Modelo para armar

La fórmula del perfecto candidato o candidata, es tan secreta como la de la Coca Cola. Encuestas, estudios de mercado, análisis del contexto, focus group y big data son algunas de las herramientas que se utilizan desde la consultoría política para conocer “lo que quiere la gente” en un año electoral.

62/ Modelo para armar (1968) es una novela de Julio Cortázar, una idea esbozada en su anterior novela, Rayuela, y tiene la particularidad de no tener capítulos. La narración está separada  por espacios en blanco, que el lector puede ordenar a su gusto y preferencia, lo que le brinda una libertad particular, haciéndolo partícipe de la obra literaria.


Entre sábanas de seda

De la misma manera y sin saberlo, los electores forman parte de la confección de las listas de candidatos, ya que participan en estudios donde “se miden” determinados nombres, nivel de conocimiento e intención de voto dentro de la población objetivo.

En el caso de las elecciones de medio término, cuando las listas se dan a conocer, la ciudadanía muestra su disconformidad con múltiples argumentos, en algunos casos sorprendentemente contrapuestos. Es frecuente escuchar:  “a éstos quién los conoce”, “son siempre los mismos” o “estos candidatos están para darle el gusto al… presidente/gobernador/intendente”.

Inmediatamente se define el culpable: la lista sábana. Y se escucha: “sólo hay un par que valen la pena” “Seguro que son familiares y amigos del poder de turno” o el archi-repetido “son todos iguales, sólo les interesa su propio bienestar”. Imposible obviar el comentario sobre las mujeres: “seguro que es la mujer/hija/amante de alguien importante”. Quien nunca escuchó estas cosas, que tire la primera piedra.


Se ha formado una pareja

La mala imagen que tiene la sociedad de los partidos y los políticos en general se acrecienta con cada caso de corrupción y también las situaciones derivadas del contexto creado por los medios de comunicación, que tienen sus propios intereses y forman parte indudable del juego político.

Siempre hay alguien que sale beneficiado y capitaliza el descontento social. Lo dice el viejo refrán: a río revuelto, ganancia de pescadores. Aunque la sociedad esté harta de la política y de los políticos, la sociedad reconoce a la democracia como la mejor forma de gobierno y se repolitiza una y otra vez.

El cuarto oscuro se asemeja a una fiesta (de las de antes de la pandemia), en la cual hombres y mujeres eligen con quién terminar la noche. Al poner el sobre en la urna, se ha formado una pareja entre  elector y boleta. Los resultados de esa unión breve pero intensa, se verán en los próximos meses.

Se puede elegir con satisfacción, con convicción, con bronca o con indiferencia. Pero elegir, se elige.

 

Y cómo es él (y ella también)

Muchas veces se escucha decir sobre los políticos: “no se le cae una idea” o “siempre se opone a todo”, “le parece que nadie está a su altura”, “habla en difícil y nadie le entiende”, “sirve únicamente para denunciar”, “nunca hizo nada productivo”, “solo sirve para levantar la mano”.

La ciudadanía espera más que eso... pero ¿cómo debería ser un candidato?

Debido a la complejidad de los contextos, no existe una fórmula mágica que se pueda aplicar en todas las contiendas electorales y menos aún en todos los territorios. Es posible, sí, analizar una serie de cualidades y aptitudes que no deben faltar en la construcción simbólica del candidato perfecto.

Las cualidades necesarias, aunque no suficientes, incluyen: compromiso social, honestidad, empatía, idoneidad y liderazgo. Los candidatos deberían tenerlas o al menos, parecer que las tienen.

En un segundo escalón aparecen como características deseadas: la credibilidad, transparencia, iniciativa, autocrítica y creatividad. Esto demuestra que para conectar y lograr un buen desempeño, los votantes evalúan también la cercanía, la humildad, la capacidad de diálogo y el potencial de construcción colectiva, de abrirse a escuchar y ser capaces de proponer y consensuar.

Para cumplir con ese objetivo, hay condiciones naturales y otras adquiridas. Es evidente que buen candidato no se nace, sino que se construye en base a la “materia prima”: capacidades, convicciones, y fundamentalmente a la voluntad de trabajo que se ponga en juego.

Resulta fundamental un buen asesoramiento, en la consultoría política crecen con buen ritmo los profesionales y los potenciales candidatos. Sin embargo hay muchos que aún no se dejan asesorar y solo escuchan a su núcleo íntimo. ¿Será esto una fortaleza o una debilidad? ¿Será el autoconocimiento o la soberbia? ¿Será que no creen que otra persona, con la preparación suficiente, aporta una visión más amplia sobre los requerimientos de la sociedad y el contexto?

 

Bombón asesino

Las personas dicen que no les interesa en absoluto la belleza física de los candidatos, que no importa la imagen, que no hace falta belleza física para legislar. Sin embargo, la apariencia y el lenguaje corporal son fundamentales a la hora de elegir. Entre dos candidatos desconocidos, las personas siempre elegirán lo lindo por sobre lo feo. La atracción por la belleza vinculada a modelos estéticos hegemónicos, se estimula minuto a minuto, para vender o promocionar cualquier tipo de producto. Aún cuando se dice admirar la capacidad y fortaleza de una mujer como Angela Merkel, se elogia la belleza de las mujeres políticas y el atractivo masculino se conoce como “voto bombacha” en numerosas contiendas electorales.

La imagen de los candidatos es la que los precede, la que cae bien (o no) y por eso se trabaja tanto en ella. Pero si la imagen no es una versión mejorada y adaptada del candidato, le será imposible mantener la coherencia y se convertirá en un disfraz de marketing político, que tarde o temprano mostrará su verdadera identidad.

Aunque parece una obviedad, las ganas contagian. Un candidato que muestra las ganas de llegar (espíritu de conquista) siempre es atractivo. Por eso se dice que la energía más intensa la tiene quien quiere llegar, quien “tiene hambre” de triunfo, quien sueña con cambiar las vidas ajenas, y porque no la propia. Esa es la desventaja de los oficialismos, que deben poner su energía en resolver los problemas de todos los días, en estos tiempos complejos.

Los electores ya no eligen partidos ni plataformas políticas, escogen personas. El voto es mayoritariamente emocional, no racional y la variabilidad es enorme. En tiempos de hipercomunicación, un error comunicacional puede desatar una crisis sin precedentes.

Las personas quieren elegir, quieren opinar, y pretenden intervenir en el menú de selección de candidatos. Llegó el momento de escucharlas. Involucrarse es pasar de la crítica a la acción.

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