Posibles escenarios frente al Covid-19: la política económica en tiempos de pandemia

Por Germán Pinazo, Cecilia Allami y Arnaldo Ludueña, integrantes del área de Economía Política de la Universidad General Sarmiento.

Foto Télam: Claudio Fanchi.


Que la economía mundial está atravesando momentos complicados no es una novedad. Las medidas de aislamiento que distintos países están llevando adelante para contener los contagios del virus COVID-19 están teniendo consecuencias que son sumamente difíciles de estimar. Aproximadamente un tercio de la población mundial está en cuarentena. En enero de este año las principales consultoras y organismos internacionales pronosticaban un crecimiento de la economía mundial cercano al 3%, que en febrero redujeron a poco más del 2% cuando los contagios llegaron a Europa, y hoy estiman en una contracción de entre el 3 y 4%, cuando en Estados Unidos las personas contagiadas superan los 450 mil casos y las solicitudes de seguro de desempleo se acercan a la friolera de siete millones de personas.

¿Cuán profunda será la crisis? Nadie lo sabe. Hace poco la titular del Fondo Monetario Internacional decía que la crisis actual será como la del 2008 “o peor”; hoy casi todo el mundo coincide en que será peor. En aquel entonces, el PBI de Estados Unidos y Europa cayó un 2,4% y un 4% respectivamente y hoy (cuando aún las medidas de aislamiento están lejos de abandonarse) ya se estima que esas caídas serán al menos del doble. Si es cierto lo que algunos médicos pronostican -entre un 40 y un 70% de la población mundial puede contagiarse -, entonces quizás el problema sanitario aún esté lejos de resolverse. Según estimaciones recientes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las medidas de paralización total o parcial ya afectan a casi 2700 millones de trabajadores, es decir, a alrededor del 81 por ciento de la fuerza de trabajo mundial. Se espera que en el segundo trimestre de 2020 habrá una reducción del empleo de alrededor del 6,7%, el equivalente a 195 millones de trabajadores a nivel global.

En América Latina y particularmente en el Cono Sur los pronósticos no son mejores. Al propio parate derivado de las medidas de aislamiento, se le suman los impactos externos vinculados a la caída en el nivel de actividad de las economías de Europa, China y Estados Unidos. La CEPAL estima una caída en el valor total de las exportaciones de los países de América del Sur de casi el 14%, explicado sobre todo por una baja en los precios superiores al 10%, junto a caídas en el turismo que podrían derivar en una caída de hasta un punto porcentual del PBI.

En Argentina, la Compañía Administradora del Comercio Eléctrico Argentino (Cammesa) informó recientemente que entre el 19 y el 29 de marzo, luego de implementadas las medidas de aislamiento, el consumo eléctrico disminuyó un 43% en el sector industrial con relación a los primeros días del mismo mes (entre el 1 y el 19).

En este escenario, varios países del mundo están tomando medidas de magnitudes inéditas. En un contexto donde el volumen mundial de deuda venía creciendo a un ritmo mucho más veloz que el del producto -llegando en 2019 a ser 3,22 veces su tamaño-, tanto la Reserva Federal de Estados Unidos como el Banco Central Europeo han anunciado paquetes de rescate de bonos e hipotecas para 2020 equivalentes a 700.000 millones y 818.700 millones de dólares respectivamente. A esto hay que sumarle medidas específicas de rescate a bancos y corporaciones no financieras que vienen llevando adelante algunos bancos centrales europeos y un enorme y heterogéneo paquete de estímulos fiscales instrumentado por gobiernos de distintos países. Entre las medidas se destacan el pago de nóminas salariales por parte del Estado (el 75% en Dinamarca, el 70% en Corea del Sur, o el 90% en Holanda) o las transferencias directas para autónomos y familias sin ingresos. En Alemania, que según el observatorio del Fondo Monetario Internacional el equivalente a casi 5 puntos del PBI está destinado a este tipo de medidas, el ministro de Economía ya adelantó que no habrá límites a los préstamos que las empresas puedan pedir, y en Italia, por ejemplo, se anunció un compromiso del equivalente al 20% del PBI para garantizar la liquidez empresas . El rol del estado vuelve a estar en el centro del debate en el mundo.

En Argentina, la administración del gobierno nacional decidió priorizar el control de la pandemia a partir de una cuarentena relativamente “temprana” en comparación a otros países con el objetivo de poder garantizar insumos y tiempo para que el sistema de salud pueda adecuarse ante un posible pico de contagios. En esta línea, se han tomado algunas medidas que pretenden morigerar la caída de la actividad económica, como un Ingreso Familiar de Emergencia de $10.000 para los sectores más vulnerables y algunas políticas destinadas a paliar la situación crítica de PYMEs, principalmente créditos para el pago de sueldos a tasa fija del 24% y postergación o reducción del pago de las contribuciones patronales. Además, frente al incremento de precios, se han congelado las tarifas de los servicios públicos y se ha implementado un programa de control de precios de bienes esenciales.

En una economía ya muy golpeada luego de 4 años de un gobierno que impulsó medida que derivaron en fuertes caídas del salario real y un aumento del empleo precario, las medidas consideradas no parecen ser suficientes para lograr atravesar un contexto de parálisis de actividad económica como el que estamos atravesando. Los salarios (que ya están afectados por la caída de la actividad) pierden cada vez más poder adquisitivo por el incremento de los precios en los bienes esenciales y, además, el sistema financiero local pone barreras “técnicas” a los créditos para las empresas. Esto repercute, entre otras cosas, en que no se puedan liquidar sueldos en el sector privado. Frente a esto, presentamos algunos puntos importantes a considerar.

En primer lugar, las empresas van a requerir políticas más contundentes si siguen sin poder producir: suspensión de impuestos, pagos de salarios por parte del Estado, etc. En segundo lugar, es indudable que se van a tener que considerar medidas extraordinarias que impliquen que sectores estratégicos como el bancario van a tener que ser regulados de una manera más estricta para poder lograr objetivos que puedan sostenerse en el mediano plazo. Este sector ha obtenido rentabilidades extraordinarias durante los últimos años y podría plantearse también un aumento de la alícuota del impuesto a las ganancias para financiar gastos vinculados al sistema de salud. En tercer lugar, también es claro que se requerirán otros recursos extraordinarios que, tal como se está discutiendo en muchos países centrales, deberán provenir de las grandes riquezas concentradas. Por último, en un contexto como este, el problema de la deuda pública pasa a ser secundario, y, por consiguiente, también el férreo control del déficit fiscal.

En línea con esto último, y más allá de las medidas puntuales que se tomen, es imprescindible que la osadía en materia económica sea lo que caracterice al Gobierno en los tiempos que vienen. Si la recaudación fiscal se derrumba como consecuencia del parate económico, la emisión monetaria es la única herramienta para evitar quiebres generalizados de empresas y saltos históricos en los niveles de pobreza. Y esa emisión monetaria, en contextos internacionales como el actual, requerirá fortísimos controles cambiarios. Y eso es sólo para empezar: ninguna de las medidas que deben tomarse está escrita en los manuales convencionales de economía porque esta situación es inédita.



Diarios Argentinos