¿Qué hay detrás del “Nuevo Tratado Verde”?

OPINIÓN. La estrategia verde se inscribe en una más abarcadora que es el gran reseteo que se propone el poder concentrado global.

A partir del 20 de enero pasado la administración del presidente Biden tomó una serie de decisiones, tanto en el ámbito doméstico como en política exterior. Entre estas últimas se destaca el regreso al Acuerdo de Paris y el denominado Green New Deal (Nuevo Tratado Verde). ¿Es esta en realidad una iniciativa para intentar salvar el equilibrio ecológico y la continuidad de las especies en la tierra, o hay intenciones ocultas atrás de este proyecto mega millonario?

Entre el 22 y el 23 de abril se realizó por videoconferencia el encuentro convocado por el gobierno estadounidense para tratar el Cambio Climático, con la intención de avanzar en el cumplimiento de lo establecido en el Acuerdo de Paris en 2015 que fijaba, para alcanzar las metas, tomar medidas para evitar el aumento de la temperatura de la tierra, manteniendo ese crecimiento por debajo de los 2 grados en el siglo XXI. En ambas reuniones participaron cuarenta mandatarios de todo el mundo. Más allá de la bienvenida a Washington por su reintegración a las cumbres por el tema y de grandilocuentes promesas de control de emisión de gases de efecto invernadero, como las del mismo Biden comprometiéndose a reducir la emisión de CO2 en un 52% para el 2030, comparado con las del 2005, esto en un país con un conflicto político interno que está lejos de cerrarse es por lo menos poco creíble. Sí a la hora de mentir, exagerar y hablar sin sustento tampoco podía estar ausente Jair Bolsonaro que prometió todo lo contrario a lo que viene haciendo, es decir, entre otras medidas, combatir el desmonte en el territorio amazónico y neutralizar los efectos del CO2 para el 2050.

Dos de las intervenciones más coherentes fueron las de Alberto Fernández que planteó la necesidad de crear una nueva ingeniería financiera que acompañara la modificación de las matrices productivas de los países pobres y de desarrollo medio, y la de Xi Jinping que sostuvo las metas de China: hacer esfuerzo para reducir la emisión de CO2 al 2030 y neutralizarlo en el 2060, asimismo sostuvo compartir los intereses generales pero la responsabilidad debe ser diferenciada, afirmo el presidente.

En definitiva, el encuentro solo sirvió para presentar a la nueva administración en sociedad y su intención de retomar las riendas de la sociedad mundial para recrear un nuevo ciclo unipolar. Todo en el marco de una dialéctica de muy buenas intenciones, pero sin hablar de cómo plasmar lo manifestado en hechos y mucho menos de controlar efectivamente la evolución de su cumplimiento.

En realidad, la cumbre importante se concretará entre el 1 y el 12 de noviembre de este año en Glasgow, Escocia, será la COB 26. Lamentablemente se llegará a ella como “cuando vinimos de Paris”, desbordados de promesas y con casi nada materializado desde las últimas cumbres, salvo excepciones.

Sin embargo, no todo fue más de lo mismo. La intensión de desplegar el Nuevo Acuerdo Verde está en marcha y el encuentro del 22 y 23 fue la presentación del mismo. Así lo dejo claro días antes Antonhy Blinken en un discurso cuando literalmente advirtió a todos los países que usan excesivamente el carbón “porque eso es una amenaza a la seguridad de los EEUU”. Ahora la excusa para ir contra los que no se alineen con Washington es la de “proteger la naturaleza”, intención esta que en boca de los que la destruyeron durante siglos despertaría carcajadas sino fuera porque el deterioro del Medio Ambiente es una realidad dramática.

En realidad, la estrategia verde se inscribe en una más abarcadora que es el gran reseteo que se propone el poder concentrado global para:

  • Intentar superar la crisis multidimensional que atraviesa su sistema especulativo y parasitario.
  • Hacer un enorme negocio re direccionando la inversión hacia energías renovables y desplegar una ofensiva neocolonial sobre los países periféricos que son los que cuentan con los elementos necesarios para levantar las fuentes energéticas alternativas; agua (para obtener nitrógeno), litio, tierras raras, etc.
  • Generar un gran caos internacional que le permita revertir el atraso que tienen en innovación productiva y retomar el liderazgo de la cuarta revolución industrial.
  • Reducir la población mundial a cifras que continúen garantizando su nivel de consumo, privilegio y despilfarro.
  • Intentar sacar del medio al mayor obstáculo geopolítico compuesto por la alianza Rusia-Irán-China.

La estrategia es dejar suelto a los tres jinetes del apocalipsis: Guerra, Enfermedades y pandemias y hambre.

Esta idea que parece alocada no es nueva, la vienen anunciando en distintas oportunidades diversos funcionarios del establishment. Por ejemplo, recordemos a Christine Lagarde, ex presidenta del FMI (de la cual estuvimos a punto de enamorarnos) cuando dijo que el problema que afrontamos es que la gente vive demasiado tiempo, ergo somos muchos, o la “Carta de la Tierra” de Carlos, el príncipe de Gales, del 11 de enero de 2018, firmada por varias entidades financieras llamando a reducir la población mundial para salvar la vida en la tierra, acompañado de un programa de inversión de U$S 40 billones. El príncipe operador y vocero del gran poder británico es decir la City de Londres, la monarquía junto al poderoso aparato de las Universidades de Oxford y Cambridge, los servicios de inteligencia (MI6) y el Banco de Inglaterra que vienen gestionando en bloque desde 1694 cuando fundaron precisamente el Banco de Inglaterra. Es decir, abundan manifestaciones en la dirección de hacer una limpieza étnica maltusiana para salvar su modo de vida. El fascismo verde no es nuevo solo que ahora muestra las garras.


Mecanismo operativo del Nuevo Acuerdo Verde

La idea central es dirigida por la City de Londres, Wall Street y Silicon Valley y se basa en una presión muy fuerte para desinvertir en la producción de energías en base a carbón y combustible fósiles, así como en energía nuclear, esto provocaría en muchos países pobres y medios, donde su matriz productiva y energética se basa en estos combustibles, un caos productivo, hambrunas, protestas y violencia que serían reprimidas. Mientras tanto se crearía un gigantesco volumen de inversión entre U$S 30 y 40 billones para fomentar las energías alternativas. Este recurso lo administrarán los bancos centrales con la presencia activa de los fondos de inversión principalmente Black Rock, Vanguard y State Street, que ya están operando en esa dirección.

Esto que suena a teoría conspirativa ya viene ocurriendo.

Black Rock anunció en enero de 2020 que se desprenderá de las acciones de aquellas empresas cuyos ingresos provenientes del carbón superen el 25 % del total. Con esta decisión ya logro hacer quebrar a varias empresas entre ellas a la multinacional Peabody Coal de EEUU. Recordemos que los tres grandes fondos de inversión Black Rock, Vanguard y State Street son los ganadores del aceleramiento del sistema financiero especulativo permitido por la anulación de la ley Glass Steagall por parte del gobierno de Clinton en diciembre de 1999, ley que había sido sancionada en 1933 justamente para evitar la fusión de la banca de crédito con la de inversión. Estos tres grandes fondos de inversión manejan un capital equivalente a los PBI de decenas de países sumados. Black Rock fundada en 1988 hoy es el mayor gestor de activos del mundo, con capacidad de movilización de recursos de aproximadamente U$S 8,67 billones, alrededor del 10% del PBI global. Le sigue Vanguard Group con U$S 6,2 billones y la State Street Global Advisors con U$S 3,1 billones. Entre las tres concentran un capital equivalente al 20 % del PBI global, es decir un·3 % más que toda la economía China. También Black Rock hace dos años viene presionando a la multinacional KEPCO, mega empresa del Estado coreano dedicada al montaje de centrales eléctricas, para que desactive proyectos y paralice obras en 27 países donde trabaja en centrales en base a combustibles fósiles.

El 16 de octubre del 2020 KEPCO anunció, bajo presión, el fin del contrato para construir la central SUAL II en Filipinas, país donde son frecuentes los cortes de energía eléctrica y su población paga el servicio más costoso de Asia. En esos días hizo lo mismo cancelando la construcción de la planta de carbón Thahametsi, con una inversión de U$S 1000 millones, en la República Sudafricana. En Australia Black Rock forzó a la principal empresa productora de electricidad, AGL Energy, en una reunión de accionistas en octubre de 2020, a comprometerse a cerrar la planta eléctrica de carbón, Loy Yang de 3280 MW, 12 años antes de lo previsto (2036 en lugar de 2048). La producción de electricidad hoy es central en la vida moderna y su carencia desprende en cascada una enorme cantidad de insuficiencias de servicios vitales. Según relevamiento del Banco Mundial 32 de los 48 países africanos sufren crisis energéticas. Esos países que hoy tienen dificultades para acceder a las energías convencionales si se les impone las alternativas (requiere mucha mayor inversión inicial) en un corto plazo sería una catástrofe humanitaria.

Pero también Black Rock la emprendió contra petroleras muy conocidas amenazándolas con retirar fondos como Chevron, Exxon Mobil o la alemana Uniper.

En definitiva, estamos ante un nuevo proyecto especulativo y perverso del poder económico, financiero y militar que bajo el paraguas de la protección de la naturaleza busca resetear la sociedad global para superar la crisis y de paso seguir haciendo negocios. Por supuesto esto levantará múltiples resistencias y luchas planetarias. El tránsito de la producción de energías en base a combustibles fósiles a las renovables debe ser acordado, programado y paulatino para que nadie quede en el camino.

La única salida para la humanidad es tomar conciencia, organizarse y actuar presionando para democratizar las decisiones en todos los ámbitos que afecten la vida. En lugar de imponer una transición coercitiva que provocara nuevos desastres humanitarios se debería discutir una salida armónica y solidaria para superar los desafíos del Cambio Climático. Una de los datos que oculta el poder concentrado es que el 10 % más rico consume el 50 % de los recursos de la tierra, con lo cual la única solución no es que se elimine población, sino lo que se impone es redistribuir la riqueza en forma más equitativa para que nadie muera antes de tiempo y eso es posible.

La brillante frase de Rosa Luxemburgo “Socialismo o barbarie”, en la era de la doble pandemia, Neoliberal-Covid 19, se ha transformado en “Socialismo o extinción”.


Sobre el autor

Ruben Darío Guzzetti. IADEG-IDEAL-CEFMA

Diarios Argentinos