El valor de la vida humana, entre la salud y la economía

¿Y si la apuesta por la salud y priorizar salvar vidas genera también mejores resultados desde el punto de vista económico? ¿Cuánto vale una vida humana? ¿Cuál es el ahorro económico en el que incurren los países que deciden hacer cuarentenas estrictas?


Por Martín Astarita y Mariana Sangiacomo. 


Con la pandemia del coronavirus, la muerte se transformó en una realidad cercana para millones de personas en todo el mundo. No es fácil sustraerse a un entorno en el cual cientos de miles de vidas humanas se pierden diariamente producto de la novel enfermedad.  

Según indica la comunidad científica, al no haber vacuna ni fármaco eficaz, por ahora, la única receta disponible para evitar la propagación del coronavirus es adoptar medidas estrictas de confinamiento y distanciamiento social. Pero ello implica necesariamente paralizar casi por completo la actividad económica, lo cual genera efectos sumamente adversos especialmente en los sectores sociales más vulnerables.

¿Hay un dilema entonces entre la salud y la economía? Ya se ha escrito mucho al respecto. La discusión, incluso, se ha esparcido por todo el planeta, y formaron parte de ella dirigentes políticos de primer nivel, especialistas y académicos de distintas disciplinas científicas.  

Un interrogante tal vez puede introducir un nuevo aspecto a este debate: ¿se le puede poner un valor económico a la vida humana? En principio, la respuesta rápida y casi como reflejo es decir que la vida no tiene precio. Del mismo modo, en términos comparativos, muchos dirían que todas las vidas humanas tienen el mismo valor e importancia.

Sin embargo, la realidad práctica desmiente estas intuiciones y respuestas de tipo irreflexivo. Nuestras vidas están valuadas en muchos sentidos y de distintas maneras. Por ejemplo, en el Código Civil y Comercial se contempla la idea del resarcimiento ante la pérdida de una vida humana. Hay especialistas que calculan cómo reparar, en términos económicos, la muerte de un familiar cercano y, para ello, se tienen en cuenta, entre otros factores, la expectativa de vida del fallecido (un cálculo médico sobre cuánto le quedaba por vivir) y los ingresos que generaba con su actividad profesional.

Asimismo, no todas las vidas tienen idéntico valor y ello queda reflejado con la pandemia del coronavirus. Al respecto, muchos países, incluida la Argentina, emitieron protocolos a través de Consejos profesionales de bioética a fin de establecer prioridades en la atención médica a determinados pacientes en caso de desborde del sistema sanitario.

Para avanzar en este artículo, entonces, se requiere ante todo superar la incómoda cuestión, que puede generar malestar y hasta resultar ofensiva, y aceptar que en un mundo capitalista donde estamos rodeados y en cierta forma dominados por las mercancías, la vida también tiene su precio. Hasta desde un enfoque más humanitario y social, pero no por ello menos realista, hay que entender que para tomar decisiones de salud pública o asignar y distribuir recursos y bienes, los gobiernos deben decidir en base a criterios en los que la relación costo-beneficio de las vidas humanas ocupan un lugar preponderante. ¿O acaso ello no está implícito cuando se decide, por ejemplo, el presupuesto destinado al área de salud, o a la seguridad vial?

En definitiva, podemos decir que la forma en que llegamos a poner un precio a la vida humana dice mucho acerca de nuestras prioridades como sociedad. Así lo plantean Wonnacott y Wonacott, quienes señalan que la gente no le da un valor infinito a la vida humana: por ejemplo, se podrían salvar vidas instalando barreras en los cruces de las rutas, pero no siempre lo hacemos, por los altos costos que ello implica. De esta manera, la pregunta sobre ¿cuánto vale una vida humana?, podría ser reformulada: ¿Cuánto estamos dispuestos a pagar por salvar una vida humana?.

En un trabajo publicado en 2017 por Bloomberg, Dave Merrill analiza los montos con los que distintas agencias federales estadounidenses valúan las vidas de las personas. Por ejemplo, la Agencia de Protección Ambiental establece el valor de una vida en aproximadamente 10 millones de dólares. Asimismo, el valor nominal promedio de una póliza de seguro de vida, para el año 2015, se calculaba en 160 mil dólares.

De hecho, existe lo que se conoce como valor monetario de una vida estadística (VMVE), que refiere al valor, puesto en unidades monetarias, que la sociedad atribuye a evitar que uno o más de sus integrantes muera. Se pondera así el valor de la vida humana, que resulta fundamental para la toma de decisiones y la implementación de políticas públicas. Muchas veces este VMVE se aplica a estudios sobre prevención de accidentes de tránsito, y en programas sanitarios como las campañas de vacunación.


El valor de la vida en tiempos de pandemia

Por lo visto, el valor de la vida humana puede estimarse y de hecho se lo hace permanentemente, de maneras diversas y con distintos propósitos. Es en base a ello que tal vez esta perspectiva pueda enriquecer el debate entre salud y economía originado con la pandemia del coronavirus. ¿Y si la apuesta por la salud y dar priorizar a salvar vidas generase también mejores resultados desde el punto de vista económico?

A corto plazo, quienes decidieron priorizar la economía por sobre la salud -al menos en lo declamativo-, como Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil, no consiguieron ni lo uno ni lo otro. Ambos líderes han subestimado los daños de este nuevo virus y resistieron las medidas de aislamiento social impulsadas desde la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ambos países, sin embargo, no solo encabezan el ranking a nivel mundial de muertes por coronavirus, sino que no pudieron evitar el profundo deterioro de sus economías y de sus aparatos productivos.  

Si esto ha sucedido en el corto plazo, cabe preguntarse sobre los efectos que podría tener el millar de muertes de estadounidenses y brasileños sobre la economía de cada uno de estos dos países. Ese es uno de los planteos que hacen Eduardo Crespo y Ariel Dvoskin: “Los efectos de una cuarentena son temporarios, o de 'corto plazo' como suelen decir los economistas cuando abordan estos fenómenos. Una interrupción transitoria de las actividades en principio no destruye stocks de capital en gran escala, no reduce la fertilidad del suelo, no agota yacimientos de petróleo o minerales. La muerte o enfermedad de decena de miles de trabajadores, en cambio, nos debería privar de varios años de sus trabajos”.

Como intentamos mostrar a lo largo de esta nota, la vida humana tiene un precio que varía, en cada país, de acuerdo con la metodología utilizada y los fines específicos con que se lo usa. Sabiendo entonces que estos valores son relativos, interesa aquí dejar planteada la pregunta de qué costo económico tiene para cada país las muertes que sufrieron por COVID-19. Es decir, no nos interesa tanto obtener valores concretos, expresados en millones de dólares, con los cuales comparar las realidades sanitarias de cada país, sino aportar al debate salud versus economía la tesis según la cual salvar vidas, indiscutiblemente, implica también un ahorro económico. Si es que aceptamos, sin escandalizarnos, que toda vida humana al fin de cuentas también tiene un precio.


Fuentes consultadas: 

1) https://www.lanacion.com.ar/opinion/cuanto-vale-tu-vida-nid1867434
2)https://www.researchgate.net/publication/5100410_El_Valor_Monetario_de_la_Vida_Estadistica_en_Espana_a_traves_de_las_Preferencias_Declaradas
3) https://www.bloomberg.com/graphics/2017-value-of-life/
4) https://elpaisdigital.com.ar/contenido/sobre-salud-y-escasez/26979
5) https://www.eumed.net/tesis-doctorales/2013/jlmj/cuanto-vale-una-vida.html

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