La tecnología y la economía en tiempos de Covid

Por: Karina Meneghetti

Foto: The Conversation


¿Qué nos trajo la pandemia?



La pandemia que azota a nuestro planeta no solo afecta a la salud de las personas sino que, además, influye en múltiples aspectos de nuestras sociedades, nuestras culturas y nuestra economía. El mundo parece revuelto y confuso buscando un nuevo punto de equilibrio que promete alcanzarse luego del descubrimiento de la vacuna. ¿Será así?

Lo cierto es que, en esta contingencia, los tiempos de incorporación de la tecnología por parte de una mayor porción de la población mundial parecen haberse acelerado, acompañando al desarrollo ya existente en la cuarta revolución tecnológica.

En centro del escenario pandémico, la adopción de herramientas informáticas, aplicadas al ámbito laboral, educativo y de entretenimiento, entre otros, ha provocado que casi sin darnos cuenta estos instrumentos ocuparan un lugar primordial en nuestras comunicaciones, información y logística familiar. El uso de estas tecnologías se convirtió en normal y rutinario para una parte creciente de la población en una franja etaria amplia que comprende desde los niños hasta los adultos mayores.

Herramientas como el Big Data y  la Inteligencia Artificial conviven silenciosas con nosotros diariamente cuando usamos distintas plataformas digitales. Pueden ser utilizadas por las empresas, por ejemplo, para procesar mayor cantidad de información del cliente recibida en forma interna o externa y mejorar la experiencia del usuario en aplicaciones o videojuegos.

La economía colaborativa y el almacenamiento en la nube también son fenómenos actuales. En la primera se intercambian por distintos dispositivos conocimientos entre usuarios generalmente sin contraprestación económica directa y en el segundo se permite almacenar todo tipo de archivos en forma virtual (entre ellos fotos y videos) de manera de poder acceder a ellos desde cualquier dispositivo (PC, tablet o teléfono) con conexión a internet.

También podemos mencionar entre estos fenómenos las empresas FinTech que hasta nos permiten adquirir criptomonedas y realizar operaciones financieras sin intermediación bancaria a través de la tecnología blockchain. Por otro lado, cada vez son más los dispositivos que se conectan a la WEB como parte del Internet de las Cosas (electrodomésticos, autos, televisores, etc).

En otro orden de cosas la cuarta revolución industrial, nos trajo otros grandes descubrimientos como son la robótica y la impresión 3D. Esta última en combinación con la biotecnología ha alcanzado grandes logros en el ámbito de la salud como ser la impresión por medio de estas tecnologías de prótesis corporales y la creación de sistemas musculares y vasculares por ejemplo.

Como hemos visto, la actividad económica interconectada es enorme y confluye en una gran infraestructura digital. En este contexto, una mayor cantidad de bienes son “servificados”, es decir, que bienes que antes se compraban ahora se pueden contratar como servicios (esto se hace posible tecnológicamente gracias a un sistema de aplicaciones móviles, geolocalización y pagos electrónicos, por ejemplo). También surge el fenómeno de los bienes que directamente son reemplazados por servicios por ejemplo: libros reemplazados por e-books, CD reemplazados por plataformas de música, DVD reemplazados por plataformas de streaming.

Estos fenómenos afectan a nuestra cotidaneidad pero a la vez su influencia es tal que alcanza también a la política y la economía mundial.

Una economía mundial portadora del virus y sintomática

El mundo y la economía se transforman de manera constante. Sin embargo, en ciertos periodos se producen revoluciones, cambios disruptivos que modifican las relaciones de producción y laborales, así como la generación de valor en las sociedades y, a veces también, el orden geopolítico. La cuarta revolución industrial está entre nosotros generando todos estos cambios que no son tan fáciles de identificar porque se producen en otra dimensión que es el ciberespacio, que interactúa con el mundo físico pero es intangible. Cada vez más la economía centra sus actividades en la obtención y análisis de los datos, la información y el conocimiento.

La pandemia mundial actual acelera estos cambios por un lado y, por otro, juega también un papel clave en la transformación de la economía mundial. Un rasgo distintivo de la crisis económica que ha generado la pandemia es que más allá que haya afectado a todos, sus repercusiones son desiguales. Esta crisis produce efectos diferenciados por países y territorios, empresas y personas por lo que hacerle frente representará grandes desafíos políticos, económicos y sociales.



Según un nuevo análisis del Banco Mundial y Unicef, 1 de cada 6 niños (356 millones de niños en el mundo) vivía en pobreza extrema antes de la pandemia de COVID-19, y se prevé que este número empeorará significativamente.

En su nuevo informe “Perspectivas de la Economía Mundial” de octubre, el Banco Mundial estima una caída del PBI real mundial en 2020 de -4,4% y un crecimiento en 2021 del 5,2%. Sin embargo, la región de América Latina y el Caribe se verá más afectada con una caída del PBI real regional de -8.1% y un repunte en 2021 de solo un 3,6%. Un escenario totalmente distinto enfrentará China, único país con una estimación positiva de crecimiento del PBI real en 2020 de 1,9 % y un envidiable escenario de crecimiento para el 2021 del 8,2%, mientras que la estimación para Estados Unidos en 2020 muestra una caída de -4,3 % y un repunte por debajo del promedio mundial en 2021 del 3.1% del PBI real.

En cuanto al mercado laboral, tanto la pandemia como los procesos que comprenden las nuevas tecnologías implican cambios estructurales. Por un lado la desocupación y caída de salarios nominales en la pandemia, sumados a la caída de demanda interna y externa y las pocas oportunidades de inversión, están generando un mercado laboral debilitado. A esto se adiciona una tendencia a la mutación de trabajos hacia otros empleos nuevos en el nuevo contexto de la cuarta revolución industrial.



Ante este contexto de incremento de la pobreza, desempleo y recesión mundial, la estabilización macroeconómica y la asistencia a los grupos más vulnerables debe ser la prioridad de todo Estado. Pero también deben generar una estrategia de crecimiento y desarrollo en donde las políticas de fomento a la tecnología y los servicios basados en el conocimiento jueguen un rol central. A continuación mencionaremos algunas de ellas:


  • Muchos aseguran que la tecnología puede actuar como amplificador de la desigualdad, favoreciendo a los estratos de la sociedad con mayor formación, habilidades digitales y conectividad y dejando atrás a quienes no han podido adaptarse a tiempo. Para paliar estos efectos los Estados deben afrontar el reto de intervenir mediante políticas para achicar esta brecha de desigualdad digital, que no solo se refiere a la tecnología, sino también a la conectividad y el conocimiento sobre su uso.
  • Como política de impulso tecnológico, también es deseable el fomento de la innovación productiva interna y de los procesos de investigación y desarrollo aplicados.
  • Por otro lado, la economía del conocimiento involucra a un bien público cuya provisión no compete solamente al Estado: es fundamental la participación de las empresas privadas de tecnología en estas políticas. Para ello la cooperación público-privada se ha vuelto esencial a escala global.
  • También es importante la generación de políticas de incentivos a la exportación de servicios basados en el conocimiento que han demostrado, antes de la pandemia, un dinamismo importante a nivel mundial.

Un ejemplo de planificación a largo plazo que involucre a las nuevas tecnologías son las soluciones sociales pensadas por Japón. La “Sociedad 5.0”, creada en el 2015 bajo el impulso del primer ministro Shinzo Abe, aprovecha la inteligencia artificial para abordar problemas que afectan al conjunto de la sociedad como: el envejecimiento de la población, la contaminación y, sobre todo, conseguir que esta iniciativa centrada en el ser humano sea lo suficientemente ágil como para adaptarse al cambio constante de la sociedad. Se inspira en el objetivo de construir una sociedad futura que gire en torno a las personas, humano-céntrica, y no en torno a las cosas, por muy tecnológicamente avanzadas que sean. Una “sociedad superinteligente” es la meta para favorecer el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo sostenible para 2030.

En Europa también hay iniciativas en desarrollos de los Estados basados en Inteligencia Artificial provenientes principalmente del gobierno británico y el francés.

Estamos frente a una oportunidad única para crear nuevos consensos hacia una política orientada a la economía del conocimiento, basada en datos y digital sobre la cual construir el porvenir que nos permita superar la crisis actual y robustecernos como nación tecnológica con perspectivas a futuro.




Sobre la Autora

Karina Meneghetti. Magister en Políticas Públicas y Gobierno (UNLA) y Lic. en Economía (UBA) Investigadora del Observatorio de Economía Política Internacional de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Profesora e Investigadora de la UNDEF. Twitter: @karimeneghetti

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