub 10, 20 nenas y 20 nenes; pero cuando hacés un sub 12, hay 5 nenas y 30 nenes. A medida que van creciendo, se va haciendo una brecha.


Y esa es la falta de promoción de ajedrez femenino.


Entrás a la Federación Argentina de Ajedrez (FADA) y todos los entrenadores son hombres. No hay entrenadoras ni las va a haber, a menos que contraten a una del exterior, porque las jugadoras de Argentina no les simpatizamos.

Pero no importa esta Federación, porque todo pasa. Lo importante es que esto es histórico.

Hay una situación violenta contra la mujer y también contra la gestión de la mujer. En el mundo del ajedrez, la mujer hoy ocupa un lugar de adorno.


Si ves el mapa mundial de mujeres, es una vergüenza ver lo que sucede en Latinoamérica.


¿Por qué en Rusia, en China y en Europa está la mayoría? Las grandes maestras que son campeonas del mundo se retiran rápido y hacen escuela; permanentemente escuela de hombres y escuela de mujeres.

Los chinos son campeones olímpicos en hombres y en mujeres. Tiene que ver con quién invierte más y cómo invierte. Rusia también, desde hace unos cuantos años, en el 1940, promueve el ajedrez femenino, empieza con torneos femeninos, porque no había tanto, y por eso tuvieron la hegemonía mundial.

En Argentina tenemos dos grandes maestras, Carolina Luján y yo, que nos los hemos ganado afuera, y se hacen Magistrales y no invitan a las mujeres.


EPD: ¿Notabas diferencias si jugabas contra mujeres o contra hombres?

CA: Yo jugaba los torneos Absolutos y, dependiendo de la edad, era cómo lo pasaba. Cuando era adolescente, entre los 15 y los 20, parecía que cuando te trataban bien era porque querían algo más. O cedés y sos una más, o te mantenés en tu lugar, en tus convicciones, con lo tuyo, y quedás fuera del sistema. Es un tema del que no se habla.

Es algo muy real, la mujer, a medida que se transforma en mujer, se convierte en otra pieza. No importa la edad, el árbitro, el entrenador, el dirigente.

Por ejemplo, en la serie (Gambito de dama), todos la miraban al principio como una niña genio, admirable y enemiga temida. Después, la empiezan a ver con otros ojos, y eso pasa.

Yo creo que la situación de la mujer cosificada es complicada en este contexto machista. La mujer dista más de esto. Yo voy a un hotel con una delegación de niños, no se me ocurre entrar a la habitación a entrenarlo.

Y muchas chicas dejan porque tienen que optar entre el franeleo, entre el “qué hago acá”.


EPD: ¿Tu papá pedía que los hombres salieran del baño para que vos pudieras pasar?

CA: Sí, es real. Fue con el equipo de Dolores. Jugamos el campeonato nacional, por equipos. Yo fiché para el equipo de Dolores porque enseñaba ahí. Los mejores cinco viajábamos al nacional, era el primer tablero. Yo iba con mi papá, nunca noté que los hombres fueran con otros intereses y él imponía una presencia importante.

Fuimos a este torneo en Misiones, éramos doscientos participantes, con una sola mujer, que era yo.

¿Por qué? Había mujeres que jugaban bien en otras provincias, pero viajaban los cinco en un auto, los cinco compartían habitación. ¿Dónde ponés una mujer?

Yo iba en colectivo con mi papá, casi siempre pagando cosas. En esos lugares había baños para hombres y para mujeres, alrededor de seis y seis, y éramos doscientos, por lo que todos usaban todos los baños. Entonces, cuando yo tenía que ir, que por ahí tenía apuros de tiempo y no podía esperar media hora, mi papá tenía que entrar y pedir que salieran para que yo pudiera ir.

Esas situaciones todavía se repiten.


¿Qué hay que cambiar? Arriba. Más dirigentes mujeres. Si querés un deporte inclusivo, igualitario, necesitás que haya más entrenadoras, más árbitras, más relatoras.


La igualdad está en la base de la pirámide, en las niñas. A medida que crecen, baja la cantidad de mujeres en el ajedrez. ¿Por qué? Una parte sentimental. Siempre hablo con las chicas, por eso necesitás entrenadoras mujeres. Porque hay que saber dividir cuestiones. Entre las mujeres ajedrecistas lo hablamos, porque requiere también de un entrenamiento.

Pero también está el otro contexto de que “¿qué quiere el otro de mí?”.


Claudia Amura en Dolores


EPD: ¿Qué sentiste cuando Najdorf dijo “la nena me hizo tablas”?

CA: En realidad, el que me hizo tablas fue él.

Esa partida tiene un valor sentimental, porque gracias a esa partida yo me gané mi primer perro. Mi papá me incentivaba y me prometía cosas ante los imposibles de las partidas. Cuando jugué contra él, ya era campeona argentina, me toca en la segunda ronda. Mi papá me dijo: “Si empatás o le ganás, te regalamos el perro que querés”. Yo iba re motivada. Jugué muy bien, llegamos a un apuro de tiempo, en donde yo tengo Dama, Torre, tres Peones por bando, y tengo un Peón de más en séptima, que está por coronar, pero tenía poco tiempo y había que llegar a 46 jugadas para tener otra hora. Y estaba Blas Pingas, el árbitro, que le decía a Najdorf: “Anote, maestro”. Yo estaba nerviosa y tenía un grupo de adultos mayores que me seguía a todos los torneos. Había cerca de cincuenta personas viendo. En ese momento, yo muevo la mano y Najdorf me la agarra y me dice: “Muy bien, nena, tablas”. En ese momento pensé que las tablas eran como un triunfo, porque no sabía si ganaba esa partida, por los nervios, por la situación, y creo que si lo hubiese ganado no habría sido tan impactante como ese empate que él decreta.

Después, en una columna de Clarín, él cuenta: “Le tuve que robar tablas”. Mi sentimiento fue ese, de que me resigné a su decisión, que era como una gloria. Además, no sé si le hubiese ganado.


EPD: Nombraste a un perro, ¿es cierto que tenías una perra que hacía jaque mate?

CA: Sí, Malena. Le había hecho una sesión fotográfica. Era una maltesa hermosa. La perra, cuando se caían las piezas, las agarraba y las ponía arriba del tablero. Entonces, me hace un mate en G7, yo le ponía volcada la Dama y la levantaba.

Si estaba durmiendo y escuchaba que se caía una pieza, venía y la ponía en el tablero.


EPD: ¿Quién era tu ídolo o ídola en el ajedrez?

CA: Yo creo que ídolos no tuve. Sí personas a las que he querido o admirado.

Capablanca me gustaba mucho, no solo por su estilo de juego, sino porque es el único campeón mundial latino, cubano, como el Gardel del ajedrez. Capablanca tenía ese estilo de persona con mucho talento y que hacía magia realmente.

Yo aprendí con su libro.


EPD: Y después ganaste el Torneo Memorial Capablanca.

CA: Sí, en Cuba. Y después me invitaron al Capablanca Superior. Ahí fue cuando nos pusimos de novios con Gilberto (Eduardo Hernández Guerrero). Yo tendría veinte años. Cuba es un país que me gusta mucho, tengo muchas amigas de ahí. Siempre es un lugar al que me gusta volver.

Lo que más recuerdo de los viajes es la gente, y con ellas hemos sido rivales y amigas.


Olimpíada en 1990 en Novi Sad


EPD: ¿Cómo se forjó la relación de amistad con Judit Pólgar?

CA: Estuvo en casa, me acuerdo que nos habíamos mudado. Ella tenía 9 años, estaba con su mamá y con Sofía porque Susan había viajado a un torneo. Estaban casi sin dinero, cuando no las conocía mucha gente. Habían venido a jugar un torneo a Río Gallegos y la Federación las dejó tiradas, la madre hablaba húngaro. Me acuerdo que nos llamó un señor de un hotel y le dijo a mi papá: “Acá hay una señora con unas nenas y quiere saber si las pueden venir a buscar”. Nosotros no teníamos auto, fuimos a buscarlas en un taxi. 


Quién iba a decir que íbamos a tener a las campeonas olímpicas y a la mejor jugadora de la historia en esa situación, ¿no?


Las trajimos a casa y ellas valoraron mucho eso. Estuvieron tres días, y esa simpleza se mantiene hasta hoy. No tenemos distancia. A pesar de ser genios, siempre se mantuvo esa amistad.


EPD: ¿No juegan al ajedrez con tu marido?

CA: No. Hemos jugado alguna vez, pero en general hacemos tablas. Gilberto dice que, cuando yo no le acepto tablas, él tiene que ir a castigar. Pero nos ha pasado, en una de las pocas partidas que nos han tocado, que la mitad de la familia, conmigo incluida, estábamos en un torneo. Le tocó con la hermana, le tocó con el cuñado… él empezó a ganarles, pero cuando le tocó conmigo hizo tablas. Entonces, le dije: “Mirá, Gilberto, me parece casi deshonesto no jugar”. Lo obligué a jugar y me ganó.

Yo creo que, si jugamos una partida sin presiones, le podría ganar, pero mi score con él sería muy desfavorable. Mi ranking es 200 puntos menor que el de él, y eso marca una diferencia. Su trabajo está relacionado con el ajedrez y el mío con la gente.

Mi hobby es jugar un torneo. Trato de jugar ajedrez cuando puedo, cuando me deja la Federación, cuando hay tiempo. Mi profesión es el ajedrez, pero no hago ajedrez. Eso hace una diferencia. Si yo juego con él, lo más probable es que le gane 3 partidas de 10, en el mejor de los casos.


EPD: ¿Te imaginaste como campeona mundial?

CA: Yo gané un mundial de partidas rápidas, en Australia, que no suelo comentarlo. Fue en 1988, me acuerdo que yo jugaba bastante bien rápidas. Ese mundial femenino lo ganó Xie Jun, al poco tiempo fue campeona del mundo. En la Olimpíada de 1990, ella ganó la medalla de oro, yo la de plata, y Susan Pólgar la de bronce. Yo siempre estaba en la pelea.

En ese mundial de rápidas les gané a todas las mujeres. Cuando terminó el mundial femenino, la campeona estaba invitada al Absoluto, que era un cerrado, donde la única mujer iba a ser Susan Pólgar. Me tocó con ella y le gané. Ella se levantó paralizada y decía: “Surprise, surprise”.

En el Mundial Juvenil del 1990 quedé tercera. Me faltó un poco.


Lo que recuerdo de esa época es que yo me pasaba horas en los programas pidiendo plata para poder ir a los torneos.


Nunca fui a un torneo con un entrenador. Cuando fui al de Australia al torneo de partidas pensadas, suspendí dos partidas y en cambio los rusos tenían cinco para analizar las partidas y yo estaba sola. Al Mundial de Chile me lo perdí por no tener entrenador, porque suspendí, no llegué a analizar, terminé empatando una partida ganada y perdí un Mundial ahí.

Entonces, era viajar sin plata y sin entrenador. Mi situación en la vida real fue de desprotección. Eso que está en la serie de que cuentan el dinero, a mí me pasaba en la vida real.

Yo le pedí plata a Najdorf para jugar mi primer Sudamericano. Se jugaba en Bolivia en 1990. Necesitábamos 300 dólares y Najdorf nos dijo: “Ser pobre no es ninguna vergüenza, es una incomodidad”. Y nos prestó la plata. Gané y lo primero que hicimos fue devolverle el dinero.

No importa la política, no importa quién esté. El Estado estuvo y está ausente. Vos tenés que mendigar. Yo estoy en política, pero los derechos no se deben vulnerar. Si queremos resultados, tenemos que dar apoyo.

 

EPD: ¿En qué instancia se encuentra el Programa de Ajedrez Escolar?

CA: La población de San Luis es cercana al medio millón de habitantes, es una provincia chica. En estos años, se enseñó ajedrez en más de 90 parajes.

Nosotros, durante estos quince años, hemos trabajado con el programa y hemos enseñado ajedrez gratuitamente, en las cárceles, a los adultos, de manera social, en hospitales, a los Huarpes.

Empezamos con 5000 chicos, después fueron 11.000, después 17.000, y haciendo la progresión en estos quince años, llegamos a los 250.000, un poco más incluso.

De hecho, las personas que tienen 20 años hoy, 25, que tienen hijos, te dicen que juegan al ajedrez. Las mujeres juegan.

Mermó un poco en los últimos años, porque depende de los presupuestos, de las prioridades que a veces se pueden plantear, o de las modificaciones, por ejemplo, el ajedrez digital. Tiene sus altibajos el programa, pero es masivo.


EPD: ¿Cree que la serie Gambito de dama interpela a las mujeres en el ajedrez?

CA: Nos escriben muchas chicas al Programa, pero además sirve para reivindicar a la mujer que ya está en el ajedrez. Porque es un desafío.

Lo que genera la serie es ver la desprotección de la mujer, del mensaje de “vos no podés” al mensaje “vos podés y mucho más”.

La realidad es que la maternidad te interpela; cuando vamos a los torneos vamos con los hijos. Hay que organizar toda una logística. Yo tenía partida y además tenía que cocinarles.


Las madres nos retiramos o hacemos un esfuerzo sobrehumano para hacer lo que nos gusta.


Pía Cramling jugaba con el cochecito al lado, dando la teta. Yo jugué con Kárpov embarazada del cuarto.

Por eso nos retiramos las mujeres, no porque nos aburrió o porque tenemos un tope. Por eso, la dirigencia tiene que cambiar, porque no piensa para todos igual.

De todas maneras, creo que no tuvieron la valentía suficiente de fijarse en la realidad, en la vida de Judit Pólgar, por ejemplo, y agarraron la vida de Fischer y la feminizaron. Peor aún, no hay una sola partida de una mujer. En Gambito de dama son todas partidas reales y todas de hombres. Y no es que no haya partidas buenas de mujeres. Da mensajes, pero no tanto.


EPD: ¿Cómo es jugar contra Rusia?

CA: A mí me daba miedo porque era algo que desconocía, que también se ve reflejado en la serie.

Fischer aprende ruso porque toda la bibliografía que había en ajedrez estaba en ruso, porque la escuela es rusa, porque el ajedrez es ruso, es el deporte nacional. Entonces, a la escuela rusa no la voltea nadie. Fischer sabía eso, y se daba cuenta de que tenía que aprender el idioma para aprender los secretos, que es lo que pasa con la protagonista. En mi caso, estuve en Rusia con mi padre; hasta los 20 años habré ido cuatro o cinco veces. Aprendí bastante porque, en la época del Comunismo, no hablaban otro idioma.

Tengo libros, y esos libros obviamente tienen secretos. Esa es otra brecha que hay entre países latinoamericanos y rusos.

En una ocasión, yo planteé en una conferencia de prensa que estaría bueno que la Confederación Internacional que alguna vez en la historia hiciera un campeonato mundial femenino en América Latina o en América.

Me contestaron que lo veían difícil por la cuestión del cambio de horario, que las afectaba. ¡A nosotras también nos afectaba!

Hay una hegemonía rusa y china. No hay desarrollo, deberían pensar más en el conjunto.


Claudia Amura contra Garry Kásparov


EPD: ¿Preocupa el rol de la máquina?

CA: Creo que es como todo. Es muy difícil ser el Bill Gates del ajedrez y decir lo que va a pasar.

Lo que tiene el ajedrez es que es una ciencia muy importante, muy abarcativa, con un sinfín de posibilidades que ni siquiera el Alfa 0 lo puede dilucidar, pero eso no es lo importante. 


Es una mente contra la otra y es lo que produce una mente contra la otra.


Ha habido muchas etapas en las que la computadora superó al hombre, hoy es una aliada y una enemiga.

Pero no creo que el ajedrez vaya a terminar, quizá vaya modificándose.

Lo importante es lo que genera. El ajedrez es una actividad deportiva, lúdica, cultural, educativa, que genera cosas positivas en las personas; desarrolla la inteligencia, genera espacio de compartir. Yo he visto jugar a ciegos y sordos, y se comunican; no sé en cuántos espacios sucede. El ajedrez es un idioma propio. Hay un lenguaje común.

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