¡Hoy me sentí halagado!


En mis ratos de ocio, suelo ver alguna que otra película o serie a través de alguna plataforma digital, buscando sobre todo el que en su inicio me logre ¿capturar, secuestrar? y por ello desear cualquier tiempo libre, para continuar viéndola o sacrificar horas de sueño hasta concluirla.

Hoy vi un capítulo – casi de los últimos (# 60) – en el cual los estudiantes reconocen el esfuerzo y dedicación del profesor con aplausos, al concluir una de sus clases (sin ser el de cierre de curso) por muchos motivos.

En lo personal siempre he dicho que, si logro cambiar conductas, comportamientos, valores, actitudes de mis estudiantes, en el período establecido según el programa de la asignatura, independientemente de los contenidos abre alcanzado mi objetivo; educar.

A veces se logra, otras no. “Trabajar” con estudiantes no es sencillo, ellos y ellas no son objetos materiales, “no es soplar y hacer botellas”, “no es fabricar teléfonos”, son personas que en muchos casos los recibimos desorientados, desmotivados con problemas personales y familiares y que se escudan en el entretenimiento de un celular en conversaciones insípidas que no logran establecer en ningún momento una real comunicación, a lo que se suma la pérdida de tiempo.

De aquí que la labor de un(a) docente, profesor(a), maestro (a), sea una carrera de mucho sacrificio – no resto que otras no lo sean – dedicación, en ocasiones pasar a la familia a un segundo plano y atender más los problemas de los jóvenes que de nuestros hijos; horas de preparación de clases, de la búsqueda de la información, de la apropiación de la tecnología, ligado al rompimiento de esquemas y formatos de clases de hace 10 años atrás, donde debe primar la creatividad, la motivación, la participación, el respeto hacia las opiniones de cada cual.

A todo lo anterior, la necesidad de convertirse en líder, para formar líderes, ser aquel o aquella que los estudiantes respetan y quieren, no por hablar alto o estar llamando constantemente la atención, sino por ser acertado en el trabajo individual y colectivo, de atinar en el momento necesario de cuando hay que llamar la atención, buscando el sumar voluntades y que sean los jóvenes mismos – donde al pasar el tiempo, ya adultos y profesionales que al encontrarse (tal vez cambiado físicamente por el pasar de los años) – “!…hola!, ¿por casualidad tú eres fulano, tú rostro me es conocido?, ¿acaso estudiaste en la escuela o instituto, tal?, ¿no estuviste en el grupo del profesor o profesora …?

¡Si aquella o aquel que me enseñó a ser puntual, que una vez me regaño por cometer fraude, que me entendió cuando le explicaba por qué en ocasiones llegaba tarde producto de la disfunción en el seno familiar!; ¡qué me permitió expresar mis ideas y ser analizadas en el seno de la clase!; ¡que en el transcurso del curso y al terminar éste, la mala o pésima opinión que existía a nivel de pasillo o en las redes sociales de no llevar clases con él o ella, era una falsa noticia”

¡Qué decir en el caso del profesor o profesora, cuando se encuentra a un ex estudiante y éste le expresa, sabe profe “… estudié magisterio y mucho de lo que aprendí y comprendí de usted, lo aplico hoy con miles estudiantes, claro dándole mi sello distintivo”!

Hoy retomando – el profesor que fue avalado, su labor – lo de aplausos, a través de una serie de ficción, los hago extensivo y real a todos y todas mis (ex)compañeros de labor, y también a aquellos que jugando una labor administrativa – no directa en la clase – pero sí relacionado con la organización educativa, sumamos voluntades para real una educación.

 

Voluntades que han de cultivarse, que si se deterioran porque la calidad deja de ser el centro de atención institucional, se podrá retroceder en el tiempo.

  

No obstante, mientras tengamos docentes como los que he conocido, inclusive compartir (siendo algunos profesores míos) y poseer la dicha de apreciar su desempeño, allí en ese pequeño colectivo que llamamos clase, realmente se forma para la vida. ¡APLAUSOS PROLONGADOS!

 

Diarios Argentinos