La Unión Europea frente al mundo

El nuevo escenario internacional que se configura tanto en la arena política como económica mundial puede considerarse ya como un hecho indiscutido, y si bien hizo falta la pandemia actual para que el discurso sobre el mismo pudiese abrirse paso definitivamente hacia el mainstream discursivo, se trata de todas formas de un fenómeno cuyas dinámicas subyacentes son anteriores a la misma.

El nuevo escenario internacional que se configura tanto en la arena política como económica mundial puede considerarse ya como un hecho indiscutido, y si bien hizo falta la pandemia actual para que el discurso sobre el mismo pudiese abrirse paso definitivamente hacia el mainstream discursivo, se trata de todas formas de un fenómeno cuyas dinámicas subyacentes son anteriores a la misma.

Es con la consciencia de estos cambios en el panorama que la Unión Europea, el gran caso de integración regional y en cierto sentido el caso ejemplar del orden internacional liberal comenzado tras el fin de la Guerra Fría, debe enfrentarse a la cuestión sobre su rol en la agenda y política internacional. Esta cuestión radica en cómo se presentará ante el resto del mundo, su capacidad para marcar los temas en la agenda mundial y de perseguir sus propios intereses. No se trata de un tema fácil, debido a que todo esto depende de la capacidad de esta organización internacional, con sus propios órganos y funcionarios, de poder canalizar y coordinar los intereses de los Estados que la conforman.

De todas formas, es una cuestión que no puede ignorarse indefinidamente, y de hecho la discusión sobre si la UE debería buscar una “mayor autonomía” en temas como la defensa ya recorre los pasillos de muchas instituciones. La discusión se hace urgente no sólo por los cambios generales del escenario internacional, sino por el hecho de que la UE se encuentra prácticamente en medio de todos estos: entre los tirones de China y Estados Unidos, entre el conflicto y la cooperación con Rusia, así como el expansionismo turco en el Mediterráneo, Medio Oriente y África, lógicas zonas de influencia europea.

Entre dichas cuestiones, la que quizás sea más esencial sea la de la posición del bloque europeo en la disputa entre China y Estados Unidos. La potencia norteamericana no parece que vaya a abandonar su curso de contención y conflicto con el gigante asiático, y dentro de este itinerario desea que Europa siga estando más cerca de Washington que de Beijing. En este sentido, no cabe duda que la UE sigue privilegiando a la relación transatlántica en muchos temas, tanto políticos como económicos. Sin embargo, durante el 2020 China superó por primera vez a EEUU como principal socio comercial del bloque, y los intereses económicos europeos –en sintonía con la dinámica económica mundial- están destinados a mirar cada vez más hacia el Pacífico.

Sin embargo, la oposición desde Europa hacia China por cuestiones políticas, de Derechos Humanos y mantenimiento de acuerdos tampoco está destinada a desaparecer. En el esfuerzo por asegurar que China mantenga su parte de acuerdos comerciales con el bloque, por ejemplo, la UE necesitará de tener un socio fuerte y con buena relación al otro lado del Atlántico. Es en este vaivén entre ambos actores que la UE podría verse forzada a adquirir una mayor unidad frente al escenario internacional, amalgamando sus esfuerzos de política exterior en un frente unificado que reconozca y defienda los intereses de la unión internacionalmente.

Sin embargo, la situación actual no promete demasiado en este sentido. La relación con Rusia, y en especial la última visita del máximo representante externo de la UE, Josep Borrell, arrojan luz sobre lo lejos que está aún el bloque en darle peso a la necesidad de tener una diplomacia unificada.

Como ya es sabido, a principios de febrero el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Seguridad, Josep Borrell, visitó Rusia y mantuvo una reunión y posterior conferencia de prensa con el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. El objetivo era presentar una posición firme por parte de la UE en su condena al accionar del Estado ruso contra el líder opositor Alexéi Navalni, y en efecto, esto es lo que declaró frente a su par ruso ante la prensa. Sin embargo, terminó prácticamente humillado cuando Lavrov procedió a anunciar que Rusia expulsaba a diplomáticos de Alemania, Polonia y Suecia por participar en manifestaciones por Navalni y que contemplaba romper relaciones con la UE si esta proseguía en endurecer sanciones contra Rusia, todo frente a un impotente líder de la diplomacia europea.

Más allá del evento vergonzoso, y de que el principal diplomático de la UE cayera tan fácilmente en una “emboscada” por parte de los rusos, conocidos por orquestar este tipo de dramatizaciones, este hecho arroja luz al estado de una política exterior europea sólida en sus consecuencias dentro del bloque: mientras una proporción de los miembros lamentaban el incidente y cuestionaban a Borrell por ir, en otras capitales aún se preguntaban quién era Borrell en primer lugar.

En conclusión, no cabe duda de que frente al emergente escenario internacional, la Unión Europea necesitará presentarse externamente de una manera más unificada y activa. Pero de todos modos, la forma y los tiempos de este fenómeno aún están por verse, y dependerán de la cómo la organización pueda coordinar y asimilar las distintas demandas e intereses de sus miembros.

Diarios Argentinos