La (in)Estabilidad del régimen de Bolsonaro: el Donald Trump del Cono Sur

OPINIÓN. El clima de violencia e inestabilidad en el país más grande del Cono Sur se hizo sentir el pasado 7 de septiembre, día de la independencia de Brasil, aprovechado por miles de personas para expresar el clima de descontento y desigualdad social que se vive con el actual gobierno de Jair Bolsonaro.


La autora integra el Grupo Amauta


El clima de violencia e inestabilidad en el país más grande del Cono Sur se hizo sentir el pasado 7 de septiembre, día de la independencia de Brasil, aprovechado por miles de personas para expresar el clima de descontento y desigualdad social que se vive con el actual gobierno de Jair Bolsonaro.

Mediante el ejercicio rutinario del histerismo político, la utilización de las redes sociales como medio de ataque y bloqueo a la oposición, las temperamentales declaraciones contra el gigante asiático, y las políticas que violan ampliamente los derechos humanos de sus ciudadanos, el actual presidente de Brasil se parece cada vez más al personaje con el que muchos lo han bautizado, el “Donal Trump de los trópicos”.

Durante los actos callejeros por el día de la Independencia el mandatario ha reiterado sus discursos de tono golpista contra las instituciones democráticas y en particular contra el Supremo tribunal Federal.

Dos integrantes del sistema judicial brasileño, Luís Roberto Barrosohan presidente del Tribunal Superior Electoral y el magistrado del Supremo Tribunal Federal (STF) Alexandre de Moraes han sido atacados en reiteradas ocasiones por el presidente, debido una investigación por sus repetidos ataques al sistema de urnas electrónicas que el Parlamento se niega a aprobar y un proceso penal que se inició en 2019 por la difusión en redes sociales de noticias falsas contra las instituciones democráticas.

En su apuesta por la supervivencia política, frente a la caída de su popularidad, el mandatario parece dispuesto a correr graves riesgos. “A aquellos que quieren tornarme inelegible solo Dios me saca de la presidencia”; “Preso, muerto o la victoria” fueron algunas de las sínicas palabras de tinte profético que expresaba Jair Bolsonaro en Brasilia y San Pablo durante las manifestaciones organizadas por él mismo en un intento de demostración de fuerza frente a la creciente movida en su contra.

Algunos de los temas más preocupantes que atraviesa la sociedad brasileña hoy tienen que ver con el alto nivel de violencia policial, el crecimiento de la desigualdad debido a una economía que profundiza la pobreza estructural, el fomento de la deforestación en la Amazonia, y la subestimación de la pandemia que ha generado fuertes críticas a la gestión gubernamental de la misma.

Al igual que otros gobiernos de tinte neoliberal, el designado “superministro” Paulo Guedes encargado de las carteras de Hacienda, Industria y Comercio, Planificación y la secretaría encargada de Asociaciones e Inversiones del Estado, viene aplicando las recetas económicas privatizadoras, de austeridad y de reducción del Estado al mejor estilo de sus admirados “Chicago boys”. El shock aplicado en Chile por este grupo de economistas en los años 80, arrojó como expresa Ricardo Ffrench-Davis, académico de la Universidad de Chile -quien paradójicamente también estudió en la Universidad de Chicago- una caída abrupta del poder adquisitivo de las personas, altos niveles de desempleo, pobreza y reducción del salario mínimo.

La tesis simplista de Guedes -como la de muchos funcionarios que ocupan la administración de Bolsonaro- apunta a la retirada del Estado de la economía y de otros espacios, con la idea de que las empresas públicas contienen el germen de la corrupción y deben ser privatizadas. Sin embargo, la venta de empresas públicas -parte del patrimonio histórico estatal- como la mayor empresa eléctrica de América Latina, Eletrobras, y Petrobras, hoy en manos de fondos de inversión que poseen la mayoría accionaria, no ha conducido al país a una mejora en materia de inversiones privadas y extranjeras. Por el contario, las inversiones son cada vez menores llevando a la desindustrialización, la baja competitividad y una economía con un sector externo basado en comodities

Como expresa Eleonora Gosman a El Perfil, “Unos 19 millones de brasileños pasan hambre; como lo revela la Encuesta Nacional sobre Inseguridad Alimentaria, en un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Son 9 millones más que hace dos años” ello nos lleva a rever aquellas noticias que señalaban al Brasil como uno de los países que había destinado el mayor porcentaje de su PBI a la ayuda a los pobres durante la pandemia. “la distancia de ingresos, entre pobres y ricos, es ahora de 25,5%: En 2019, o sea en la pre pandemia, la diferencia era de 7,9%”.

La devastación de la amazonia brasilera es otra de las políticas de Bolsonaro que ha provocado la preocupación de la comunidad internacional. El escepticismo sobre la emergencia climática que lidera Bolsonaro al igual que Donald Trump durante su mandato, han llevado a la pérdida total de cobertura vegetal de 11.088 kilómetros cuadrados, según datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE). Durante la campaña electoral de 2018 el mandatario prometió la apertura de la Amazonía para “el desarrollo del país” incluyendo la minería y la agricultura,y a partir de ello, uno de sus primeros avances en la materia fue conceder al Ministerio de Agricultura el poder de demarcación de las tierras indígenas.

En torno a esto último, hace pocos meses fue registrada por los medios la brutal represión de la policía brasileña disparando a la multitud de manifestantes indígenas que protestaron en contra de la ley que anula la demarcación de sus tierras en beneficio de la apertura de territorios para actividades de minería, “niños y ancianos indígenas fueron recibidos a balazos”.

Un reciente informe de las Naciones Unidas del Alto Comisionado sobre justicia e igualdad racial, señala la grave situación de violencia policial en Brasil, consecuencia de la impunidad y el racismo sistémico. Según el Foro Brasileño de Seguridad Pública, “la tasa de mortalidad en 2019 debido a las intervenciones policiales fue un 183,2% más alto para las personas afrodescendientes que para los blancos”. César Muñoz expresa a HRW la cruda realidad “En la práctica, existen dos reglas para el uso de la fuerza letal por parte de la policía: una aplicada en los barrios de clase media y alta que consiste en disparar solo en defensa propia y la otra usada en los barrios pobres que es disparar primero y preguntar después. Muchos agentes lo hacen sin temor a las repercusiones”.

Por último, el broche de oro se lo lleva la polémica negación del peligro generado por el coronavirus a pesar de tener una trágica cifra de casi seiscientos mil muertos y veinte millones de contagios. Ello ha llevado a la sucesión de cuatro ministros de salud -dos despedidos y otros dos han renunciado- y fuertes críticas que han conducido a la creación de una comisión para analizar la actuación del gobierno durante la pandemia, una investigación que puede impactar en la tentativa de reelección en 2022 del presidente.

Frente a las graves consecuencias que tienen la práctica autoritaria y la retórica neogolpista del actual presidente Jair Bolsonaro, cabe preguntarse si las protestas que agrupa la Campaña Nacional “Fora Bolsonaro” propiciarán un cambio de gobierno en 2022 que promueva un modelo económico y político mas humanitario.


Sobre la autora

Victoria Frutos es Estudiante avanzada de la Lic. en Relaciones Internacionales.

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