Isabel Sarlo

OPINIÓN. Hasta ahora ningún integrante de la pretendida intelectualidad argentina se había animado a tanto. Sarlo declara que ella es probritánica, que las islas Malvinas son británicas, lo más parecido al sur de Escocia.


Traiciones de la memoria. Nuestra memoria, en mi caso excelente, de todos modos  nos tiende sus pequeñas trampas, juegos, que repite una y otra vez. Tengo un caso especial, los nombres de dos mujeres harto conocidas en la Argentina, que permanentemente se me mezclan en la memoria y debo re-flexionar , doblarme sobre mí mismo, para darle a cada una su precisa identidad. Son Isabel Sarli la actriz permanente compañera del cineasta Armando Bo, ambos fallecidos; y la ensayista, su categoría más frecuente para denominarla: Beatriz Sarlo.

Existen al menos dos diferencias notables  para distinguirlas inmediatamente. Una de ellas es que Beatriz Sarlo es rubia profunda, como Isabel Sarli es morocha, ambas con igual profundidad, al parecer. No es una banalidad afirmar que Sarlo es rubia. En la Argentina que vivimos ser rubia es una categoría social, que pronostica status, así como en México es ser güera. Lo mismo sucede con ser morocho, o “negro”, que no se trata de una denominación de color, sino de clase social.

Sin embargo ambas mujeres tienen en común el hecho de poseer una amplia  gama de seguidores, quizá más amplia en el caso de Isabel, en algunos casos con entusiastas de ambas simultáneamente, aunque por diferentes razones. Ambas, también, son fieles reflejos a su procedencia social y dan testimonio de ello. Una ya pagó su cuenta y firmó su vida; y la otra todavía rinde exámenes con la suerte variada de estos menesteres.

Sarlo, ya entrada en los “arrabales de la senectud”, tiene ochenta años, lo que le hace difícil reeditar los afanes de su juventud,  en el camino de la vida a comenzado a entrar en balanceo, esa peligrosa ruta zigzagueante frecuente en los corredores de motocicletas que inevitablemente termina en la caída.

Inicialmente comenzó con pretender desvalorizar a a Facundo Manes, conocido científico, que pretende ser elegido diputado por el radicalismo. Para Sarlo es contradictorio tener interés político y ser científico. Esa categoría hay que dejársela a los abogados, a lo mejor, a los médicos sin más,  sin duda a los militares, ya que en los gobierno de ellos Sarlo no alzó su voz para señalarlos como no habilitados. “La política tiene que ser para los que lo son desde jóvenes y se crían en ese ambiente”, viene a decir Sarlo en una clara bendición para Máximo Kirchner, o Milagros Salas, por ejemplo. “Si me tuviera que operar con Manes, salgo corriendo” dice Sarlo queriendo creer que puede hacerlo. Me imagino una carta de Manes asegurándole a Beatriz que no la va a operar.

Pocos días después Sarlo opinó sobre el tema de las Malvinas y el derrape es antológico. Se cumplió su deseo íntimo de ser la primera. Hasta ahora ningún integrante de la pretendida intelectualidad argentina se había animado a tanto. Sarlo declara que ella es probritánica, que las islas Malvinas son británicas, lo más parecido al sur de Escocia.

 Sin dudarlos. Beatriz Sarlo es ignorante profunda del tema malvinero, de la geografía, la historia y el sentir auténtico del pueblo argentino. No tiene retorno. Se cayó. Y supongo que hasta para sus propios auspiciantes estarán apenados por su mortal golpe a pesar que tan repetidas veces le dijeron que hasta ahí no debía llegar. A veces el amor debe ser silencioso. Lamento el suicidio intelectual de Beatriz Sarlo. Que en Paz descanse.

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