El oro del poeta. En busca de Valentín Roberto Guevara (1905-1983)

En esta oportunidad, Julián Axat hace una semblanza del poeta Valentín Roberto Guevara, que nació en Córdoba, pero vivió la mayor parte de su vida en la ciudad de La Plata. Primo del “Che” y también pintor; su libro “Oro” (ya prácticamente inhallable) es su legado más conocido.

Todo arrancó en mi cumpleaños, cuando el poeta Carlos Aprea me sorprendió con un regalo: “Oro” de Valentín Roberto Guevara, conseguido en alguna librería de viejo. Y como sabe que gusto colocarme el traje de detective literario, me desafió a buscar esa historia. ¿Quién era ese poeta? ¿De dónde salió?

De entrada le llamaban la atención dos datos que expuso como curiosos, para que empiece a tirar del hilo: “impreso en los talleres gráficos del servicio de informaciones del ejército, 1968”, y una estrella del ERP con birome azul que algún lector garabateó en la contratapa.

De mi rastreo por la poesía platense, nada sobre Valentín Roberto Guevara; menos sobre esos dos hilos que Aprea me decía que tire para empezar a buscar.

Pero comencemos por el libro.

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“Oro”

El historiador Guillermo Pilía, a quien consulté para esta nota, no lo tenía presente ni lo menciona en su “Historia de la literatura de La Plata” (La comuna, 2001); aunque tranquilamente, por cierta tendencia modernista que se evidencia en “Oro”, infiero podría ser ubicado en aquello que Pilía denomina “la generación intermedia platense”. Es decir, entre la generación del 17´y del 40´, cercano a poetas locales como Lázaro Seigel, María de Villarino, Elena Duncan, Cambours Ocampo, etc.

Valentín Roberto Guevara fue un sonetista raso. Digamos que, sonetista de oficio. Con giros y tropos modernistas a lo Rubén Darío y con un tono cercano a su admirado Leopoldo Lugones o al poeta Rega Molina. “Oro” es el gran siglo de poesía española, pero también el afan de los alquimistas que, como los poetas, trasmutan materia (grosera) en el preciado metal (el aura de las palabras).

El libro de 188 páginas, con tapa pintura-autorretrato, es compendio de cuatro obras sucesivas, que arrancan en la década del 20: "Poemas de Córdoba" (1927), "Sonetos del crepúsculo" (1928), "Solar Serrano" (1929), "Oro" (primera edición, 1930). “Nuevos poemas (Santa Barbara, California, USA)” (1966). Evidentemente, esa sucesión (colocada a la inversa, pues el libro arranca con sus últimos poemas) exponen el trabajo acumulado como con capas, con la palabra de toda una vida.


El libro de VRG


He vivido esperando la vida/ desde que nací/ Los años pasaron. /Aún no viví. /Soy el pobre mas solo del mundo. /El buen Dios por la senda pasó, /dio su solplo de vida a los hombres, /y a mí me olvidó. /Todos siguen cantando sus sueños/ por senderos de claro fulgor. /Todos llegan al pie de la muerte/ con su ofrenda de amor y dolor. /Todos tienen marcado un destino /que conforma su breve existir…  /¿Cuál será mi destino, Dios mío? /¿Sin vida morir?  (Destino, de Nuevos poemas, “Oro”, Pag. 35)  

En un estilo claro y suave, de tono intimista, cuasi religioso, con musicalidad de los sonetos. Aparecen temas tales como el paisaje (la mirada interior de los paisajes cordobeses- “solar serrano”), el alma, la nostalgia de breves momentos, la vuelta a la infancia, evocaciones metafísicas existenciales. 

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De mi rastreo por internet, encontré “Oro” en venta por Mercadolibre. Algunos comentarios de Guevara sobre apuntes de estética, pero también un ejemplar de “Oro” en la biblioteca-archivo personal de J.D. Perón (¿Cómo llegó a la biblioteca de Perón es una incógnita, supongo que el poeta se lo enviara al General con alguna dedicatoria?).

En definitiva, esto es lo que reconstruí –a modo de síntesis– de la vida de Valentín Roberto Guevara:

Nació en Bell Ville, Córdoba, el 15 de abril de 1905 y murió en La Plata el 26 de mayo de 1983. No tuvo hijos, fue poeta y además pintor. Vivía en el centro de la ciudad capital, y circulaba por ambientes bohemios. Tenía algún vínculo lejano con la familia del “Che”, por el lado de los Guevara.

Pero vayamos por partes, porque su búsqueda me llevó a España y a los Estados Unidos; y después, todo dio una vuelta sorpresiva.

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La conexión Madrid

Lo primero que aparece en internet si uno googlea el nombre del poeta Valentín Roberto Guevara, es un blog. Beltrán Gambier es un conocido abogado platense, que en el año 2000 se exilió a Madrid. Desde allí sigue con su tarea jurídica, pero también es promotor cultural y consultor. Hace bien poco escribió una novela (“Tierra del fuego”, 2019) en la que alude a su tío Valentín Roberto Guevara, personaje que lo marcó desde muy chico.

Dice Beltrán:

“Valentín Roberto Guevara fue un personaje central en mi infancia. Era el marido de Marta, una de las hermanas de mi abuela Ruth. Como ellos no tenían hijos y le caí bien a él, vivimos aventuras y hazañas juntos durante muchos años. Desde mirar las estrellas por la noche desde la peligrosa azotea de su casa (el sabía el nombre de cada una de ellas), hasta ir al Tiro Federal Argentino a practicar tiro con un fusil Mauser. Le acompañaba en sus recorridos como repartidor de vino de la bodega de la familia de mi madrina, Juana María Sainz Lloveras. Lo hacíamos en una moto Siambretta, con caja de carga. En esa época no se usaba casco y yo iba de pie agarrado del volante. Todo una aventura. Llegábamos a bares recónditos en los suburbios de La Plata en los que, aprovechando la descarga, nos tomábamos algo. Él vino y yo una "naranja Crush" (…) Guevara se autodefinía como poeta y pintor. "Soy Guevara, de la guevería", le gustaba decir… Pintaba retratos al óleo de la familia y de la sociedad platense. Y también naturaleza muerta. Me impresionaba que en su atelier tenía una calavera (…)”.

Aunque no referencia mucho a la poesía, la historia de Beltrán y su tío Valentín me pareció muy pintoresca, lo que me llevó a contactarlo de inmediato. Gracias a ese intercambio, y a la generosidad de Beltrán, supe que Guevara colocaba una hoja dentro de cada ejemplar de “Oro” que obsequiaba; allí estaba la síntesis de las consideraciones literarias que le iban mandando intelectuales y poetas a los que les hacía llegar sus libros: “lo felicito efusivamente por sus versos henchidos de música y emoción” (Ricardo Rojas); “He encontrado ya motivos suficientes para felicitarlo por sus obras y animarlo a seguir cultivando su bello espíritu de poeta”; “Guevara es poeta, verdadero poeta” (Juan Zorrilla); “Me gustan los sonetos amorosos. Sus versos españoles, constituyen su modo natural de expresión. Estudie todo menos literatura” (Leopoldo lugones). “Lo que a mi me gusta es la pureza y grandeza del habla y la intimidad de su sentimiento del paisaje…” (Ramiro de Maeztu).

Me cuenta Beltrán, que en algún momento su tío lo hizo vendedor ambulante de “Oro”, “el precio era de 500 pesos. Yo iba a porcentaje. Pensé que vendería, pero no resultó. Tiempo después pagué 500 pesos por un helado en la famosa heladería Cadoro…”.


Beltrán Gambier, de la mano de su tío VRG

(del archivo familiar de Ana O. Guevara)

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La conexión California

La suerte de haber dado con Beltrán Gambier, fue también la de su búsqueda en el rompecabezas familiar tras los pasos del poeta Valentín Roberto Guevara. Beltrán estaba ya en contacto, desde hacía un tiempo, con una de las sobrinas nietas del poeta quien le había pasado fotos y anécdotas que luego subió a su blog. Gracias a ese nuevo contacto que amablemente me brindó,  pude cruzar otra vez el océano; esta vez, a los Estados Unidos, e intercambiar mails y fotos con Ana Oleriny Guevara:

“Estimado Julián. Espero que mis respuestas lo ayuden. He vivido en EE.UU. 55 años. Mi español no es perfecto, pero haré todo lo posible para ayudarlo. Fotos siguen... Cálido saludo desde Florida, Ana…”

¿Quién fue su tío Valentín Roberto Guevara, y cómo llegó a La Plata desde Córdoba?

“Valentin Roberto Guevara (1905-1983) era tío de mi madre. Hijo de un estanciero de la provincia de Córdoba. En La Plata conoció y se casó con Marta Ballesteros. Valentín no se trasladó directamente de Córdoba a La Plata. Vivió en otras ciudades argentinas y también en Paraguay.”

¿Cómo fue su vida en La Plata, su profesión, su ámbito social y artístico?

Lamentablemente se poco de su vida en La Plata, pero tengo algunas fotos y varios recortes de su vida artística en esa ciudad. La familia de Beltran tiene sus cuadros.

¿Cómo lo recuerda a su tío?

Mamá y yo recordamos a Valentin con mucho cariño y entusiasmo. Jóvenes amigos de mi madre y de mis tías  acudían en masa a la casa de mis abuelos cuando Valentin la visitaba. Un hombre comiquísimo que todos adoraban”.


Valentín Roberto Guevara en su taller

(del archivo familiar de Ana O. Guevara)

La última parte de “Oro”, son poemas fechados en 1966, escritos en Santa Barbara, California. Seguramente Guevara se encontraba visitando a su familia cuando los escribió. Muchos de esos versos refieren a flores, rostros, colores. Lógicamente se cruza la mirada del pintor con el poeta y viceversa, pincel y trazos de escritura: “Ocres y rosas sobre azul intenso/ que robara el pincel de la paleta/ van creando tu lánguida silueta/ para dejarla en la prisión del lienzo…” (Soneto)

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La conexión a la vuelta de la esquina

De las fotografías que me envió Ana Oleriny Guevara, recibí una imagen con la lista de retratos pintados por Guevara: exposición de cuadros de personajes de familias platenses, que se llevó a cabo en el “Círculo de periodistas”, en el año 1963. Allí, según la nota, uno de esos retratos expuestos era, ¡oh casualidad!, el rostro de mi bisabuelo, el escribano y periodista Federico della Croce.

Así suelen ser las vueltas de la vida. Valentín Roberto Guevara pintando al padre de mi abuelo, el abuelo de mi madre. Según mi tío “Rolo” della Croce (hijo de “Pilico”, hermano de mi abuelo Marcelo) a quién le consulté y quien conserva todavía el cuadro: seguramente Guevara lo tuvo que haber realizado por encargo a partir de una fotografía, porque el cuadro está fechado en 1946 y Federico murió en 1941.


Mi bisabuelo, Federico della Croce, retratado por VRG


Entonces, el círculo cerraba. Había recorrido largas distancias buscando los rastros y pistas de un poeta-pintor practicamente desconocido, y en esa búsqueda me había dado cuenta que todo conducía a la vuelta de la esquina.

Ahora le podía decir a mi amigo, al que me había obsequiado el libro, que su desafío terminaba en mi propia familia.

 

Sobre el autor: Julián Axat es escritor y abogado.

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