El multilateralismo económico en clave asiática

OPINION. El multilateralismo, ya no quedan dudas, está en repliegue. Se espera que no sea irreversible, pero desde Occidente se observa un debilitamiento de las estructuras multilaterales en todas las dimensiones.


Por Florencia Rubiolo y Agostina Avendaño  

El multilateralismo, ya no quedan dudas, está en repliegue. Se espera que no sea irreversible, pero desde Occidente se observa un debilitamiento de las estructuras multilaterales en todas las dimensiones. La retracción de Estados Unidos de estos espacios globales muestra su fragilidad y pone en tela de juicio la supervivencia de algunos de ellos. Bajo la presidencia de Trump se profundizó el viraje hacia el plano doméstico y el comercio ha sido uno de los principales estandartes de este cambio de rumbo. La retirada del acuerdo Transpacífico (TPP), a pocas semanas de haber asumido su mandato, dejó en claro a sus socios que los intereses norteamericanos ya no se alineaban con la apertura de fronteras y la reducción de barreras comerciales. Como correlato, en Asia Pacífico se fortalece una mega iniciativa de integración comercial impulsada por China: la Asociación Económica Integral Regional (Regional Comprehensive Economic Partnership, RCEP).

La propuesta inicial fue puesta sobre la mesa por ASEAN en 2012, con la intención de ampliar el mercado regional ante la desaceleración del crecimiento económico de China. Los países que lo integran son los diez Estados de ASEAN, junto con China, Japón, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur. Hasta noviembre de 2019 también incluía a India. Conforma un mercado total de 2,250 millones de personas y un PBI de 25 billones de dólares (un tercio del total global). Este mega acuerdo, lleva más de doce rondas de negociación en los últimos 7 años, y se avizora su firma para noviembre próximo. Se daría inicio, de concretarse, al mayor bloque de integración comercial del mundo.

Más que un acuerdo comercial

Aunque el eje de la integración es el comercial, el acuerdo es atravesado por las dinámicas geopolíticas regionales y globales. Desde la visión de la ASEAN, organización en torno a la que gira la arquitectura de integración del Este de Asia, la RCEP es más que una apuesta comercial.  Atrapada entre potencias regionales y extrarregionales, la organización está sujeta a los vaivenes de las disputas geopolíticas, e inmersa de lleno en las lógicas de competencia. La RCEP es una apuesta por impulsar la seguridad política y la estabilidad, y de consolidar un rol para la ASEAN, posicionándose como referente del primer acuerdo regional en el Indo-Pacífico.

La negativa india para integrarse en el último tramo de las negociaciones fue un embate a la proyección sobre la región del Índico. Pero para Modi, las presiones de los productores domésticos fueron determinantes. Integrarse al acuerdo comercial supone una disminución de un 90% de los aranceles. Si bien esta condición beneficiaría a ciertos sectores indios, como el farmacéutico y el de servicios, implicaría una fuerte competencia para la industria manufacturera, ya en desventaja frente a las importaciones provenientes de China. Las cifras son contundentes: el déficit comercial de India con China en 2019 alcanzó los 51.000 millones de dólares. 

 El sector agrícola, particularmente el de lácteos, también perdería competitividad. El acuerdo obligaría a una reducción de las altas barreras impositivas que protege al sector frente a las importaciones de Australia, Japón y Nueva Zelanda. India ha adoptado un enfoque India First. El golpe no es sólo a las economías de los países socios, sino también a la estructura de comercio regional y global, reflejando la renovada impronta proteccionista de gobiernos como Washington y Londres.

 Japón también tiene objetivos ulteriores en juego. Para Tokio, el interés político radica en que el mega acuerdo supone la creación de un marco que involucra a toda la región del Indo Pacífico, que permitiría balancear la influencia avasallante de Pekín. A su vez se traduciría en un crecimiento económico para la administración de Yoshihide Suga. La idea del país asiático es aumentar la liberalización del comercio en el marco de la RCEP y favorecer un acercamiento de los Estados Unidos a la región, ante el fracaso en el TPP. Pero sin India, la estrategia pierde consistencia.

La apuesta china y la reconfiguración geoecónomica

Para Xi-Jinping este proceso implica grandes beneficios y por ello ha sido uno de los principales impulsores. El acuerdo le permitirá ampliar mercados, disminuir barreras a sus ya competitivas exportaciones y fortalecer su rol político y diplomático en la región

Desde Beijing y sus socios más cercanos como Laos, Camboya, y Tailandia se esperaba la firma del acuerdo para este año. La pandemia demoró los planes iniciales, no obstante, las negociaciones han seguido su curso. En abril se llevó a cabo la vigésima novena ronda de negociaciones en las que los quince jefes de estado reafirmaron su compromiso y afirmaron que “la RCEP proporcionará un entorno económico más estable y previsible para apoyar la tan necesaria recuperación del comercio y la inversión en la región". En mayo, durante la trigésima reunión, se confirmó que la firma del acuerdo se llevaría a cabo en noviembre de este año en Hanoi.

En ambas reuniones, se subrayó la importancia de convencer a India de integrarse al tratado, entendiendo que su incorporación es clave para que el mismo tenga un alcance genuino al Indo Pacífico. La profundización de la orientación interna del gobierno de Modi, las tensiones territoriales con China y las devastadoras consecuencias económicas de la pandemia, no favorecen la reconsideración de la decisión por parte de India.

Las voces críticas advierten, en línea con la posición de Delhi y de pequeños productores del Sudeste de Asia, que el acuerdo tendrá magros beneficios para las economías de menor escala y menos competitivas. El avance de China, la asimetría comercial que mantiene con los demás participantes del proceso sumada a su influencia política y financiera, redundaron en una mejor posición negociadora. Además, la firma del acuerdo muestra una imagen de apuesta por el multilateralismo en un escenario de retracción norteamericana y de incertidumbre global.

 Para América Latina las consecuencias colaterales de este acuerdo serán una mayor desventaja en las condiciones de competencia por los mercados asiáticos y una mayor dificultad para acceder a cadenas de valor que integren a los países del Asia Pacífico, que tendrán preferencias relativas. Los gobiernos latinoamericanos deben mirar con mayor atención este acuerdo en ciernes que tendrá impactos para la reconfiguración geoeconómica y geopolítica asiática, y probablemente también mundial.

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