Luciana De Luca: "La literatura tiene el don de transformar el mundo sin demasiada ambición"

La escritora reveló su biografía lectora, contó cómo nació su vínculo con la literatura y dio detalles de su primera novela "Otras cosas por las que llorar".

"Afortunadamente para mí la literatura tiene el don de transformar el mundo sin demasiada ambición, con pericia, inteligencia y sensibilidad alcanza", sostiene Luciana De Luca. En diálogo con el programa No Digan Como Vivo, programa que se emite por el canal de Twich de Radio Centella y con El País Digital, la escritora reveló su biografía lectora y cómo nació su vínculo con la literatura.

Además, la autora contó detalles "Otras cosas por las que llorar" (Tusquets), su primera novela. "Era una historia que tenía algunas raíces bastante sólidas en mi historia personal y familiar, pero sobre todo era una historia que me interesaba contar y ficcionalizar, a la materia real agregarle un montón de otras capas que me pareció que podía tener", señala.  


Luciana De Luca, nació en Buenos Aires. Estudió Escritura Creativa en la escuela Casa de Letras y cursó distintos talleres literarios. Trabaja como editora y periodista. Es autora de cuentos editados en distintas antologías de literatura para adultos: Cuentos Cuervos (Editorial Planeta); Ficciones de Argentinos en Brasil (Editorial Casanova); Cuentos Raros (Editorial Outsider); “Antología 8 y 8”.

Es también autora del libro de cuentos “Las fiestas no son para los niños” (Editoriales Milena Cacerola y El 8vo. Loco, 2013).
En 2107 escribió, editado por Periplo, el libro para niños “Soy un jardín”, en colaboración con Florencia Delboy. En 2019, Periplo editó su libro infantil “Ratón de Biblioteca”.



¿Qué libros te marcaron en tu vida como lectora?

Hay muchos libros que marcaron mi vida como lectora, y afortunadamente una de las cosas que más me entusiasma de la literatura es esa posibilidad de ser sorprendida, de ser tomada por asalto por un autor o autora, o por una obra, y esa posibilidad es infinita. Y esa sorpresa se va renovando todo el tiempo, con autores y autoras que voy descubriendo, con contemporáneos, un montón, con clásicos cuando voy para atrás. 

Ahora tuve mi etapa de volver a Gustave Flaubert, que me cambió mucho. Definitivamente hay una vida antes y una vida después de los autores y las autoras que voy leyendo. Si tengo que mencionar alguno puedo decir Antonio Lobo Antunes, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Juana de Ibarbourou, mucha poesía. Después hay otros más contemporáneos como Annie Ernaux y Rachel Cusk, que me ha gustado mucho. Todos por motivos distintos, cada uno de ellos tiene algo diferente. También Sara Gallardo, Aurora Venturini y Libertad Demitrópulos, siempre leí muchas mujeres y cada vez más porque por suerte hay más acceso a literatura escritura por mujeres. Hay muchos, todos me cambiaron la vida y de ese modo me relaciono con la literatura hacia el futuro, siempre estoy buscando libros que sean transformadores de alguna manera. Y eso no necesariamente es una cosa grandilocuente o demasiada ambiciosa, afortunadamente para mí la literatura tiene el don de transformar el mundo sin demasiada ambición, con pericia, inteligencia y sensibilidad alcanza.  


¿Cómo nació tu vínculo con la literatura?

Mi vínculo con la literatura surgió desde muy pequeña. En mi casa había muchos libros, mi papá y mi mamá leían muchísimo. Mi familia es una familia principalmente de inmigrantes italianos y españoles. Los italianos eran gente de campo, no muy instruida, pero como pasaba mucho en esa época pusieron mucho empeño que para que sus hijos e hijas se educaran. Vengo de una familia clase media trabajadora en la que mi papá fue el primero que se enamoró por los libros y también mi tía lee mucho. Crecí rodeada de libros, y en mi casa le daban mucho valor a la lectura, incluso antes de que yo empiece a leer por mi cuenta, entonces me leía muchos cuentos, mi papá me leía “Las mil y una noche” y comentábamos, y después me leía enciclopedias y libros de mitología griega cuando era muy chiquita, entonces me aprendía todos los dioses y los semidioses, y me preguntaban y yo contaba y hacia mis gracias. Pasó eso, hubo mucha naturalidad en mi relación con los libros, y también veía a mi papá que pasaba muchas horas leyendo y estudiando cuando volvía del trabajo, sólo porque le gustaba nadie lo obligaba. Y esa afición por la lectura viene de ahí de mi casa, porque todos estaban muchas horas leyendo.


¿Qué temas te movilizan para escribir?

Me parece que lo interesante de la literatura, al menos para mí como práctica, arte, vocación y deseo absoluto, tiene que ver con no pegarme a ningún tema, me parece que lo que trató de hacer es seguir intuitivamente cuando aparece un interés. Muchas veces esos temas no llegan a nada, los proyectos se desvanecen, todas las personas que escribimos tenemos borradores y novelas inconclusas y libros de cuentos no publicados y proyectos de poesía u obras de teatro. Me parece importante ese recorrido, saber uno que de lo que escriba es casi seguro que no publique todo, pero en cada ejercicio, en cada ensayo de escritura hay un aprendizaje importante.

En este caso, si pienso en lo último que me llevó a escribir o el último tema que apareció y me atrajo fue la idea del amor monstruoso, el amor como pulsión mucha más salvaje y violenta y capaz de horadar en las pasiones y las personas más allá de lo que culturalmente estamos acostumbrado a considerar el amor familiar o de pareja.


"Otra cosas por las que llorar", narra la historia de Carolina, una mujer de pueblo de sesenta años que reconstruye su historia a través de las múltiples personas que fue. El paso del tiempo, una enfermedad asfixiante, los recuerdos y la memoria, son también protagonistas de la vida de esta antiheroína. 





Qué nos podes contar de “Otras cosas por las que llorar” . Cómo fue el proceso de escritura y cómo construiste el personaje y la voz de Carolina.

“Otras cosas por las que llorar” es mi primera novela, fueron más o menos tres años de trabajo. Como me pasó en otras ocasiones, fue un texto que apareció por el final. El final de la novela fue un cuento que escribí hace unos años y que tengo en un libro inédito. Era una historia que tenía algunas raíces bastante sólidas en mi historia personal y familiar, pero sobre todo era una historia que me interesaba contar y ficcionalizar, a la materia real agregarle un montón de otras capas que me pareció que podía tener. Fue un trabajo silencioso y solitario, fue una novela que no tenía un destino, no estaba escribiendo para publicarla. Hasta diría que durante mucho tiempo no sabía que estaba escribiendo una novela, sólo estaba escribiendo. Eso me dio mucha libertad y mucho marco de acción, mucha posibilidad de trabajar y es algo que valoro y necesito mucho. Sentir que estoy haciendo lo que quiero y no estoy cumpliendo con ninguna agenda y no estoy cumpliendo con ninguna expectativa más que, en este caso, la honestidad intelectual y artística que estoy escribiendo algo que quiero y necesito. Después todo el camino posterior, si gusta o no, si le va bien o no, ya es otra etapa.    

La voz de la novela, que es la de Carolina, es un monólogo de una mujer mayor, pero en su voz está también están también todas las mujeres que fue.  Entonces, por momentos es una niña, por otros una esposa, una madre o una huérfana. Es una voz compuesta por muchas voces. En una instancia posterior a la de la escritura, puedo decir que seguí esa voz que apareció en algún momento y creo que con el avanzar de la novela y con el trabajo la pude ir escuchando y sintiendo cada vez mejor y en función de eso ir trabajando hacia atrás para conseguir una voz que me pareciera melodiosa, fluida y concreta. Pero creo que el trabajo es inverso, en vez de pensar la voz que iba a tener mi novela, la escuché.


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