La proximidad

Por: Ricardo Rouvier

La gran pregunta antes de las maniobras de unidad del peronismo y durante ellas es: ¿Cuál es el rol de CFK? Estamos en el inicio del emprendimiento de unificación, pero este interrogante aparece con la mención de respuesta obligada.  Como ya sabemos, para alguna dirigencia, Cristina es un obstáculo que debe ser erradicado, para otros, debe estar cerca pero no a la vista y, para un grupo más pequeño, debe ser la jefa explícita de esa unidad.

Esto concurre a una personalización que ya es parte del espacio nacional y popular, en el que las bases quedan borroneadas por los nombres individuales. Por lo tanto, el lugar de Cristina no podrá ser solo definido por la dirigencia que conversa, sino por la jefa del kichnerismo. Y esta decisión de mayor o menor proximidad es una prueba de resistencia del armado.  

El énfasis del yo o el culto a la personalidad dentro de una práctica colectiva constituye un desafío permanente que condiciona lo que se construya. Aunque muchas veces el enigma de la  vida, como ella bien lo sabe, sorprende al individuo y debilita la excepcionalidad.  Los líderes disminuyen o sobreponderan, según la oportunidad,  los  condicionamientos del poder escaso en la comunicación política.  Es verdad que tantos cuidados que se tienen en el uso del lenguaje  se producen en un espacio que promueve el comunitarismo que requeriría mayor desprendimiento del narcicismo (tradicionalmente, patrimonio de las derechas) y más profunda fidelidad a la naturaleza heroica y austera de la emancipación. Sería mejor: menos “yo” y más “nosotros”.  

Es indudable que la pregunta sobre la función de CFK es el principal interrogante que aparece en la articulación de la voluntad unitaria del panperonismo.  Para algunos gobernadores, intendentes, legisladores no kichneristas, CFK es el pasado superado, para otros más extremos la expresidenta, es el árbol en medio del camino que impide el paso y que hay que arrancar.  Las diferencias internas en el panperonismo se segmentan y se aprestan unos contra otros: están los que nunca coincidieron con sus políticas y menos con su estilo; están los que acuerdan con buena parte de sus políticas, pero rechazan su modo de dirigir. En cambio, para muchos, la expresidenta permanece como líder y conductora del fragmento más homogéneo del peronismo. Su mención a su rol de candidata demuestra algo que la realidad confirma: es la mejor candidata del panperonismo, pero también la más resistida. En el camino de unificación, el peronismo debería encontrar otras candidaturas capaces de lograr grandes consensos.  

Los esfuerzos unificadores liderados por el kichnerismo más el Movimiento Evita y el PJ Porteño y una parte del Frente Renovador y el ubicuo Alberto Rodríguez Saá cuentan con ella dentro del conglomerado y no fuera, pero ninguno está anticipando su candidatura para el 19, sino por el contrario, afirman lo que la propia CFK sugirió varias veces: su no competencia. Como sabemos, las circunstancias pueden revertir esto, como ya pasó varias veces en la historia, en que el destino lo elige a uno y no al revés.  Lo que no hay duda es que, si ella fuera la candidata, el peronismo se rompe.

Está claro que la proximidad mayor o menor de CFK con el armado peronista abrirá las posibilidades de que el peronismo tenga una o varias alternativas en el 2019, porque la proximidad de su figura acomoda o desacomoda a otras.  Se anticipa como la mejor resolución que se desemboque en unas PASO en el 19 que dirima la competencia entre varios candidatos peronistas.

Cristina decide su distanciamiento respecto a lo que se está edificando, aunque espera que dicha construcción no la niegue a ella ni a su gestión. Ese es el límite dentro de la matriz de la unidad. Sin embargo, hay mucha dirigencia política y sindical que no quiere que esa omnipresencia se mantenga y agrega como razón práctica las derrotas electorales habidas, de las cuales CFK fue la cabeza estratégica.

Para el kichnerismo más duro, ella es garantía ideológica, y esa ideología es por lo menos reformista con algún rastro revolucionario, aunque esté expresada en retazos, no en un modelo sistemático ni en un proyecto sobre el país, pero que sí se diferencia claramente sobre un resto amplio señalado como  la “derecha”. O sea que CFK es la dirección del populismo y progresismo nacional y referente en el campo regional, y de eso no se baja.  

No hay ninguna organización ni institución que iguale dicho nivel, sino que ella está concentrada solamente en Cristina.  Esto señala necesariamente que, si ella no es candidata, esa garantía pueda ser transferida en su totalidad, pero eso no es posible.  Si ponen a competir en una eventual interna a CFK con otros precandidatos, el resultado ya lo conocemos. Pero el nuevo o la nueva aspirante a presidente podría erigirse sobre una base fantasmática. Lo contrario es que no haya unidad.

Lo que agrava el espacio del diálogo en el intraperonismo es la situación judicial de muchos de sus dirigentes, incluida la jefa. Hay que agregar ahora a Hugo Moyano, que plantea este dilema a los que se unen al dirigente camionero por una repentina identificación política.  

El encasillamiento de “presos políticos” sintetiza la consideración general del kichnerismo de que este Gobierno es similar a una dictadura. Calificación negada por muchos peronistas, que además reniegan de los pronósticos catastróficos, que parecen irresponsables, sobre todo porque no hay factibilidad política de poder alternativo. Entonces, debería asomar la Patria como responsabilidad.

Muchos contertulios sienten la incomodidad de la proximidad de CFK y hacen esfuerzos para separar lo que es político de lo que es judicial.  Pero las derivaciones y la velocidad de los procesos judiciales no son fáciles de prever y esto interviene en el tablero político a favor del oficialismo y en contra de la oposición.  Y en esta cuestión CFK no está fuera, está dentro.  

Sabemos que hay muchos dirigentes y exfuncionarios del peronismo que están bajo la presunción de inocencia, aunque no lo son, pero mientras no sean citados y no haya un proceso en sus cabezas, pueden mantener la distancia y el señalamiento hacia los otros.

El multitudinario acto del 21 de febrero, convocado por un grupo de sindicatos que podríamos denominar combativos, replica la cuestión crítica de quiénes conducen y quiénes son sus referentes. Parece ser que la acumulación de dirigentes posibilita, al no estar físicamente,  cierta opacidad de CFK, pero eso tiene que ver más con una retracción táctica, que debería desembocar no en la entrega de la dama sino en jaque a Cambiemos.  

El kichnerismo piensa que la contradicción entre el Gobierno y la economía lo empuja a Macri al abismo, fruto de su incapacidad frente al fracaso económico. Esto va a llevar al movimiento opositor inexorablemente a apelar a la mejor opción electoral. Y que la propia dinámica de la negatividad favorece a que voten a CFK, inclusive los que no la quieren. Claro, como siempre, están los otros, que también juegan.  

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