“El Emperador Rojo” celebra el centenario del Partido Comunista Chino

Por Igor Serebrianiy (“Expert”) 

(Traducción Hernando Kleimans)


El Partido Comunista Chino celebra su centenario evitando diligentemente la palabra "comunismo" y construyendo una sociedad moderadamente próspera. La Ruta de la Seda, a través de la cual los países satélites se convierten en "seda", el reclamo de hegemonía, pero el económico, y los planes hasta 2049 caracterizan bien la globalización en China.

El Partido Comunista de China celebra su centenario el 1 de julio. En el transcurso de cien años, ha pasado de ser un grupo clandestino ("extremista", como dirían ahora) a convertirse en el partido gobernante más grande del mundo en términos de tamaño e influencia.

En esta ocasión, se están llevando a cabo eventos a gran escala en Beijing, cuyo propósito es mostrar al pueblo de China y a otros pueblos que el PCCh y el Estado Medio, que durante mucho tiempo se ha fusionado con él en un solo organismo, están en su cenit. Por ejemplo, el presidente del PCCh, Xi Jingping, quien también es el jefe de la Comisión Militar Central de la República Popular China, anunció el jueves que el Ejército de Liberación Nacional de China debería convertirse en una fuerza armada de clase mundial para proteger de manera confiable la soberanía, la seguridad y los intereses de desarrollo del país.


Historia de la fiesta en chino

Hablando desde el escenario, en cuyo telón de fondo había pancartas rojas con una hoz y un martillo, el líder de la República Popular China, a quien los sinólogos llaman "el emperador rojo" casi sin ironía, advirtió que el pueblo chino de ninguna manera permitiría que ninguna fuerza externa lo oprima y esclavice y aquellos que lo intenten, inevitablemente fallarán ante la Gran Muralla de acero, erigida desde la esencia del pueblo chino, con más de 1.400 millones de personas, según informó la agencia oficial “Xinhua”.

Xi Jingping mencionó cuatro grandes éxitos del PCCh: la nueva revolución democrática; la confirmación de la causa de la revolución socialista; en materia de reformas, la apertura y la modernización socialista; la causa del socialismo con características chinas en una nueva era.

El hecho de que el propio hecho del surgimiento del Partido Comunista Chino, su supervivencia durante los años de dos guerras civiles y la ocupación japonesa, la toma del poder en 1949 y la posterior construcción del socialismo se hizo posible gracias a la ayuda directa de un país que entonces se llamaba URSS (el VI Congreso del PCCh se celebró por ejemplo en Moscú), ni siquiera fue mencionado en el informe del "emperador rojo". Es como si los comunistas chinos hubieran progresado durante estos cien años únicamente gracias a su asombroso número (95 millones de miembros en la actualidad) y la sabiduría del pueblo chino.

Tal olvido de Xi Jingping, según la opinión más o menos solidaria de los sinólogos, tanto en Rusia como en el extranjero, se explica por el hecho de que no hay casi nada en común entre el Partido Comunista Chino de hace 100 años y su encarnación actual, salvo por simbolismo. El punto aquí no está solo en la regeneración interna del "partido de los trabajadores y campesinos", sino también en el hecho de que a lo largo del siglo los mismos conceptos de democracia, capitalismo, socialismo, comunismo y todos los demás "ismos" han cambiado dramáticamente. En el siglo XXI, el ritmo del cambio se ha vuelto tal que sería necesario cambiar el simbolismo y la fraseología para ellos cada cinco o diez años.


Clase media en chino

Las tareas de construir una "sociedad moderadamente próspera" (un término que Beijing prefiere usar en lugar del arcaico término "comunismo") siguen siendo una prioridad para el PCCh y difícilmente pueden resolverse en las condiciones modernas sin su participación, cree Iván Safranchuk, profesor asociado del MGIMO (Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú).

“Los ideólogos del PCCh crean construcciones y fórmulas ideológicas complejas, pero los valores básicos de esta sociedad no han cambiado fundamentalmente en cien años: esta es la primacía de lo público sobre el individuo. Por supuesto, esto ya no es el comunismo clásico. Pero dado que los comunistas chinos de hoy no tienen rivales ideológicos serios, tienen todas las oportunidades para interpretar el comunismo y el socialismo de la manera que quieran”, observa Safranchuk.

Como líder por selección natural del movimiento comunista mundial (o lo que quedó de él después de la desaparición del PCUS), el PCCh tiene hoy la oportunidad de elegir el modo de relaciones con los países donde los partidos comunistas ya no gobiernan (sólo lo hacen en Vietnam y en Cuba). En estas relaciones, el parentesco ideológico queda inequívocamente relegado a un segundo plano por consideraciones pragmáticas.

El mejor ejemplo de esto son las relaciones de Beijing con Moscú, donde los líderes chinos ven a Vladimir Putin como su principal socio, y no lo hacen así con ningún dirigente de los comunistas rusos.

El centenario del PCCh casi coincidió con el vigésimo aniversario del Tratado de Amistad y Cooperación Ruso-China, firmado en 2001 por un período de 20 años. Esta semana, durante una reunión “virtual” entre Vladímir Putin y Xi Jingping, las partes acordaron extenderlo por otros cinco años, a partir de febrero de 2022.

Los líderes chinos no sólo no tienen en cuenta la posibilidad de exportar la revolución, ni siquiera hablan de imponer el modelo socioeconómico chino a otros países. En este sentido, el deseo de Deng Xiaoping "Que florezcan todas las flores" se refiere además de la política interna, también a los enfoques internacionales del PCCh. Hay que decir que en esto, la política internacional de Beijing se diferencia muy favorablemente de la política de Washington, creando en forma orgánica aliados para China donde, en igualdad de condiciones, los estadounidenses se crean enemigos.

“China no puede enriquecerse utilizando únicamente recursos internos. Lograr un estado moderadamente próspero, es decir, llevar a mil quinientos millones de personas al nivel de la clase media occidental, sólo es posible si se incluye a China en condiciones favorables en la división internacional del trabajo -dice Safronchuk-. Esto significa que es necesario formatear las relaciones internacionales de tal manera que aseguren la prosperidad interna de la sociedad china; proponer iniciativas, asumir más responsabilidad por el orden internacional".


Globalización en chino

Podemos decir que la globalización del modelo occidental debería ser reemplazada por la globalización en términos chinos. Al mismo tiempo, los chinos son completamente indiferentes a si este proceso se lleva a cabo bajo el signo de la hoz y el martillo o bajo cualquier otra marca, dice el profesor del MGIMO Serguei Luzyanin.

“Los símbolos comunistas permanecieron en las pancartas y en los documentos del PCCh solo como una caparazón, enfatizando la continuidad histórica. El contenido ha cambiado radicalmente, tanto en el partido como en la sociedad en su conjunto -afirma-. El modelo de un Estado y una sociedad modernos consiste en el conocido concepto de ‘convergencia’. De hecho, es sinónimo del concepto de ‘socialismo con características chinas’, porque es imposible abandonar por completo la palabra ‘socialismo’, no todos en el partido lo aceptarían con entusiasmo".

Los comunistas chinos de hoy están liderando el movimiento comunista mundial en el sentido de que son un ejemplo de la evolución de su partido de un marxismo ortodoxo, de hecho, a una socialdemocracia, cuya membresía no es vergonzosa para los multimillonarios. En este sentido, el PCCh no se diferencia del mismo Partido Comunista ruso, que nombró a un multimillonario y un gobernador en su lista electoral, y que cuenta con el patrocinio de los banqueros "rojos".

“El PCCh -explica Luzyanin- ha encontrado una formulación muy acertada que ayuda al partido a no dividirse en ortodoxos y pragmáticos. Dice que el socialismo renovado no es una ideología para los pobres sino para los ricos y felices. Con tal sustitución de conceptos, el PCCh ha logrado que la hoz y el martillo de su estandarte coexistan pacíficamente con la pertenencia al partido de los más capitalistas. Esta es una evolución natural para todos los partidos comunistas del mundo”.

Queda claro por qué Xi no habló tanto el jueves sobre el "pasado glorioso" del PCCh: al menos dos tercios de la historia centenaria del partido son demasiado controvertidos para el discurso de aniversario. Por lo tanto, el informe se dedicó principalmente a las perspectivas de un movimiento hacia alturas brillantes, pero no al comunismo, que sería natural esperar del líder del Partido Comunista, sino al "desarrollo global y el orden internacional".

El líder chino enfatizó específicamente que la sangre de la nación china no contiene, como él mismo dijo, genes de invasores y hegemónicos. Es decir, sin ocultar el hecho de que Pekín ve su futuro en el papel de un factor progresista mundial (por supuesto, también con características chinas), Xi dio motivos para creer que este factor será radicalmente diferente del comportamiento en el escenario mundial de otro "garante" del orden internacional, como se percibe a los EE.UU.

De la misma manera, Beijing ha identificado claramente a su enemigo geopolítico de largo plazo: el que se encuentra al otro lado del Océano Pacífico.

“No aceptaremos en absoluto ninguna enseñanza de personas arrogantes y sabihondos”, advirtió Xi, dejando que los destinatarios de esta declaración se reconozcan en ella.


Mantener el mundo en guantes de seda

Como suele ser el caso, la retórica de Pekín durante la celebración del centenario del PCCh debe traducirse del ambiguo lenguaje diplomático chino, llegando al fondo de lo que realmente se esconde detrás de las exuberantes formulaciones verbales. Andréi Ostrovsky, director del Centro de Investigaciones Sociales y Económicas de China en el Instituto del Lejano Oriente de la Academia de Ciencias de Rusia, interpreta el discurso de Xi Jingping de la siguiente manera: China no pretende el papel del "buen policía" en contraposición al "policía malvado" estadounidense. Los líderes chinos ven la futura hegemonía global no en la vía militar sino en la vía económica, dice el experto.

"Para el liderazgo chino -explica Ostrovsky-, la confrontación militar con Estados Unidos no es un fin en sí mismo sino una forma de asegurar esos proyectos que Beijing está considerando como herramientas para asegurar el dominio de China en el mundo al menos hasta mediados de este siglo. Estos proyectos son el Cinturón Económico de la Ruta de la Seda de China a Europa y su análogo de Asia-Pacífico: la Ruta Marítima de la Seda. Estas dos vías bajo los auspicios de Beijing son las principales prioridades de la política exterior china en las próximas décadas".

Cuando (y sólo si) estas dos iniciativas globales chinas alcancen su capacidad de diseño, Beijing simplemente no necesitará enviar portaaviones a rincones distantes del mundo; el papel de tales "portaaviones" será desempeñado por las condiciones para que los países participen en las Rutas de la Seda. En el marco de estas condiciones, los países participantes (y si hablamos sin eufemismos, los países satélites de China) se comportarán (de hecho, ya se están comportando) como seda sin ninguna coacción.

“Los términos los dicta el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura y el Fondo de la Ruta de la Seda; en ambos, China juega un papel dominante. Y Beijing estipula muy rígidamente las condiciones para otorgar préstamos a países pertenecientes a ambas zonas económicas”, advierte Ostrovsky.


La revolución no tiene fin

Los líderes de China están posponiendo la decisión final sobre quién es el jefe en el hogar global hasta al menos 2049, el centenario de la victoria de la revolución socialista en el país. A diferencia de los "hermanos mayores" soviéticos que, bajo el liderazgo de Nikita Jruschov, prometieron construir no sólo el socialismo, sino también el comunismo en 20 años, los comunistas chinos tienen una visión confuciana sobria de las cosas. Esta es una de las manifestaciones de los detalles chinos: no hacer ilusiones y esperar pacientemente a que el segundo se ponga al día con el primero.

“Para los ideólogos del PCCh, la revolución socialista no es un evento único, el izamiento de la bandera roja en la Plaza de Tiananmen, sino un largo proceso. En el XVIII Congreso del PCCh, cuando Xi se convirtió en secretario general, esta política de una larga transición a una sociedad socialista fue declarada la ideología oficial del partido en la nueva era; la cuentan desde principios del siglo XXI”, dice Ostrovsky.

China realmente no necesita resolver sus problemas geopolíticos con la fuerza bruta, como lo hace Estados Unidos. Beijing espera lograr la dominación enredando al mundo con una red de tratados bilaterales con beneficios mutuos, concuerda Pável Kámennov, experto del Instituto de Lejano Oriente de la Academia de Ciencias de Rusia.

“China está implementando un programa de modernización de sus fuerzas armadas, calculado hasta 2035. Para el centenario de la creación de la República Popular China va a lograr la paridad militar con los ejércitos más poderosos del mundo -advierte el sinólogo-. Pero la doctrina militar oficial de Beijing, adoptada en 2015, es cien por ciento defensiva. Esto se confirma por el hecho de que desde 1979 el EPL no ha participado en ningún conflicto armado [excepto los conflictos fronterizos con India - Expert.ru]. Beijing ve la dominación en el mundo como un proyecto económico, no militar".

La expansión económica que China está llevando a cabo principalmente en el "tercer mundo" debe reconocerse como un gran éxito, dice Kámennov. Sin provocar acusaciones de neocolonialismo los chinos pudieron, gracias a la cooperación con los países subdesarrollados, convertirse en la segunda economía más grande del mundo y sus países socios escaparon del salvajismo gracias a la infraestructura construida por los chinos.

“Es difícil rechazar las ofertas que China hace a esos países. ¿Quién no necesita aeropuertos, carreteras y otras infraestructuras a cambio de recursos naturales, que en los países empobrecidos siguen siendo un peso muerto? " se pregunta el experto.

En general, si uno lo mira con ojo sobrio, para el centenario partidario solo quedaba el fantasma del comunismo en China y en su partido gobernante, el mismo que vagaba por Europa en las obras de Karl Marx no por mucho tiempo y sin mucho éxito. En este sentido, la dirección del partido y del estado de la República Popular China puede mirar hacia el futuro con optimismo: los fantasmas en el último lugar amenazan los planes del partido de 95 millones de afiliados en el país de los 1.500 millones de habitantes.

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