La voz que no se escucha: docentes en pandemia

¿Cómo es un día de escuela en la vida de un maestro o maestra en medio de la pandemia? EPD habló con docentes de distintos distritos para conocer de primera mano cómo es dar clases presenciales en medio de la segunda ola de coronavirus.

¿Cómo es un día de escuela en la vida de un maestro o maestra en medio de la pandemia? ¿Qué protocolos deben respetar? ¿Qué sienten al enfrentarse a un aula sabiendo que el riesgo de contraer la enfermedad es alta? ¿Se ven obligados, como el común de los trabajadores esenciales, a usar el transporte público? ¿Qué cuidados deben tener cuando regresan a sus casas a fin de no poder en peligro a sus seres queridos? ¿Qué sensaciones tienen cuando los grandes medios ocultan los casos de COVID-19 que ocurren en las escuelas? ¿Se sienten cuidados por los respectivos gobiernos?

EPD conversó con docentes de escuelas de distintos distritos del país para conocer de manera directa la respuesta a estos interrogantes. Buscamos así visibilizar una problemática que tiene poco o nulo espacio en la agenda pública de la Argentina. Expresión de ello es que recientemente se establecieron nuevas restricciones para contener la segunda ola de coronavirus, pero nada se dispuso para la enseñanza presencial. Sorprende, sobre todo, al mirar la experiencia regional y mundial, donde distintos gobiernos (entre ellos, Uruguay) volvieron al esquema de la virtualidad y cerraron las escuelas. 


¿Hay protocolos? ¿Se cumplen?

Una primera cuestión sobre la que indagamos es respecto de los protocolos vigentes que hay para impartir clases presenciales. Sobre este punto, la respuesta es casi unánime: los protocolos son estrictos y se cumplen. Noelia, docente en una escuela en La Plata, nos cuenta: "Es muy estricto, llegamos y nos toman la temperatura, debemos pasar por una alfombra sanitizada y luego ponernos alcohol. Los docentes estamos todo el tiempo con barbijo y máscara. Y los alumnxs deben hacer lo mismo y presentar una declaración jurada cada 48 hs. Una vez que los niños entran, mantienen la distancia, deben dejar las mochilas fuera del aula e ingresar con los útiles (los menos posibles). No pueden circular por el salón". 

Le preguntamos por el rol de los padres y Noelia no duda: "Actúan con mucha responsabilidad y frente a algún síntoma o si el alumno no se encuentra bien, avisan y no lo envían hasta que mejore". 

Y agrega: "Durante el recreo las chicas de maestranza entran a las aulas pasando lavandina y limpiando los bancos. Cada vez que se utiliza el baño entran a desinfectar, y entre turno y turno entran con una mochila electrónica sanitizante. Nuestra escuela son dos burbujas con presencialidad programada: es decir que hay alumnos que van faltando dentro de la burbuja, entran 12 y 14 por aula".

Carolina es Docente de jardín maternal -Colonia Urquiza- La Plata. "Empezamos a trabajar con el protocolo de Educación. Trabajamos con dos grupos de nenes. En mi sala hay 16 así que hacemos dos burbujas de 8 nenes y vamos rotando entre la presencialidad y la virtualidad". 

Laura, profesora de una escuela secundaria del barrio de Villa Urquiza, ofrece su mirada: "Los protocolos son muy estrictos y al menos en mi escuela se cumplen". Pero, agrega, no es fácil dar clases en esas condiciones: "Yo tengo la suerte de ir en auto, todos los días. Y tomo algunos cuidados que el resto no. Por ejemplo, ni piso la sala de profesores. Entro directo al aula, doy clases y me vuelvo en el auto. Obviamente muchos no pueden darse ese lujo". 

Laura habla también de algunas dificultades concretas: "Doy clases con dos barbijos. Y además de que es muy molesto estar tantas horas con los dos barbijos, otra complicación es lograr que tus alumnos te escuchen. Entonces les tenés que pedir que se acerquen, y ahí te agarra el miedo del contagio. La verdad que es muy difícil dar clases así". 

Graciela trabaja en una escuela porteña de enseñanza media. Se encuentra dando clases desde su casa, en modo virtual. Logró que el gobierno la exceptuara pero para eso tuvo que batallar mucho: "Larreta no quería exceptuar a las personas como yo, de riesgo. Presenté un amparo y lo gané. Y luego se vieron obligados a exceptuarnos".

Alicia es profesora de gimnasia en el Club Independiente (en Avellaneda). Nos aclara de entrada: "Por mi tarea, no tengo una sola burbuja, porque voy de curso en curso", un aspecto que ya de por sí cuestiona la idea de un retorno seguro a las escuelas sobre la que tanto se insistió. Alicia está junto con su marido, quien interviene: "Al principio yo la llevaba y después volvía en colectivo. Pero cuando me contó que venía siempre lleno, ahora la paso a buscar yo en el auto también. Pero ¿y sus compañeros y alumnos que tienen que ir todos los días en colectivos llenos, qué hacen? Mi esposa también enfrenta el mismo riesgo a pesar de que tiene la suerte de que yo la puedo llevar". 

Y este problema de la ida (y vuelta) a la escuela introduce un problema frecuente: una política preventiva realmente efectiva contra el coronavirus no solo tiene que ver con lo que ocurre en el aula, sino con toda la actividad (viajes incluidos) que se generan en torno a ella. Alicia cuenta: "La semana pasada estaba dando clases y llegó una madre para retirar antes a cinco chicos, porque se iban a un cumpleaños todos juntos, en una casa de un compañero. Ahí te das cuenta del riesgo que corremos nosotras, más allá de cumplir todos los protocolos que de por sí ya es muy desgastante".  

Una docente de una escuela porteña (distrito 3) agrega con su testimonio la problemática familiar, muchas veces invisibilizada cuando se discute sobre la presencialidad: "En el caso de mi escuela tenemos muy pocas aulas habilitadas, con lo cual hay muy poca presencialidad. Tenemos más de un 80% de clases virtuales y en mi caso particular, el problema que tengo es que mi hija, que está en la escuela primaria, también en el distrito 3, está yendo un horario reducido en una escuela de jornada completa. Ahora está yendo de 8 a 11 de la mañana. Yo no estoy pudiendo asistir a las clases presenciales justamente porque la tengo que ir a buscar a ella a las 11 de la mañana o dejarla sola toda la mañana en mi casa, o pedirle a mi mamá, que es la única persona que me ayuda, que la retire. Mi mamá es una persona que tiene más de 70 años y todavía no tiene dada la vacuna contra el COVID, con lo cual la expongo cada vez que le pido que me haga ese favor. Luego de haber presentado el recurso de excepcionalidad en febrero por este tema todavía no tengo respuesta y sigo recibiendo las citaciones a dar clases presenciales en los horarios en que no puedo darlas".


¿Qué ocurre con los casos de COVID-19 en las escuelas? 

Noelia tuvo coronavirus y nos cuenta su experiencia: "Cuando me enteré de un caso sospechoso dentro de mis familiares y amigos me aislé y se aislaron las burbujas a las cuales yo les di clases esos días... A la espera de los resultados de mi hisopado. Cuando se confirmó mi positivo, las burbujas debían aislarse por 14 días. A partir de mi caso se tuvieron que aislar algunas compañeras también ya que compartimos la cocina donde almorzamos. Hubo casos sospechosos y se actuó de la misma manera y luego del hisopado negativo volvieron a la escuela docentes y alumnxs". 

Alicia retoma la palabra: "La semana pasada, el lunes una maestra faltó porque dio positivo. De ahí aislaron a tres docentes más que habían sido contacto estrecho. Y terminó pasando que las cuatro tuvieron". Pero, agrega, nadie se entera, "tapan los casos, los reemplazan y listo". 

Maribel da clases en ciudad de Buenos Aires, en una escuela especial, donde atienden las necesidades de niños y jóvenes con capacidades diferentes. Allí la situación es otra: "Mi escuela es chiquita, y es de educación especial, así que no es la misma realidad de una escuela común. Y también es una escuela con muy pocos chicos. Por ejemplo, en el turno tarde, que es donde estoy yo, que son diez alumnos como mucho. Así que nosotros no tenemos problemas". Y enseguida agrega: "Pero bueno, estos días me estoy enterando de otras escuelas, comunes, donde hay casos de COVID en docentes y en alumnos".  

Carolina completa el panorama: "Actualmente varias compañeras tienen síntomas de coronavirus, algunas ya han sido confirmadas, otras están a la espera de los resultados".  



La profesora del distrito escolar 3 (Ciudad de Buenos Aires) introduce otro problema, vinculado con la política que está llevando adelante Larreta contra aquellos docentes que, por condiciones de salud, se encuentran exceptuados de concurrir presencialmente a las escuelas: "Entre las cosas que están sucediendo en mi escuela, en todas las escuelas, es que los docentes que están con dispensas, ya sea por problemas de salud o por ser mayores de 60 años, no están pudiendo renovar ni tomar cargos de coordinación, ni de tutorías, ni siquiera tomar horas de clase, lo cual es absolutamente discriminatorio", nos cuenta.

Graciela alude al mismo problema y aclara: "Es discriminatorio. El gobierno de Larreta sacó una resolución, que en verdad va en contra del estatuto docente. Nos tomó de enemigos y el Gobierno nacional no nos escucha y mira para otro lado". 


Virtualidad, trabajo recargado

En este contexto, la pregunta surge, inevitable: ¿creen que hay que suspender la presencialidad? Y en caso afirmativo, ¿cómo es volver a la virtualidad completa? 

Noelia responde: "Si tengo que elegir una forma de enseñanza, elijo la presencial. El año pasado fue muy difícil acostumbrarnos a la virtualidad y trabajamos durante muchas más horas de las que nos correspondía. Sin embargo, creo que la vuelta a clase fue uno de los factores principales de la cantidad de contagios porque la circulación de gente es constante. Considero que lo mejor es cerrar las escuelas y volver a la virtualidad, aun sabiendo que voy a trabajar el triple. Creo que es indispensable darle un respiro al sistema de salud y no tengo dudas de que será cuando las escuelas cierren".

Este punto es resaltado también por Graciela, quien describe la situación en la ciudad de Buenos Aires: "El año pasado los profesores nos tuvimos que poner la escuela al hombro, porque muchos de los alumnos no tenían las condiciones adecuadas para la enseñanza virtual. Todo eso fue hecho a pulmón con cero acompañamiento del Gobierno porteño. Y trabajamos el doble de lo que hacíamos antes, trabajando incluso los fines de semana. Obviamente estoy a favor de suspender la presencialidad en este contexto, pero también el gobierno debería haber tomado algunas medidas en todo este tiempo para mejorar las condiciones de trabajo en la virtualidad. Y no hizo nada". 

Alicia es contundente: "Esto no da para más. Van a tener que cerrar nuevamente, no podés tener las escuelas abiertas con este nivel de circulación del virus". 

En el mismo sentido, sostiene, para finalizar, Carolina: "Así se hace muy difícil sostener la presencialidad en las aulas, para nosotras es preferible que se siga desde la virtualidad y poder garantizar la seguridad de los niños, de los docentes, y de las familias ya que estamos todos expuestos ante la suba de casos que han surgido en estos últimos días". 

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