Deseo, amor y ciencia

Por: Walter Ghedin

El comportamiento de los seres humanos no es fortuito ni arbitrario, por el contrario, está sujeto a una serie de normativas sociales establecidas por algún tipo de Ley: judicial, religiosa, social o cultural. En los años sesenta revelarse al patriarcado, ir en pos de la libertad e igualdad de las mujeres y tomar decisiones sobre la natalidad, pasaron a ser los estandartes de una juventud ávida de cambios. En la actualidad estos cambios no solo se han incorporado a la subjetividad social sino que van por más: ruptura en las configuraciones clásicas de género (masculino, femenino, transgénero), el matrimonio igualitario, la prolongación de la vida humana y los avances tecnológicos,  ponen al jaque los esquemas tradicionales de concepción, parentalidad y familia. Hoy una mujer sola heterosexual u homosexual puede decidir ser madre; de la misma manera, un hombre heterosexual, homosexual, o una travesti, o un transexual. Todos tienen igualdad de oportunidades, la ciencia les provee los medios para que realicen sus deseos más profundos. Porque decidir ser padre o madre en condiciones “no habituales” no responde a un mero capricho o a un acto de rebelión contra las reglas sociales instituidas, son expresiones de un deseo honesto, y por sobre todas las cosas, brindar amor, cobijo y una crianza digna. Recurrir a un banco de esperma, a la fertilización asistida, o “in vitro”,  o al alquiler de un vientre son decisiones que irrumpen en la estructura social modificándola. No obstante, todas estas alternativas deben acompañarse de una información concienzuda y veraz para que las sociedades incorporen los nuevos paradigmas con menos prejuicios. Los estudios efectuados en las nuevas familias homoparentales han demostrado que la crianza y el desarrollo de los niños no difieren de las familias héteroparentales. Las conclusiones no sólo deberían tranquilizar a los más ortodoxos y críticos, quienes por desinformación, dogmatismo o resistencia al cambio, se oponen a todo aquello que se destaque por ser diferente, son también un buen estímulo para reflexionar sobre la estructura afectiva que crea los lazos, sin ella sería imposible cualquier tipo de unión saludable.

Las que desean no ser madres

Dentro de toda esta gama de posibilidades que ingresan al imaginario social también hay que incluir aquellas mujeres que no desean ser madres. Recordemos que es un deseo y no un instinto, asociado a multiplicidad de factores: personales, sociales, culturales, etc., y no al mero designio de la naturaleza. Los seres humanos nos movemos por deseos, no por fuerzas internas irracionales. El deseo en general, y el de ser madres en especial, se inscribe en esta línea directriz de la vida humana. Vivimos épocas de cambio, nuevos paradigmas que ponen el eje en el sujeto y no en las presiones sociales. La contracultura del cuerpo y del deseo ofrece resistencia a las formas obsoletas (pero todavía vigorosas) de las normativas externas. Existe un choque entre las modificaciones subjetivas de género y la dimensión archiconocida e invariable que todavía tiene cabida en los medios de comunicación, en las publicidades y en discurso conservador. Aceptar estos cambios llevará tiempo, sin embargo la nueva realidad basada en el deseo y la realización personal llegó para quedarse. Las nuevas generaciones no quieren “agachar la cabeza” y cumplir con las exigencias externas, las adecuaran a sus deseos y serán fieles a ellos. No obstante, al llegar a la vida adulta tendrán que hacer algunas concesiones para adecuar sus anhelos al sistema imperante. Es todo un aprendizaje y asumir una postura firme para no sucumbir y ser fiel a uno mismo. La flexibilidad del Yo debe acompañar estos procesos de transacción. En síntesis: sostener la congruencia es una responsabilidad que apunta a una mejor vida, extendida a toda interacción social.

*Médico psiquiatra. Sexólogo.

Diarios Argentinos