Los pseudólogos y el Gran Bonete

OPINIÓN. Los pseudólogos vernáculos parecen no advertir que los tiempos han cambiado y meten (y esta vez sin virtuosismo alguno) en la misma bolsa argumentaciones sobre minorías secesionistas, cárteles de la droga, delincuencia transnacional, lo sacuden un poco y en base a eso aparecen explicando un caótico panorama de seguridad que debe ser prontamente atendido y a cuyo fin ofrecen sus buenos oficios.

Por Hernán Longoni y Juan Calvo


¿Quién hubiera podido advertir (o más bien, ¿quién no?) que los esbirros hijos de Eris (la discordia en la mitología griega) hubieran reaparecido, anacrónicos y sonrientes, en las postrimerías de un año catastrófico para la humanidad en esta generosa Argentina?

Mucha agua ha corrido bajo muchos puentes desde que la conducción política del país pudo, mediante sinfines de debates y difíciles consensos, lograr lo que logran las más conspicuas democracias del mundo: someter al control político a su instrumento militar.

Pero no se apure, estimado lector, a calificar esta última frase. No hay en esto una vocación de embolsar todos los gatos juntos. Los hay de todas las clases, muchos virtuosos, algunos confundidos y otros... otros son los hijos de Eris.

El control civil de las Fuerzas Armadas en Argentina discurrió por dolorosos caminos, a veces incluso contradictorios y concluyó -al menos es lo esperable-, con la contundente respuesta que el gobierno del presidente Carlos Menem supo dar en aquella última asonada de diciembre de 1990. Al menos una... Aún así, hubo que dormir el sueño de los justos –y despertar- para que la conducción política decidiera el efectivo gobierno de los asuntos de la defensa.

Pero los pseudólogos vernáculos parecen no advertir que los tiempos han cambiado y meten (y esta vez sin virtuosismo alguno) en la misma bolsa argumentaciones sobre minorías secesionistas, cárteles de la droga, delincuencia transnacional, lo sacuden un poco y en base a eso aparecen explicando un caótico panorama de seguridad que debe ser prontamente atendido y a cuyo fin ofrecen sus buenos oficios.


Y no tiene eso nada que ver con un derecho de asociación, ni de una suerte de cooperativismo político. No, tiene eso que ver con generar una idea de insuficiencia de las políticas públicas.


Tiene que ver con la idea de instalar en la agenda una situación en la que aparezca necesario al poder constitucional explicar que solo existe un ápice conductor y que ese no es otro que quien haya sido electo para manejar los destinos de la cosa pública.

Tiene que ver con generar desgaste, cuyo fundamento es la acción de la propia política de defensa que se lleva a cabo desde la conducción política.

Se relaciona, también, con imposibilidades individuales y colectivas de debatir disensos y construir consensos, eso es el ejercicio de la política, del cual carecen. Cuando a los agrupados les tapa la visión su afán político netamente contrario a todo lo que se plantea y se hace, les impide apreciar la convocatoria abierta a la discusión de anteproyectos de leyes centrales de la política militar –y que se realiza con una amplitud ideológica sin precedentes, y sin que nada ni nadie obligue a tal esfuerzo-, se alinean a legisladores opositores que votan por unanimidad leyes de financiamiento al sector y después critican sin razón, una postura de rechazo cerril a todo lo que puede hacerse en la materia. En el fondo, critican lo que vergonzosamente saben que no pudieron reclamar ni hacer; “La victoria es de los otros”, puso en palabras el escritor.

Esta “mesa de enlace” que aparece repentina y cándidamente en la escena, que nos dicen algo de lo que luego se desdicen, que asoma para luego no asomar, que se arroga la representación de un sector -sea cual fuere- pero que trae en su agenda aquello de decidir por todos, no puede tomarse ingenuamente.

El sector militar, ya sea el activo pero también el pasivo, tiene y ha tenido siempre suficiente representatividad, ya sea en el planeamiento, en la toma de decisiones del sector en cuanto a la política de defensa y aún contra nuestro primer instinto también en la política militar.

Por su parte, su titular, el Gral. Ret. Bossi (hombre de la inteligencia y partidario de la intervención en seguridad interior del instrumento militar, detalle para nada menor) en declaraciones a la prensa manifestó que “... debemos lograr amalgamar a nuestra gente... lo nuestro se parece más a ese espacio que crearon los exsecretarios de Energía para proponer políticas en el área".

Necesitábamos tener una representación. ¿Quiénes? ¿Para qué? ¿Qué gente es la que “hay que amalgamar”? Frases vagas, carentes de sustento y que evidencian una intencionalidad ya que, a renglón seguido, afirma que el tema defensa no tiene trascendencia en la agenda pública. Y lo dice en pleno operativo Belgrano, la movilización más trascendente desde la guerra de Malvinas, lo dice luego del blanqueo tan esperado y reclamado por el sector, lo dice en plena reactivación (quizá lenta, pero de todos modos de firmes intenciones, basta con ver la recién aprobada ley de presupuesto 2021 y el FONDEF), lo dice luego de las recientes novedades de encubrimiento relacionadas al triste hundimiento del Submarino “San Juan”.

Luego de la reacción enérgica del Ministerio de Defensa, muchos de los que habían sido vinculados como integrantes de esta mesa remitieron misivas en las que se desligaban de ella.

¿Yo, señor? ¡No, señor! Pues, entonces...

Para bien o para mal, con errores y aciertos, pero siempre inmersa en la realidad del país, nuestra política de defensa deber ser llevada adelante por quienes tienen la facultad y responsabilidad legal para ello. Para nada excluyente, por cierto, más bien lo contrario; se comprueba una sinergia cotidiana entre civiles y militares que representa un valor en sí mismo en la gestión de la defensa. Esta es una realidad que, lamentamos decirles pero es así, no puede atribuirse a anteriores administraciones políticas: sin autoridad civil que los hubiera representado, “sin que ninguno lo ampare” dijo aquel sabio criollo, no hubo espacio para la defensa en la agenda de gobierno. Mucho menos logros concretos.

Admitir iniciativas como las que referimos implica reconocer una suerte de conducción aspiracional de la política del sector, la cual es indelegable de los quehaceres del Estado. Pero también implicaría una ingenuidad imperdonable. No podemos disociar esta fallida movida de la mesa de enlace de la serie de críticas de corte político, -allende de lo propio militar, de gestión, incluso lo ideológico-, que vienen desatando su ira fútil contra la administración de gobierno. Quizás fuera por la decisión de revocar la última directiva política y de la reafirmación de las misión principal de las Fuerzas Armadas -tal como lo establecen las leyes, por otro lado-, o el hecho político probablemente más trascedente de sancionar el FONDEF –y su ejecución efectiva, lo cual tira por la borda las suposiciones del más aguerrido contrario- u otras razones, que ya no responden a una crítica sincera, sino a fines políticos desacreditados por las formas en que se plantean, porque no es real que no se escuche, en todo caso, no se quiere ser escuchado más que a través de clásicas operaciones mediáticas.

Una decidida respuesta política –de la intensidad que pretendió una iniciativa conspirativa como la surgida- enarboló el ministro Rossi. Ese es el tenor de la respuesta de las máximas autoridades políticas ante la pretendida representación de los agrupados: con la gestión en la mesa, con la convicción del deber cumplido y la vocación democrática, se puede demostrar que, en el foro del presente, solo hay lugar para los decididos a construir una política de defensa verdaderamente nacional. Todo lo demás es artificio.


Sobre los autores: Hernán Longoni es abogado y dirige el blog http://miradaestrategica.blogspot.com/; Juan Calvo es politólogo y participa en la Comisión de Defensa Nacional del Partido Justicialista. Ambos cursaron estudios de posgrado en la Universidad de la Defensa

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