Los aportes de Adolfo Pérez Esquivel y del Servicio Paz y Justicia a los DD.HH.

Repasamos las contribuciones de la Asamblea General de las Nacional Unidas y de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, a la lucha por los Derechos Humanos.

El setenta y dos aniversario de que la Asamblea General de las Naciones Unidas promulgara la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el cuarenta de que el escultor y pintor argentino Adolfo Pérez Esquivel fuera reconocido con el Premio Nobel de la Paz, nos brinda la oportunidad de revisar las contribuciones de él y de la organización que presidiera hasta el 2019 -siendo también miembro fundador y coordinador latinoamericano cuando le otorgan el galardón en 1980-, el Servicio Paz y Justicia, no sólo a las luchas de personas y pueblos oprimidos del país y de la región, sino también en el nivel global.


El activismo noviolento: servir a las luchas populares y camino hacia la liberación

Si tuviéramos que analizar qué particularidades del Servicio Paz y Justicia le diferencia de los demás integrantes del movimiento de derechos humanos rioplatense consolidado durante el periodo de terrorismo estatal, podríamos mencionar dos cuestiones interesantes : 1) la dimensión latinoamericano-caribeña de su organización y que (junto con la Liga Argentina por los Derechos Humanos) se crea antes del golpe de 1976, instituyendo una modalidad rotativa en lo que refiere a su coordinación regional -desde 1974 en adelante-; 2) su interés particular por el paradigma ghandiano, lo cual le lleva a producir una serie de materiales escritos,  audiovisuales -e incluso musicalizados- sobre el tema, varios de los cuales devendrán de libre acceso a partir de la inauguración de la Casa de los Premios Nobel Latinoamericanos[1] ubicada en su antigua sede de la calle México 479 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 



Un breve recorrido sobre los documentos mencionados da cuenta del impacto que producen en la infancia de Pérez Esquivel la biografía de Mahatma Gandhi y el libro La montaña de los siete círculos -escrito por el monje trapense Thomas Merton-, así como la experiencia de él y de su compañera de toda la vida, Amanda Itatí Guerreño, en la Comunidad del Arca, gestionada por un discípulo italiano de Gandhi llamado Lanza del Vasto, al igual que hitos históricos como el Concilio Vaticano II y la Conferencia Episcopal de Medellín de 1968 o los encuentros y seminarios del Movimiento Internacional por la Reconciliación  -formado por un grupo de cristianos que se plantea recuperar el mensaje inicial de Jesús, desde inicios de los sesenta a los setenta- conformados por la filósofa austríaca Hyldegard Mayr y el francés Jean Goss, a partir de los que se robustece la denominada “teología de la liberación” y se consensua la urgencia de organizar un movimiento continental y solidario por la paz, cuyo propósito es servir a las luchas populares y a los grupos y comunidades que trabajan por la liberación a través de medios no violentos -de allí el nombre de la organización y su afirmación de que no puede haber paz sin justicia-. En palabras del propio Pérez Esquivel, por entonces ya se reproducían con virulencia las dictaduras en la región: “No es la misma la violencia del opresor que la de los oprimidos obligados a optar por la violencia cuando no encuentran otras alternativas (…) Los pueblos recurren a los medios que conocen y por eso, muchas veces, responden a la violencia opresora con otra violencia que busca liberarlos de esa opresión. Los pueblos no buscan la violencia, sino que, por el contrario, están sometidos a la violencia de la miseria, el hambre, la marginalidad, la falta de libertades sociales, políticas y económicas” (Pérez Esquivel, 1995:10) [Nosotros] “nos preguntábamos qué hacer y cómo responder a un entorno en el que el común denominador era la violencia creciente. Nuestro periódico Paz y Justicia daba algunas orientaciones y denunciaba las violaciones a los derechos humanos” (Pérez Esquivel; Cauduro; Iñiguez Zambrano y Liwski, 2013: 23).

Por otra parte, un texto publicado por el Servicio Paz y Justicia a comienzos del siglo XXI, reclamará la escritura de noviolencia todo junto, en tanto concepto nuevo que no puede reducirse a la mera oposición a las agresiones desplegadas, sino como palabra cargada de connotaciones positivas y creativas: como paradigma que sintetiza un principio de actividad, de transformación dinámica de las relaciones sociales de poder y de opresión, desde aquellas prácticas que se organizan y actúan políticamente para gestionar cambios sin hacer de los demás un instrumento, sin deshumanizar o cosificar a quienes se aspira a interpelar.

Bajo el paraguas interpretativo y la traducción del vocabulario gandhiano “ahimsa”, deseo de no dañar, y “satyagraha”, el cual reúne “convicciones” y “doctrinas” con “acción” y “práctica”,  se gestan iniciativas colectivas regidas a la vez por una “fuerza de verdad” o “firmeza permanente” (Serpaj, 2003[2]), estratégicamente facilitadas para visibilizar la sociogénesis de los problemas y para desarticular las agresiones a través de mecanismos coherentes con el modelo de no discriminación propuesto y de respeto y cuidado de la vida, así como de convivencia en la diversidad.

Condiciones que en el presente exhiben una vigencia indiscutida, pues se postulan como indispensables para construir la paz, la cual contiene una conceptualización no restringida a la idea de beligerancia interestatal, sino que se define en tanto proceso dinámico de realización de justicia en los distintos niveles relacionales y que requiere de capacidad de las personas, pueblos y fuerzas progresistas para hacer aflorar y resolver/transformar los conflictos de manera no belicista, en equilibrio consigo mismos, con la naturaleza y con los demás. 

En este sentido, la lucha solidaria e internacionalista por el reconocimiento de derechos humanos, cimentada desde la noviolenta activa como opción y camino para transitar nuestra existencia, a la vez que como mecanismo para dirimir los enfrentamientos y como estrategia política para la transformación social en favor de la igualdad, es un legado en movimiento que se resignifica y que vale la pena tanto asumir como afianzar.


Sobre la autora: Sonia Winer es miembro del Grupo de Geopolítica y Economía desde el Sur Global, investigadora del CONICET-IEALC-UBA y profesora de la materia “Cultura para la Paz y Derechos Humanos” de FSOC-UBA.


 REFERENCIAS 

[1] También se puede acceder a algunos materiales escritos y audiovisuales en los sitios web https://serpaj.org.ar; http://www.adolfoperezesquivel.org; http://www.sociales.uba.ar y en la muestra organizada por la Comisión Provincial por la Memoria, disponible en  https://www.comisionporlamemoria.org.

[2] Disponible en https://cultpazcom1.wordpress.com/2015/08/31/texto-la-no-violencia-activa-camino-hacia-la-liberacion-serpaj/

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