Las pantallas ocupadas

¿Qué perspectivas y desafíos se abren para la exhibición cinematografía nacional con el cambio de gobierno?

Por: Francisco Márquez

Seremos taxativos para comenzar. La exhibición y distribución de cine argentino está en estado crítico. Es cierto que esta dificultad es previa a la pésima gestión del INCAA que encabezó el macrismo, y que esta crisis asola las distintas cinematografías nacionales. También es cierto que las políticas del macrismo, que entendieron al cine como un bien de mercado antes que un bien cultural, exacerbaron esta tendencia a límites insospechados. Este año una sola película Avenger Endgame ocupó el 80% de las salas del país (https://youtu.be/wvmVyIq2VXc) y cuando se conozcan los datos de 2019 veremos que la presencia de Toy Story 4, El rey león, IT 2 y la citada Avenger Endgame le darán a una sola compañía, Disney, una presencia totalmente desproporcionada en el mercado.

El cine es una cuestión de Estado no sólo por las fuentes laborales que garantiza sino por su valor simbólico. El cine puede, potencialmente, construir identidades, participar de la formación del sentido común, dar cuenta de las diversidades que conforman una nación,  alimentar el espíritu crítico, plantear nuevos mundos posibles. El cine también es acervo histórico. Un país sin cine pierde la posibilidad de auto-percibirse, de pensarse en su pluralidad. Entregar las pantallas a pocas películas, sin dudas, nos empobrece.

Estarán quienes dirán que ya no van al cine, que ahora lo ven desde su casa, que debemos adaptarnos a las nuevas tecnologías. Estos discursos abundan, incluso, desde el mismo Estado que debe fomentar la exhibición de cine nacional. Sin embargo la realidad indica que la cantidad de espectadores fue subiendo considerablemente hasta el 2015 donde se marcó el record de 52.230.747 entradas vendidas. Para luego ir bajando paulatinamente al calor (o al frío) de la crisis económica, no escapando a la baja de consumo de las clases medias en otros rubros.


La gente sigue yendo al cine. La cuestión es que cada vez ven menos películas. Los discursos, las visiones del mundo se van recortando a medida que se va concentrando el mercado cinematográfico año a año. Pocas películas copan el mercado y desalientan formas variadas de ver el mundo. Sobre un universo de 550 películas estrenadas en la Argentina en 2018 solo 10 ocuparon casi el 50% del mercado. Nueve de ellas estadounidense y una Argentina distribuida por la 20th Century Fox. Hace unos años hice una encuesta de consumos culturales en una escuela de cine donde doy clases y, allí también, arrojó resultados semejantes. Estupefacto, ante la evidente hegemonía norteamericana en sus hábitos, un estudiante me dijo: esto es muy peligroso.



Es interesante observar como este fenómeno de concentración se reproduce en el consumo de cine nacional. Sobre un universo de 238 películas argentinas estrenadas sólo 5, todas ligadas a televisoras, acumulan el 61,34% del mercado de consumo de cine argentino quedándose mucha de las otras películas sin pantallas.



Y no se trata, como a veces quieren caricaturizar la posición de los cineastas que planteamos este tipo de cuestiones, de que el Estado deba decidir que ve el público y que no. De lo que se trata es de generar políticas públicas que garanticen una oferta diversificada, la posibilidad de acceso a otras realidades, otros discursos, otras estéticas y que estimulen el consumo de cine nacional.

Cuando estas medidas existen hay respuestas favorables. El caso del cine Gaumont en la ciudad de Buenos Aires es paradigmático. Un cine estatal con precios populares ubicado en una zona de fácil acceso, con buenas condiciones de proyección que siempre está lleno de público, y de diferentes clases sociales, para cine nacional.

Este tipo de salas cinematográficas que no dan pérdidas al Estado (más allá de una inversión inicial) es una cuestión de voluntad política. Abrir decenas de estas salas en zonas densamente pobladas tendría muchos adeptos pero también pocos y potentes detractores. Las multi salas ligadas a las grandes mayors norteamericanas que venden entradas, y mucho pochoclo, carísimas. Una red de salas INCAA, bien equipadas, que proyecten cine nacional en poblaciones donde no hay cines pero también en zonas densamente pobladas de nuestro país podría ser una primera medida de enorme impulso para nuestra cinematografía. Medida que debería ir acompañada de la muy demorada cinemateca nacional. Un espacio de conservación, promoción e investigación de nuestro patrimonio cinematográfico. En ese sentido nuestro país está muy atrasado en relación a otros de la región como México o Colombia.

Hay un país que es una interesante contra tendencia sobre el consumo de cinematografía nacional: Corea del Sur. Este país, bastante lejos de cualquier experiencia socialista, implementó una cuota de pantalla del 25% (que luego la intervención norteamericana bajó al 20%). Es decir que cada cine, por operar en su territorio nacional, debe pasar esa cantidad de cine coreano. Esto provocó un crecimiento de público así como una florecimiento del cine coreano que, no casualmente, viene de llevarse la última Palma de Oro en Cannes con el film Parasitos de Bong Joon-ho. Una medida de ese tipo, que cambie la insuficiente e incumplida cuota de pantalla en Argentina también sería una medida tendiente a diversificar la programación en los complejos cinematográficos. A la par que, para evitar la concentración del mercado y habilitar una democrática pluralidad de voces, se debería instrumentar un máximo de copias con las que puede estrenarse una película que permita que quien quiera ver la próxima Avenger Endgame pueda verla sin problema pero que también allí, no muy lejos, tenga la posibilidad de acercarse a un/a cineasta cordobés/a, porteño/a, de algún punto del conurbano o de otro lugar del país que tanto reconocimientos cosechan en festivales internacionales y tan pocas salas consigue en nuestro país.


*Francisco Márquez es director y productor cinematográfico. Realizó el documental Después de Sarmiento y, junto con Andrea Testa, La larga noche de Francisco Sanctis que tuvo su estreno en el 69º Festival de Cannes. Actualmente se encuentra terminando su tercera película, Un crimen común. Es miembro activo del Colectivo de Cineastas.

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