Feminista es cualquier mujer que cuenta la verdad sobre su vida

Hoy se conmemora el Día de las Escritoras. Por tal motivo, recordamos a una de las grandes precursoras de la mujer en la literatura, que brindó herramientas para que puedan hacerlo.

Durante la mayor parte de la historia,

"Anónimo" era una mujer.

Virginia Woolf


Desde el 2016, el 19 de octubre se convirtió en el Día de las Escritoras, en conmemoración de todas aquellas mujeres cuyo legado quedaba oculto tras el nombre de un hombre o de un "Anónimo". En conmemoración de aquellas mujeres que se veían impedidas de escribir con libertad, de todas aquellas mujeres que lo hacían en secreto, con urgencia y con miedo. De todas aquellas mujeres discriminadas a lo largo de la historia y negadas por el simple hecho de serlo.

En este caso, me gustaría reivindicar a una de las más importantes de la literatura. Como suele suceder en el caso de las mujeres escritoras, Virginia Woolf quizá sea más conocida por su vida tormentosa y su suicidio que por su obra.

Y, sin embargo, se destacó como una de las figuras más influyentes dentro de la literatura del siglo XX y también como precursora del feminismo dentro del ambiente de las letras. Fue una militante incansable por los derechos de la mujer —aunque jamás participó de partidos políticos, todo lo hacía a través de la escritura— en un período particular de Inglaterra, con un clima de época belicoso, de entre guerras.


"Feminista es cualquier mujer que cuenta la verdad sobre su vida", se atrevió a decir. Con todo lo que implicaba esa frase a principios del siglo XX.


Virginia Stephen Woolf escribió numerosas obras: Fin del viaje (1917), Noche y día (1919), El cuarto de Jacob (1922), La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando (1929), entre otras, y también ensayos de relevancia internacional y que guardan vigencia hasta el día de hoy. Dos de ellos, especialmente, marcan un antes y un después en el feminismo en la literatura: Un cuarto propio (1929) y Tres guineas (1938).

En 1925, en su diario, escribió: "Soy la única mujer de Inglaterra libre de escribir lo que quiera". ¿Por qué lo dice? Eso se explica en Un cuarto propio.

Allí, Virginia expresa sus ideas de manera literaria, original y elaborada, sin caer jamás en el relato simplista. Puede considerarse como su libro más asequible, ya que no es motivada totalmente por los sentimientos, sino que el hilo que une el relato es el argumento, que en este caso es la mujer y la novela. De manera anecdótica y divertida, comparando la educación entre hombres y mujeres, la desigualdad en las relaciones entre ambos, citando diversos ejemplos de mujeres escritoras, arriba a la conclusión de que las mujeres son muy pobres, y que para escribir novelas, la mujer necesita un cuarto propio y una suma de dinero anual que le permita no depender de un hombre. De hecho, plantea que lo necesita para realizar cualquier tipo de actividad artística e intelectual.

En cambio, Tres guineas está escrito en un tono más belicoso y no intenta persuadir, sino que plantea de manera fría y calculadora las diferencias entre hombres y mujeres. Dividido en tres capítulos que equivalen cada uno a una guinea para esquivar la guerra, analiza la falta de oportunidades educativas de las mujeres, los obstáculos en las profesiones y su ausencia en los lugares de toma de decisiones. Explica de manera sagaz por qué los hombres aman a la patria y las mujeres no encuentran motivo para hacerlo, ya que a ellas no les ha dado prácticamente nada: "Como mujer no tengo patria, como mujer no quiero patria". En otro tramo, uno de los más criticados por la prensa en aquel momento, hace una comparación entre los hombres y el nazismo. Como conclusión, invita a las mujeres a hacer la revolución desde afuera, aprovechando el lugar de marginalidad y utilizándolo subversivamente.

Entre otras, Virginia Woolf se enviaba cartas con la escritora argentina Victoria Ocampo, quien le escribe en una ocasión: "Mi única ambición es llegar a escribir un día, más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer".

Finalmente, el 28 de marzo de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial y luego de haber perdido su casa debido a los bombardeos, Virginia le deja una carta a su esposo y otra a su hermana, y se dirige a la muerte que le deparó el río Ouse: “Es la única experiencia que nunca podré narrar”, le habría dicho a Vita Sackville-West, su amante durante un período de su vida.

Hoy, gracias a una lucha inagotable, las mujeres ya no tienen un estante aparte en las librerías, por ser pocas y rara vez recomendadas. Están codo a codo con los escritores.

Están entre las más vendidas, entre las más recomendadas, y cada vez son más. De hecho, el último Premio Nobel fue otorgado a una poeta estadounidense, Louise Glück.

Las mujeres escritoras demuestran que nada es gratuito a través de la historia del feminismo, pero que todo es posible.

Feliz día a todas ellas.

Diarios Argentinos