La librería: Por qué volvías cada verano, de Belén López Peiró

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Por qué volvías cada verano no es una novela fácil pero sí indispensable en los tiempos que corren. Publicada a principios de 2018 por Editorial Madreselva, relata de manera minuciosa el proceso de una joven víctima de abuso del silencio a la liberación.

Belén López Beiró tiene 26 años, es Licenciada en Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires e integrante del colectivo Ni Una Menos. Por qué volvías cada verano es su primera novela publicada y es también una denuncia.

“Y entonces, ¿Por qué volvías cada verano? ¿Te gusta sufrir? ¿Por qué no te quedabas en tu casa? Allá en Capital, cagándote de calor”, arranca esta obra de no ficción que es, en sí, el relato de un coro de voces que hacen de esta narración descarnada un entramado novedoso y efectivo para contar el horror.

Por momentos, llega a ser muy difícil para el lector leer las conversaciones de los familiares, las justificaciones, las declaraciones judiciales de las personas que deberían haber cuidado de la víctima y no del victimario, las más íntimas confesiones de una joven que tuvo que luchar contra un sistema judicial que no protege a las víctimas. La soledad y la desolación se cuelan en el texto, y se materializan en los relatos de este coro formado por su hermano, su mamá, su abogado, su papá, el novio de su mamá, su prima, su tía, su primer novio, su psicóloga, sus familiares, los vecinos y la Justicia, que a cuatro años de iniciado el proceso no ha dado respuesta alguna.   

“Este libro es una batalla”, dice la escritora Gabriela Cabezón Cámara en la contratapa del libro, y ahí estamos de acuerdo. Es una batalla contra la cultura patriarcal que ve en el macho dueño de pueblo al intachable y a la adolescente como una desagradecida y envidiosa que solo quiere arruinar a la familia. Pero también es una batalla que la narradora tiene contra sí misma: contar el horror nunca es fácil ni gratuito y esto sobrevuela el texto en su totalidad. En este relato desprovisto de eufemismos, la víctima no se ahorra golpes.

Pero la narradora gana la batalla y la gana porque pudo hablar y poner en palabras los abusos que sufría por parte de su tío, el más querido por todos, el que se hacía cargo de ella cuando sus padres no. Y, según sus propias declaraciones, logró sanar,  pudo reconstruirse a sí misma para correrse del lugar de víctima y ganar la batalla contra el silencio opresor.   

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