“La grieta existió siempre, no es una anomalía como nos quieren hacer creer”

En diálogo con El País Digital, el historiador Felipe Pigna reflexionó sobre la existencia de una continuidad histórica entre los sucesos de 1816, los del centenario de la independencia y los de hoy. “Se reproduce un clima de tensión”, afirmó, y criticó el enfoque del presidente Mauricio Macri: “Organiza festejos sin gente".

Felipe Pigna es el divulgador más emblemático del período kirchnerista. No es un juicio de valor sino un dato objetivo: la saga Los mitos de la historia argentina, que empezó a publicarse en 2004 y va por el quinto tomo, lleva vendidos un millón de ejemplares. El primero dio origen a la tira Algo habrán hecho (por la historia argentina), emitida por Canal Trece en 2005, que pateó el tablero del rating cuando le ganó a Marcelo Tinelli dos lunes consecutivos y promedió los 20 puntos en cuatro emisiones, una cifra inusual para ese tipo de contenidos. Eran los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner, la recuperación económica recién empezaba a sentirse y Pigna había logrado transformar la historia argentina en un tema de consumo masivo.

Después vendrían otros ocho libros, tres ciclos en la TV Pública, otro en Telefé y otro en History Channel. En el año del bicentenario de la independencia, acaba de publicar su decimocuarto libro, Manuel Belgrano, el hombre del Bicentenario, cuyos escritos y memorias -rescatado también en la Biblioteca Emecé Bicentenario, que dirige- le dan indentidad política al personaje relatado por la historia oficial, que buscó limitarlo a “creador de la bandera” y omitió (o maquilló) su pensamiento revolucionario e independentista.

¿Por qué considera a Belgrano el hombre más importante del Bicentenario?

Manuel Belgrano es el primero que pensó el país siendo un funcionario colonial. Pensaba a contramano del virreinato. Escribió dieciséis memorias que son el plan de un país donde incluyó temas como ecología, independencia, educación popular, educación pública y obligatoria para todos, igualdad entre el hombre y la mujer. Para él la educación femenina tenía que alcanzar niveles superiores y creía que las mujeres estaban en perfectas condiciones de ser maestras. Es el primero que habla de ecología, de las consecuencias ambientales. Fue un hombre que se adelantó a cosas que luego sucedieron pero que él no vio en hechos concretos. Es el que intima al virrey a renunciar. Fue protagonista de la Revolución de Mayo y de la creación de la bandera, claro. Su participación en el Congreso de Tucumán como invitado especial fue muy importante, ahí propuso la formación de una monarquía incaica. 

Ya que mencionó a las mujeres, ¿qué lugar ocuparon en la gesta independentista?

Las mujeres estaban muy marginadas de cualquier participación política. Pero tuvieron una participación muy activa colaborando con las tropas, discutiendo de política cuando podían hacerlo. Pero las tertulias y actividades públicas eran muy machistas, por eso es que Belgrano combatía tanto contra eso. 

En los festejos por el centenario de la Independencia se vivió un clima tenso por la crisis de 1890. Historiadores como Romero escribieron que “más allá de la pompa de la celebración, una honda preocupación por el rumbo de la Nación invadía los espíritus reflexivos”. ¿Cuál es el clima del país para el Bicentenario de la Independencia?

Se reproduce un clima de tensión. Tenemos un presidente inseguro que organiza festejos sin gente, a los que la gente no puede acceder, como sucedió en Rosario durante el Día de la Bandera. Hay un malestar en la sociedad bastante oculto por la prensa: tarifazos, falta de sensibilidad social en el Gobierno. Esto es cíclico pero no es una maldición, hay que dejar de lado ese pensamiento mágico. Cada vez que hay un proceso político que acerca la distribución de ingresos a los trabajadores, hay una avanzada de los sectores más conservadores a través de dictaduras, golpes de mercado, golpes mediáticos.

Parte de su trabajo como historiador fue poner en crisis algunos hechos históricos que habían sido transmitidos como verdades absolutas. En ese sentido, ¿la gesta independentista tenía más fines económicos y comerciales que de liberación nacional?

No hay movimiento histórico que no tenga un trasfondo económico. Se quería terminar con el monopolio español, que era absurdo porque encarecía nuestros productos y fomentaba el contrabando. 

¿Y hubo traidores a esa causa independentista?

Sí, por supuesto. 

¿Quiénes?

Uno de ellos fue Carlos Alvear, que decidió entregar las provincias a Gran Bretaña, una maniobra que fue desactivada. Cuando cae, Alvear se va a Brasil al exilio y revela todos los secretos militares a España. De ahí surge la idea de concretar el Congreso. Tucumán era zona de combate, a la noche había toque de queda. Los congresistas que participaron tuvieron mucho coraje. 

A partir de esta idea de “traidores” surge una pregunta más actual: ¿la “grieta” existió siempre?

Sí, la grieta existió siempre. Y es un concepto discutible porque no es una grieta, es un precipicio, una profunda división que recorre la historia argentina: traidores/libertarios, federales/unitarios, conservadores/radicales. Esto no tiene nada de malo, pasa en todas las sociedades del mundo. No es una anomalía como nos quieren hacer creer. La idea del acuerdo absoluto no existe, está bien que cada uno tenga sus ideas, su identidad.

Entonces, ¿se puede decir que la idea de unión nacional, presente en el preámbulo de la Constitución, es una meta absurda e imposible?

La unidad nacional tiene que existir para trabajar por la independencia, en el plan económico en la idea de soberanía. Pero la unidad nacional, como principio, es muy difícil. No hay países que la tengan. Incluso, en la época de la independencia había muchas divisiones. 

¿Para qué sirvió –o sirve–  esa idea, entonces?

La idea de unidad nacional debilita el pensamiento y facilita la división entre buenos y malos; crea ciudadanos muy autoritarios. Varias generaciones han crecido creyendo que lo distinto era malo. 

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