El rol del Servicio Meteorológico Nacional en la crisis climática

OPINIÓN. En nuestro país, recientemente el presidente Alberto Fernández expresó que Argentina "adopta al cambio climático como política de Estado".

Por Leandro Díaz, Pedro Lohigorry y Daniel Anaya


Ya no quedan dudas de que vivimos una crisis climática: el calentamiento global se ha acelerado en las últimas décadas y el planeta ya presenta temperaturas 1,2ºC más cálidas que a fines del siglo XIX. La principal causa de esta crisis es el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, etc.) en la atmósfera, producto de los principales patrones de producción y consumo de las sociedades actuales y, principalmente, de los países y sectores más privilegiados. Ese calentamiento se traduce en la transformación de los patrones climáticos globales y regionales, que provocan cambios en los climas de todos los rincones del planeta. Nuestro país no es ajeno a estos cambios y la crisis climática está cada vez más presente en nuestro día a día. Como principales evidencias, podemos mencionar los aumentos de temperatura a lo largo del país, cambios en las lluvias con importantes, repercusiones en los caudales de los ríos y un aumento de los fenómenos extremos como inundaciones, eventos prolongados de sequía u olas de calor. El panorama futuro, en un planeta cada vez más caliente, es una intensificación creciente de estos eventos.

El problema de la crisis climática tiene un reconocimiento cada vez mayor de los líderes políticos mundiales, que se reúnen periódicamente. En nuestro país, recientemente el presidente Alberto Fernández expresó que Argentina "adopta al cambio climático como política de Estado". El significado de asumir esa política tiene dos principales aristas. Por un lado, acciones de mitigación al cambio climático (por ejemplo reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero), que implican cambios profundos para las distintas producciones del país. Por el otro, acciones de adaptación (prepararse frente a los cambios que están ocurriendo y qué van a ocurrir en el futuro). El rol del sistema científico-tecnológico para generar y llevar a cabo estas acciones es fundamental. En particular, el organismo científico-tecnológico local que tiene competencias sobre el monitoreo y predicción de los fenómenos meteorológicos y climáticos es el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Sin embargo, en Argentina es llamativa la poca relación que se establece entre el cambio climático y el SMN.

Como se plantea en la revista Meteoros, desde la meteorología podemos pensar en tres medidas fundamentales en las que es vital invertir para atenuar los impactos del cambio climático: ampliación de redes de monitoreo y observación, fortalecimiento de los sistemas de alerta temprana y fortalecimiento de los servicios climáticos. ¿Cuáles son las capacidades actuales de nuestro Servicio Meteorológico? Como mostramos en una nota previa, tanto el presupuesto como la dotación de personal del SMN según nuestra superficie está muy lejos del que destinan otros países con servicios más robustos. Por otro lado y a diferencia de los servicios meteorológicos de diversos países, no tiene un desarrollo federal y territorial (el SMN de Argentina tiene una sola oficina de pronóstico, ubicada en la Ciudad de Buenos Aires), lo que limita ampliamente los servicios que puede llevar adelante para las distintas regiones como discutimos en una segunda nota.

Como primera acción para poder entender más cabalmente de qué manera debemos adaptarnos, es fundamental tener un conocimiento de lo que ha sucedido en el pasado y lo que está sucediendo. En esa sentido, es fundamental destacar la tarea que lleva históricamente el SMN, registrando variables como temperatura y precipitación a lo largo y ancho del país, contando incluso con estaciones con registros de períodos mayores a 100 años. Un aspecto a destacar de las mediciones que lleva adelante el organismo es que siguen un estricto protocolo determinado por la Organización Meteorológica Mundial, lo que permite compararlas con la de cualquier otra estación homologada del planeta y aseguran su comparabilidad a lo largo del tiempo. Del mismo modo, otro tipo de mediciones como los radiosondeos (permiten conocer el estado de la atmósfera en la vertical) y los más recientes radares meteorológicos que permiten monitorear el desarrollo de tormentas, son igual de necesarias para monitorear lo que sucede y estudiar su variación a lo largo del tiempo. La realización de estas mediciones requiere de un importante despliegue de observadores y observadoras, así como también de técnicas y técnicos que conozcan el instrumental, y personal que pueda interpretar correctamente esas mediciones. En nuestro país, existen extensas regiones donde los registros son escasos, lo que limita la posibilidad de contar con información de calidad. Es importante destacar que la generación de redes alternativas, tanto nacionales como provinciales, no es la mejor estrategia, ya que si no se siguen los mismos protocolos, la información no tiene la misma calidad y no es del todo comparable. Por otro lado, el sector es un campo fértil para el desarrollo de industria local que pueda proveer del instrumental requerido para desarrollar estas tareas. Esta es una tarea a contrarreloj, los datos que no se registran hoy, es información que no tendremos en el futuro y que hará que nuestros registros tengan peor calidad.

En lo que respecta al fortalecimiento de los sistemas de alerta temprana ha existido un importante trabajo en los últimos años, pero es necesario seguir apuntalandolo para poder asegurar servicios de calidad creciente. No es una tarea exclusiva del SMN, sino que requiere de fuertes articulaciones con otras instituciones científico-tecnológicas (por ej. INA, Universidades Nacionales, CONICET, comités de cuencas y secretarías hídricas) y de acción territorial (Gobiernos nacional/provinciales/municipales, Defensas civiles, medios de comunicación) para que los alertas lleguen efectivamente a los distintos grupos sociales y con una comunicación adecuada. Desde el SMN, esto requiere desarrollar y fortalecer distintas capacidades. Por un lado, la necesidad de fortalecer los pronósticos que se desarrollan en el organismo y que puedan cada vez más ajustarse a las necesidades locales. Para esto, se requiere desarrollar capacidades tecnológicas (instalación de radares meteorológicos y otros instrumentos, mejorar los sistemas de cómputo para poder tener mejores modelos computacionales de pronóstico), pero también aumentar el personal del SMN dedicado a estas tareas (que como ya mostramos es comparativamente mucho más escaso que en los servicios meteorológicos más robustos) y avanzar hacia un proceso de federalización, donde se cuente con oficinas regionales que puedan tener una mayor focalización y diálogo sobre regiones particulares de nuestro extenso y diverso territorio. Por otro lado, generar mayores capacidades y mecanismos más efectivos tanto en la articulación, como en la comunicación con otros organismos. En este sentido, el fortalecimiento del área de Meteorología y Sociedad (creada hace solo unos años y compuesta por profesionales de las Ciencias Sociales) es un aspecto central.

Como mencionamos también se requiere el fortalecimiento de los servicios climáticos, es decir de la provisión de información climática a distintas clases de usuarios. A diferencia de lo que constituyen típicamente las tareas correspondientes al monitoreo y pronóstico del tiempo para las próximas horas o días, estos servicios se concentran en el monitoreo y pronóstico de las anomalías climáticas en escalas más largas de tiempo que pueden ir desde los meses hasta los años, incluyendo las proyecciones de cambio climático. El SMN de Argentina además de las tareas que desarrolla en esta área conforma el Centro Regional del Clima para el Sur de América del Sur (CRC-SAS), organización formada por los SMNs de los países de la región Sur de América del Sur para proveer esta clase de servicios. El desarrollo de los servicios climáticos también es un área de gran potencial y que requiere de mayores recursos para poder cumplir sus principales objetivos. Esto incluye la necesidad de mayor investigación y desarrollo en asociación con otras instituciones científico-tecnológicas para generar una mayor gama de recursos, así como también reforzar el trabajo de articulación para que los productos generados puedan ser de utilidad para las distintas necesidades sociales y económicas del país tanto en el presente como para planificar el futuro.

A finales de 2019, fue aprobada en nuestro país la Ley Nacional 27520 de “Presupuestos Mínimos de Adaptación y mitigación al cambio climático global”, un importante marco normativo para planificar acciones de adaptación y mitigación y garantizar presupuesto para llevarlas a cabo. Si bien se menciona entre otras acciones mínimas el fortalecimiento de los sistemas de observación y monitoreo hidrometeorológico, otros aspectos discutidos en este artículo no aparecen de forma explícita. Por eso, consideramos la importancia de incluir en los Planes que se elaboren a partir de la ley el fortalecimiento del SMN, garantizando un presupuesto acorde que permita expandir las tareas que desarrolla y poder fortalecer los sistemas de observación, los sistemas de alerta temprana y la provisión de servicios climáticos. Esta tarea no se resuelve de un día para el otro incorporando tecnologías, sino que requiere incorporación de recursos humanos altamente calificados de diversas disciplinas, su capacitación, la generación de redes y articulaciones institucionales, un desarrollo más federal de la institución e innovaciones institucionales acordes a los tiempos que corren. En el marco de la Ley y considerando la relevancia pública de este tema, es el momento de que desde la sociedad civil, el ambientalismo y la dirigencia política impulsemos estos cambios antes de que sea demasiado tarde.

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