Evita y el feminismo

OPINIÓN. Evita es una figura anacrónica. Tal es así que durante los últimos años, con la masificación de los movimientos que persiguen la igualdad de derechos, sobrevino una pretensión de encajar la figura de Evita en el molde de feminista o, por el contrario, de una verdadera antifeminista.

Evita es una figura anacrónica. Tal es así que durante los últimos años, con la masificación de los movimientos que persiguen la igualdad de derechos, sobrevino una pretensión de encajar la figura de Evita en el molde de feminista o, por el contrario, de una verdadera antifeminista.

Este texto dista de convertirse en una defensa hacia cualquier ideología política para intentar humanizar a la mujer, y leerla como tal. Tampoco parece conveniente intentar definir su ubicación dentro de un binarismo que ni siquiera se corresponde con el momento histórico del que Evita fue, sin lugar a dudas, una referente. Sin embargo, pondremos de manifiesto algo que sí es propio de una época que persigue la modificación de un paradigma: las contradicciones y el lugar para los matices.

En ocasiones, Evita es recordada como la mujer a la sombra de un hombre; como la abanderada de los humildes. Un instrumento de Perón. La mujer que ostentaba joyas a la vez que pronunciaba un discurso popular. Sin mencionar otro sinfín de características que la posicionan a un lado u otro de la línea que se traza entre el pueblo y la oligarquía. En efecto, son inmensas las referencias a Eva Perón y, en esta misma línea, la disputa por definir su relación con las mujeres argentinas no se queda atrás.

Algunos pasajes del libro “La razón de mi vida” son señalados para significar el tinte antifeminista: “Confieso que el día que me vi ante la posibilidad del camino feminista me dio un poco de miedo (...) ¿Integrar el núcleo de mujeres resentidas con la mujer y con el hombre, como ha ocurrido con innumerable lideres feministas?”. No obstante, en el mismo texto Evita menciona un asunto que es, al día de hoy, una demanda central del feminismo local: la independencia económica de la mujer y la referencia a las tareas domésticas como un trabajo que “no conoce salario, ni límite de jornadas, ni domingo, ni indemnización por despido, ni huelgas de  ninguna clase (…) Todo pertenece a la esfera del amor, y lo malo es que el amor muchas veces desaparece pronto en el hogar. Y entonces pasa a ser “trabajo forzado”; ¡Servicio gratuito a cambio de dolor y sacrificios” Es imprescindible poner en contexto la concepción cultural acerca del hogar como el ámbito propio del amor y la familia es una institución fundante de esta. El amor como sinónimo de su lealtad a Perón en lo personal pero también en un sentido político, como punto neurálgico de la construcción social.

En una época en que las mujeres no tenían espacio para la política, Eva se constituye en dirigente política. El lugar que convencionalmente quedaba reservado a las primeras damas a nivel internacional era el de acompañantes. En ese contexto, ella no solo convoca a las mujeres trabajadoras a participar activamente en los sindicatos sino que también conforma y preside el Partido Peronista Femenino. Partido que tiene vital importancia, entre otras cosas, en la confección del padrón electoral para el sufragio femenino luego de la sanción de la ley que permitió a las mujeres ser titulares de los derechos políticos.

La sanción de esta ley puede ser leída como un acto de clientelismo político por los antiperonistas. Incluso muchas de las feministas pertenecientes a otros partidos políticos que venían luchando por esa conquista, se opusieron por considerarlo manipulación política.

Lo cierto es que, si bien en su discurso Evita llama a trabajar por la causa peronista encabezada por su líder, Juan Domingo Perón, esta ley no solo promovió el sufragio femenino sino también la posibilidad de que las mujeres sean electas para ocupar cargos públicos, lo que hasta el momento solo registraba un único antecedente en la provincia de San Juan, en el año 1934. Luego de aquella primera elección, la representación legislativa femenina  volvió a ser igualmente significativa recién en los años 90, cuando se sancionó la ley de cupo femenino.

Su actividad en la vida política, en un mundo que tenía una mirada reprobatoria de la participación femenina en el ámbito de lo público, trajo de las más variadas opiniones. Muchas de las que hoy nos siguen interpelando.

En su libro “Eva y las mujeres: historia de una irreverencia”, la historiadora y docente Julia Rosemberg cita un fragmento del discurso pronunciado por Evita frente al Partido Peronista en ocasión de la creación del Partido Peronista Femenino, que puede resultar ilustrativo de la concepción que puede acercar o distanciar a las feministas contemporáneas de la figura de Eva: “ Yo no quiero a la feminista de Inglaterra que fue contra los hombres; quiero a las feministas que apoyan y luchan con el hombre para aportar valores(…) Yo quiero que vean en la señora de Perón no a una feminista a la antigua, sino a una feminista moderna, que sabe lo que pesan los hombres y lo que pueden aportar las mujeres. No estamos en lucha de dominación de grupos. Estamos en lucha para dejar una patria más grande, más justa y más feliz que cuando la encontramos”. 


Sobre la autora

Florencia Lucione es integrante de la Usina de estudios politicos, laborales y sociales. 

Diarios Argentinos