Cultura para construir futuro
Esta columna está inspirada en los debates que atravesaron las Jornadas preparatorias para el Congreso Argentino de Gestión Cultural que se realizaron en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata el pasado jueves 14 de julio.
Hace tiempo insistimos con la idea de que la cultura, en tanto sistema simbólico que expresa la significación que le damos a nuestra historia compartida, constituye un capital político que nos permite imaginar, como Pueblo, cómo deseamos que sea el futuro, para buscar construirlo.
No hace falta ser particularmente lúcido para percibir que estamos en un momento corrosivo, en el que múltiples tendencias negativas parecieran consolidarse, configurando un escenario de múltiples crisis que nos empujan al temor y al pesimismo. En el fondo, la crisis determinante es de base cultural.
En un contexto como este, aquellos que trabajan con las expresiones simbólicas como principal herramienta parecieran estar singularmente invitados al desaliento. Un sector cultural estructuralmente precarizado, alentados a distorsionar sus propuestas por parte de plataformas de mercado que invitan a adecuar la propia creatividad a lo que vende, desanimados por el amiguismo, la falta de previsión social… la lista es más extensa que las posibilidades de esta columna.
En este contexto, cerca de un centenar de trabajadores del sector cultural acudieron la semana pasada a la convocatoria de la Red Argentina de Gestión Cultural, dándole sentido con su participación a unas Jornadas Preparatorias que buscaban identificar ciertos indicios sobre cómo se deben transformar las instituciones y los marcos normativos para que las políticas culturales den cuenta de los desafíos contemporáneos. Generalmente este tipo de ámbito corre el riesgo de derrumbarse en un muro de lamentos. Sin embargo, sin restarle lugar al diagnóstico -uno mayormente compartido, de preocupación- lo que primó fue cierto grado de unidad de concepción en torno a las orientaciones que de debieran promover. Principalmente, la necesidad de infraestructuras comunes que puedan ser aprovechadas colectiva y colaborativamente por quienes buscan producir colaborativamente, en lugar de insistir con la lógica de lo concursable, que promueve la competencia, al tiempo que naturaliza un sentido de que los recursos disponibles nunca son suficientes para todos los proyectos. En este registro, la idea de cogestión entre Estado y sociedad civil, orientándola al fortalecimiento de la comunidad, se propuso como superadora a la lógica eventista, que impide sumar valor político agregado a la inversión en cultura. También apareció un llamado a construir un encuentro real entre lo diverso, proponiendo a la gestión cultural que asuma la responsabilidad de construir puentes entre quienes sienten y entienden la realidad desde diferentes posiciones, siempre en un marco democrático y de respeto a los Derechos Humanos.
Desde diferentes puntos de la provincia (Alberti, Tigre, Bahía Blanca, Mar del Plata, Almirante Brown, Benito Juarez, La Plata, entre otros) reivindicaron la centralidad de su trabajo como gestores: somos aquellos que hacen que las cosas sucedan. Al mismo tiempo, se insistió con reafirmar la condición trabajadora de quienes sostienen los espacios donde la cultura se produce y comunaliza, así como de aquellos que crean en esos entornos. La vieja idea del arte desvinculado de lo material, que embellece el alma y esas pavadas, merece ser desterrada. En estas exposiciones apareció con claridad una serie de experiencias de base territorial que, puestas en juego, aparecen como un laboratorio para pensar lo común desde el respeto a las particularidades de cada comunidad.
Las preocupaciones de cualquier compatriota de bien fueron las que sobrevolaron el encuentro: la extrema pobreza, la inequidad territorial y el centralismo, la violencia en todas sus expresiones, la insuficiencia de un Estado del siglo XX acechado por un sistema global de expoliación trasnacional digitalizado aggiornado al siglo XXI. En este encuentro, la gestión cultural asumió estas preocupaciones en el centro de su agenda profesional.
Por último, quienes expusieron con La Plata en mente refirieron a cómo la administración municipal suma su cuota de desidia para intensificar cada problema: desinversión y clausuras parecen estar entre los principales problemas. La convocatoria, por parte de la Cátedra Libre de Gestión Cultural, intentó abrirse en el mayor grado posible a las múltiples y valiosas experiencias que vuelven a la ciudad un ecosistema cultural de referencia a nivel nacional.
El Congreso seguirá transitando Jornadas preparatorias en las próximas semanas, con Villa María el 19 de agosto, Jujuy el 26 del mismo mes, y Mar del Plata el 24 de septiembre como siguientes paradas, antes de expresarse en su instancia nacional entre el 3 y el 5 de noviembre en Avellaneda. Aún espera un mayor grado de participación e involucramiento en sus debates.
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