El uso de pantallas en tiempos de pandemia

Los tiempos que nos tocan vivir hacen INEVITABLE nuestras interacciones a través de las pantallas: clases por zoom, videollamadas con amigos y familiares, redes sociales, WhatsApp, juegos online, etc. Es lógica una mayor frecuencia de uso de dispositivos, pero debemos de estar atentos a la cantidad de tiempo que nos exponemos a ellos.

Los tiempos que nos tocan vivir hacen INEVITABLE nuestras interacciones a través de las pantallas: clases por zoom, videollamadas con amigos y familiares, redes sociales, WhatsApp, juegos online, etc. Es lógica una mayor frecuencia de uso de dispositivos, pero debemos de estar atentos a la cantidad de tiempo que nos exponemos a ellos.

Es necesario hacer una AUTO-OBSERVACIÓN sobre lo que está sucediendo en casa. Para esto, resulta importante preguntarnos ¿Cuánto TIEMPO nuestros niño/as pasan frente a una pantalla? ¿Ese TIEMPO es para conectarse con el colegio, hacer tareas escolares, Terapias, para ver a sus abuelos, amigos u otros seres queridos? ¿Pasa gran parte de ese TIEMPO mirando TV, videos de Youtube o utilizando tablet, celular, consolas  o computadoras con videojuegos?

Es importante tener en cuenta que mientras más TIEMPO se pase delante de la pantalla, se tendrán menos posibilidades para interactuar con pares y adultos, de estimular y desarrollar lenguaje, vínculos y atención.

Utilizar pantallas en tiempos de aislamiento es necesario, nos brinda una conexión constante, aunque de manera distinta. Las necesitamos y en tiempos de pandemia es una herramienta fundamental que nos permite seguir realizando nuestra vida “normal”, pero con las características y limitaciones propias de este tipo de plataformas.

Por otro lado, la tecnología muchas veces resulta un respiro para los padres. Sabemos que si les ponemos un rato de dibujitos o les prestamos nuestro celular los chicos quedarán inmersos en esa actividad, que no requiere nuestra atención y eso posibilita que los adultos puedan tener un rato para ellos o realizar determinadas actividades que se dificultan con los niños. Y, especialmente durante el período de Aislamiento Social Obligatorio, en donde convivimos, 24 hs con nuestra familia y muchas veces estos “recreos” se volvieron una necesidad.   

Muchas veces, solemos pensar que si nuestros hijos e hijas miran dibujitos educativos, o juegan en distintos dispositivos videojuegos con un perfil más didáctico, están aprendiendo y en consecuencia los habilitamos a que pasen horas frente a ellos. Por supuesto que es mejor consumir contenidos orientados a lo pedagógico, pero de todas formas, las pantallas ofrecen una experiencia limitada. Si bien, es una buena herramienta y es  válido utilizarla como un recurso más, pero sólo nos ofrece aprender a través de lo visual y de lo auditivo. Esto implica reducir el aprendizaje a estos dos planos. En consecuencia, siempre será mucho más enriquecedor realizar otro tipo de actividades en donde el chico pueda experimentar libremente, utilizando todos sus sentidos.

La idea no es prohibir su uso, sino priorizar para qué actividades se utiliza y cuidar la cantidad de tiempo de exposición a las mismas.


¡MENOS PANTALLAS!

Nuestro cerebro ha sido moldeado por la evolución, no está preparado para soportar tantas horas frente a la gran cantidad de dispositivos con los que contamos hoy en día.

La excesiva exposición diaria no conviene al funcionamiento del cerebro y menos a su desarrollo. Altera su funcionamiento, su construcción es distinta y afecta su organización.

Poseemos un cerebro social preparado para la interacción humana. Desde el nacimiento, los rostros, las voces, la imagen física de otra persona son de suma importancia para el desarrollo.

Entonces, mientas más TIEMPO utilicemos los dispositivos digitales, más se debilitan las interacciones sociales. Se pierden 52 segundos de intercambios personales por cada hora frente a una pantalla.

Pero no se trata sólo de restringir el uso de la tecnología a los chicos. Pensemos, nosotros como adultos cuál es nuestro vínculo con estos aparatos. Cuando los padres hacen uso excesivo de las pantallas, también entorpecen las relaciones interpersonales. El uso prolongado de los dispositivos digitales debilita las interacciones familiares, altera la adquisición y desarrollo adecuado del lenguaje, la capacidad de atención y puede perjudicar el ritmo del sueño. 

Dormir es una necesidad vital, durante el descanso diario se desarrollan la atención, las conexiones neuronales, el control emocional y el sistema inmunitario. La luz azul que emiten las pantallas interfiere la secreción de melatonina, que es la hormona del sueño.


La pandemia como oportunidad

Este tiempo de cambios nos ha traído muchos cambios, pero no todos fueron para peor. El aislamiento nos obligó a parar, a pasar más tiempo en nuestras casas con nuestras familias y eso permitió que chicos tuvieran la posibilidad de observar a los adultos, aprender, generar nuevos hábitos y rutinas.

También, al bajar el ritmo acelerado en el que solíamos vivir nos dio la posibilidad a los padres de darles más espacios a los chicos para que puedan resolver cosas por sus propios medios, como cambiarse, bañarse, realizar algunas actividades domesticas como poner la mesa o lavar los platos. Resultó un momento ideal para integrar a los niños y niñas a nuestras rutinas y para que adquieran autonomía en sus propias actividades.

Si podemos ver algo positivo de este momento tan particular es la posibilidad de fortalecer los vínculos familiares. La escuela en casa, por más que fue un desafío para todos, también propuso actividades conjuntas que implicaron momentos de juego, de reflexión y por supuesto, también de crisis, pero que suman al crecimiento de padres e hijos.

 Entonces, reflexionemos: El uso excesivo de pantallas puede ocasionar alteraciones del sueño, alteraciones en la atención, retrasos en la adquisición y desarrollo del lenguaje y disminución de las interacciones familiares y desarrollo de las habilidades sociales. No se trata de prohibir, si no de administrar responsablemente.

Las actividades al aire libre, la lectura de cuentos, la música, la interacción con pares y adultos, el buen descanso, organización de rutinas diarias, la alimentación sana y el afecto favorecen el desarrollo infantil.


Sobre la autora: Lic. Marisa Zuccolilli M.P.53279

Psicóloga abocada a la atención de niños y adolescentes con desarrollos atípicos, discapacidad, inclusión escolar y laboral.

Docente Universitaria.

 

 

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