Elecciones con gobernabilidad
OPINIÓN. Los gobiernos suelen sentir las elecciones de mitad de mandato como una espina. Al menos, aquellos que las tienen. Primero, porque revalidan los votos obtenidos 2 años antes en comicios presidenciales donde alcanzaron la mayoría relativa o absoluta para entrar en cada casa de gobierno. Segundo, porque sientan las bases políticas e institucionales para los 2 años próximos de cara a un escenario de posible reelección.
Los gobiernos suelen sentir las elecciones de mitad de mandato como una espina. Al menos, aquellos que las tienen. Primero, porque revalidan los votos obtenidos 2 años antes en comicios presidenciales donde alcanzaron la mayoría relativa o absoluta para entrar en cada casa de gobierno. Segundo, porque sientan las bases políticas e institucionales para los 2 años próximos de cara a un escenario de posible reelección.
Dicho eso, el proceso electoral argentino del año próximo parece uno más desde la reforma constitucional de 1994, pero una frutilla extra para este postre: en 2021 se juega la gobernabilidad del sistema político argentino. Similar escenario a 2001, 2005 y 2017. La historia se repite, pero no tiene que ser ni tragedia ni farsa.
La relación de fuerzas actual muestra un empate táctico en la Cámara de Diputados. Las dos coaliciones legislativas, el oficialismo de Frente de Todos y la oposición de Juntos por el Cambio, se sacan chispas con la mayoría de las bancas del recinto: 46% la primera, 45% la segunda. Completan el collage dos interbloques provinciales (Federal -4%- y Unidad Federal para el Desarrollo -3%-), la izquierda del FIT y el inoxidable MPN neuquino (ambos con menos del 1%). Esta particular distribución de fuerzas obliga a la bancada oficialista a forjar acuerdos con otros interbloques para aprobar su agenda legislativa, y a la opositora a coordinarse para bloquearla. En este juego de tire y aflojes, el 7% que suman ambos bloques de diputados provinciales de distintas extracciones partidarias e ideológicas han sido la llave de esa deseada gobernabilidad.
¿Por dónde viene la clave del año próximo? Lo que cada uno pone en juego.
Acá las fichas más grandes las pone Juntos por el Cambio. El 52% de su bloque sale a la cancha electoral en 2021, para tratar de repetir el buen resultado logrado en 2017 cuando ocupaban el Sillón de Rivadavia. De esas 60 bancas, 40 corresponden al corazón metropolitano de este país: provincia y ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos. Todos estos distritos se caracterizan por un electorado grande, por un mayor desarrollo económico y representan el corazón del apoyo electoral que recibieron desde el año 2015. Pero 4 de esos 6 distritos son gobernados por el Frente de Todos. Qué desafío.
El oficialismo, en cambio, puede respirar un poco. Pone en juego el 43% de su interbloque con la mayoría de las bancas en la provincia de Buenos Aires (16) y el resto repartidas entre varias provincias, la mayoría con electorados más chicos, con menor desarrollo económico y gobernadas por propios. Pero que no respire tanto: más del 70% de cada interbloque de diputados provinciales tiene que renovar sus bancas el año que viene. Son, justamente, los que ha sumado como aliados en este particular año legislativo. O gana esos lugares, o espera que ellos ganen y refuerza su relación de cooperación con el costo que implica negociar ley por ley. Lo necesita para alcanzar la mayoría propia en la Cámara de Diputados y así cimentar el camino reeleccionista para 2023. Será una moneda al aire que dependerá mucho de los cierres de listas y de los acuerdos previos.
El Senado tiene su propio juego y es distinto.
Ahí vaticino pocos cambios mayúsculos, que no alteren mucho el 57% con el que hoy cuenta el oficialismo. Desde el 2001 y como cada 2 años, se ponen en juego las 3 bancas en 8 provincias del país. Esta vez será el turno de Catamarca, Chubut, Córdoba, Corrientes, La Pampa, Mendoza, Santa Fe y Tucumán. En ese escenario, parece difícil que el Frente de Todos logre llegar a los 2/3 del recinto, salvo que gane o acuerde en Córdoba (gobernada por un peronista distante como Juan Schiaretti), se imponga en Mendoza (gobernada por la UCR), sostenga Chubut (tiene las 3 bancas) y sume aliados de otras fuerzas al interbloque. Juntos por el Cambio la tiene muy difícil para revertir la relación de fuerzas y alcanzar el trono de la mayoría propia: tendrá que esperar otras 2 vueltas electorales.
De modo que, ya calentando motores, hay ciertas señales a las que tenemos que empezar a prestarles atención en los próximos meses. En términos estratégicos, no es errado pensar que la paulatina pero sostenida radicalización del discurso de Juntos por el Cambio puede permitirle sumar actores y votos mermados por derecha para reforzarse en CABA y otros distritos: está obligado a sostener el corazón metropolitano del país. En este sentido, las PASO pueden servir como herramienta para reunir y repartir, aunque siempre tenga riesgos competir. Halcones que corren, palomas que miden.
Por su parte, el Frente de Todos tiene tarea para lograr un buen cierre en Córdoba que no divida el voto peronista, puede pelear Mendoza y hacer una buena campaña en provincia de Buenos Aires y Santa Fe siendo oficialismo provincial. Sosteniendo los niveles tradicionales de voto en las provincias más chicas podría arañar o alcanzar la mayoría en la Cámara de Diputados: el Senado ya lo tiene.
Sobre el autor: Facundo Cruz es politólogo.
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