¿Qué puede César González?: un creador de imágenes complejas sobre la marginalidad

El cineasta y escritor fue entrevistado por Julio Leiva en Caja Negra, el ciclo de entrevistas de Filo News, y habló sobre sobre su vida, su obra y la sobrerepresentación que pesa sobre los sectores marginales. La charla sirve como un punto de partida para seguir conociendo a un artista imprescindible en estos tiempos.

Conocí a César González, mejor dicho conocí su arte, a fines del 2013 cuando con un amigo fuimos a ver Diagnóstico Esperanza al Espacio INCAA de La Plata. Recuerdo que cuando salimos de la sala no paramos de comentar la película hasta que llegamos a nuestras casas y seguimos la charla durante bastante tiempo.  La película retrata la cotidianeidad de la villa con recursos estéticos y una composición de sus personajes que la muestra con toda su complejidad, sin caer en una romantización edulcorada de quienes la habitan pero, al mismo tiempo, dejando en evidencia a un sistema capitalista que la excluye y la asfixia. En medio de esa atmósfera atravesada por la avasallante lógica del consumismo, que otorga legitimidad o castigo, está la historia de un jóven que lucha por ser músico y de otros que salen a robar. 





Hoy, a casi 10 años de aquel día todavía, recuerdo esa mezcla de incomodidad, tristeza y delumbramiento que me produjo el primer largometraje de este cineasta, y desde entonces me volví en un consumidor casi obesivo de su obra. La semana pasada el también escritor fue entrevistado por Julio Leiva en Caja Negra, el ciclo de entrevistas de Filo News, en donde repasó su vida, su trayectoria artística y principalmente hizo foco en una de las cosas que intenta combatir: la sobrerepresentación estigmatizante que pesa sobre los sectores marginales. El reportaje tuvo una buena repercusión en las redes sociales y, posiblemente, sea buen punto de partida para seguir conociendo a un artista imprescindible en tiempos en los que la sociedad está atravesada por una falsa promesa de libertad que enmascara una segura profundización de la desigualdad social. 

"La marginalidad se trata como una mercancia, y como toda mercancia, necesita un mecanismo de fetichización. Esto implica alejarse del objeto, alejarnos de la realidad, creer que ese objeto está poséida por fuerzas sobrenaturales. Marx dice que la mercancia le llega al consumidor como si llegara del cielo, para borrar la huella humana, para borrar la huella de todas las relaciones que hicieron que esa mercancia pueda ser producida. Lo mismo pasa con la marginalidad, en particular en el cine, la televisión y en el sentido común argentino. No se habla sobre una imagen real,  se habla ya sobre una imagen mitológica de la villa, del villero y del 'pibe chorro'. Un lugar que la sociedad desde distintos sectores trabaja para mantener en ese lugar de amenaza, porque hay una industria alrededor de eso porque para que alguien se sienta bueno tiene que saber quienes son los malos", explica César. Pero no se queda en la explicación de una realidad que le tocó padecer, sino que a partir de sus propias vivencias empezó a transitar desde hace más de una década un camino artístico con el que da batalla a estos sentidos hegemónicos. Ese recorrido incluye: poesías, libro de ensayos y largometrajes y cortometrajes.





César González nació el 28 de febrero de 1992 en la villa Carlos Gardel, a cuadras Hospital Posadas, en el límite de La Matanza, Morón y Tres de Febrero. Transitó una adolescencia díficil que desembocó en la cárcel, dónde estuvo casi cinco años. Allí se acercó al mundo de la literatura, la filosofía y la política gracias a los talleres que dictaba en prisión Patricio Montensano. "El nos trataba como personas, no como monstruos. Nos enseñaba un truco de magia y nos hablaba de Walsh, de Cooke, del Che, de lo que pasó en los ’70. Nos hablaba de arte, de poesía, de cultura. Al principio no le di mucha importancia, ‘este loco de mierda, qué me importa lo que dice, si total a mí me quedan un montón de años’. Pero venía en serio, con pureza, para ayudar", recordó en una entrevista sobre esa experiencia que sin lugar a dudas le cambió la vida. Cuando salió publicó su primer libro "La Venganza del Cordero Atado". De allí en más, publió 3 libros más y tiene en su haber ocho largometrajes y ocho cortometrajes.


"Las ficciones construyen sentidos. En el mundo carcelario se posa una fascinación y una morbosidad muy peculiar en el argentino... se transfieren fantasmas propios sobre la figura del preso. Esto del preso violador, que la amplitud del lenguaje y los diálogos sea tan acotada a lo sexual y a la homosexualidad", marca González hablar sobre la serie El Marginal, de la cual participó en la primera temporada pero que se alejó por diferencias en el tratamiento que se le daba al mundo carcelario: Yo estuve cinco años presos y no me sentía representado y reconocido. Sentía que la serie iba a fortalecer los prejuicios preexistentes. Igual no sirve atribuir todo a una serie particular algo que es mucho más general, y entiendo la complejidad de que para mucha gente es la única forma de recordar que existe un mundo como la cárcel. Para mí es una fantasía".

En otro de los pasajes de la entrevista aborda sobre uno de los temas con los que asocia como responsables a los sectores más vulnerables: la mal llamada "inseguridad": "La sociedad tiene que entender, como bien dice Marx en un texto que cito mucho 'El elogio del crimen', el delito es muy necesario. No es simplemente una causa, un efecto, la sociedad produce la figura del delincuente, como también produce la figura del policía. Gracias a la amenaza del delincuente se creo este sistema de control social en el que vivimos. La industria del control social, la armamentistica, la de los seguros mueve mucha plata. Obviamente la ciudadanía quiere vivir en paz, y es un derecho que todos merecen, pero hay que saber también en los lugares más pobres es donde más inseguridad hay".


En ¿Qué puede un cuerpo?  (2014) César González retoma la pregunta que el filósofo neerlandés Baruch Spinoza se hizo en el siglo XVII para darle título a su segundo largometraje, y así narrar las vidas de distintos jóvenes que viven en una villa del Gran Buenos Aires. La trama gira en torno a las historias de un pibe que sale a cartonear, la de unos de niños que limpian vidrios, la de un grupo de adolescentes que sale a robar en connivencia con la policía y la de mujeres que hacen de madres, novias o hermanas. 

A su vez, González toma como referente conceptual al pensador francés Gilles Deleuze, quien reflexiona sobre la pregunta nodal de Spinoza e inscribe su inquietud en las posibilidades del cuerpo más allá de la razón. La pregunta inicial, entonces, para analizar el film podría ampliarse o reformularse: ¿Hasta dónde resiste el cuerpo de un joven que vive en una villa la opresión de una sociedad capitalista? ¿Cómo configura un adolescente su identidad de joven, a través de sus hábitos y prácticas, en medio de un contexto marginal y violento? Las condiciones existenciales de estos jóvenes está relacionada a la potencialidad de sus cuerpos oprimidos por el sistema.



    

Por último, César González le contó a Julio Leiva su opinión el lugar que le da la industria cultural a los sectores marginales. Sobre este punto remarca que los medios de producción culturales son apropiados por gente de gran poder adquisitivo y que sin ese requisito producir cultura se hace muy difícil. Pero no imposible. "Hay que dar esas batallas", remarca, y reflexiona sobre el rol que se le otorga a los actores sociales vulnerables en el mundo de la cultura: "Tenemos derechos de construir nuestras propias imágenes. A las imágenes que siempren se han creado de las villas banalizandola, ridicudizandola, hay que responderle con otras imágenes... yo mucas veces creí en la trampa de nuestra invisibilidad y en realidad estamos en todos lados, hay una sobrerepresentación del mundo villero. El problema no es que no nos ven, reside en cómo nos ven".

Y continuó: "El mundo artístico es muy miserable, muy mezquino. Cuesta menos aceptar un villero que llegue a la política, que al que llega al mundo del arte. Y si llega a ese mundo, llega con un lugar de tutela... se tolera un L-Gante pero porque es un prototipo que la clase media quiere. 'Quiero que me diviertan y me hagan bailar', pero no quiero que un negro de la villa me haga pensar y filosofar. Estamos para cuestiones lúdicas. No me parece menor lo del RKT, me parece de una potencia y una verdad muy profunda. Pero cuando escucho las letras veo que esto es el mainstream. El villero está para ser enseñado no para enseñar".

Con su lente y su prosa César González se transformó es un sujeto activo de la cultura. Y su arte ayuda a cuestionar, al menos, el orden social existente. "Ojalá la mayor cantidad de chicos y chicas encuentren en el cine y en la literatura una herramienta que les brinde dignidad real, no sólo un pasatiempo", dijo alguna vez. Y esa parece ser su principal bandera, que no negocia.

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