Reverdecer en Túnez
En lecturas para el verano, Julián Axat escribe sobre la reciente publicación de “La amada de Túnez”, del poeta y dibujante Arturo Desimone (Aruba, 1984), editada por Ediciones Clara Beter (2019), bajo la traducción de Lucas Brockenshire. Cuando el poeta se asimila a la revolución y la hace cuerpo de amor.
Conocí a Arturo Desimone hace ya unos años, en el espacio cultural Haroldo Conti, de la Ex ESMA. Se trataba de una lectura de poesía en la que compartimos mesa. Recuerdo que leyó algo así como la versión en reescritura poética de unos textos de economía política de Marx y Éngels. Su acento era el de un angloparlante con dicción dificultosa del castellano. Traducía mientras leía en voz alta su versión original en inglés, por lo que la lectura era entrecortada, pero sus versos me parecieron geniales.
Este poeta y dibujante, de padre Argentino, pero nacido y criado en las Antillas, exiliado a la mayoría de edad, y –desde entonces– eterno errante por el mundo, me causó admiración. Desde aquel día, hemos generado un intercambio de temas, pareceres sobre el ámbito literario, viajes, y otras yerbas. Pero hace ya un tiempo, Arturo, radica en el sur de España (Andalucía), con ganas de volverse a la Argentina cuando la cuarentena se lo permita.
Durante el 2019 vivió algún tiempo en la ciudad de La Plata, por entonces me pidió que escriba un prólogo para su libro “La amada de Túnez”, publicado a fin de ese año por ese otro gran poeta, Gito Minore, en su sello Clara Beter.
De modo que, eso es, lo que aquí en adelante transcribiré, seleccionando –al final– dos poemas de los que más me gustaron.
Arturo Desimone
Profanación Africana o prólogo a la Amada de Túnez
Allá por diciembre de 2011, en el desierto sur de Túnez, un simple vendedor de frutas desesperado por una vida sin expectativas ni dignidad, llamado Mohamed Bouazizi, se convirtió en el primer mártir después de que la policía destruyese su tienda. La mecha que encendió el cuerpo de Bouazizi es quizás la crónica de una inmolación profetizada mucho antes por el gran poeta Mahmud Darwich: “… Las lagrimas están en mi garganta/ y el fuego en mis ojos/ me liberé de las dolencias a la puerta del amo/ todos los que han muerto/ y los que morirán en el umbral de las mañanas/ me estrechan/han hecho de mí un explosivo…”.
Inmediatamente después de este hecho, las protestas se extendieron a lo largo de todo Túnez, mientras el dictador Ben Alí ya no podría detener la defección y caída de un régimen con más de 50 años.
Pero si la crónica de estos hechos nace de una histórica acumulación de dolor escrita sobre la piel de los cuerpos oprimidos, también son esos cuerpos los que comienzan a florecer en esa primavera árabe pos-colonial: los cantos y las fragancias de un mundo que se avecina y anticipa esperanzas cantadas por Darwich pero también por los poetas Tawfik y Jabran.
El florecimiento de la revolución tunecina es también un cuerpo extraño de nueva y exótica belleza que se abre balbuceante en el canto de una boca del testimonio, que busca estar ahí presente para contarla. Pero también palparla, saborearla, impregnarse de su aroma hasta los tuétanos. La amada es nueva como nuevos serán la tierra, los sueños, la lengua, los cuerpos, la luna y los pájaros.
Desconozco si el poeta Arturo Desimone llegó por casualidad, por puro nomadismo errante, escapando de su descendencia, o –acaso- fue enviado como brigadista de alguna secta de líricos o tahúres. Lo cierto es que su “Amada de Túnez” es el más hermoso diario de la revuelta Tunecina del que yo haya tenido noticia.
Como Orwell en la guerra civil española o Genet en Chatila, los sucesos que van ocurriendo a los ojos del poeta: manifestaciones callejeras, el desborde de la juventud en mezquitas, plazas, jardines; se mezclan con restos de un orden social que se derrumba con su censura a cuestas, sus cárceles y policías.
Perdido entre la multitud de la revuelta atrapado en sus alucinaciones: “… Durante una manifestación /las palmeras se abrieron paso como mujeres /ante nuestra procesión/ No éramos una caravana de lágrimas…”. Arturo Desimone viaja como un (Arthur-Arturo) Rimbaud Tunecino desenfadado y, en ese largo desarreglo de los sentidos, acomete contra su descendencia y desafía al poder con la arrogancia de un jacobino.
Los invito a que pasen y lean las peripecias de este poeta, versos escritos originariamente en inglés, traducidos ahora magníficamente al castellano por el chileno Lucas Brockenshire, la urgencia que nos dice que solo la belleza quedará, y toda esa perturbadora belleza es el amor, un susurro del cuerpo:
“… Todo amor es amor prohibido todo deseo es deseo prohibido /lucha solo para asir/ tu amada tu deseo /no te pongas ningún traje malva o gris a rayas de negocios/ para discutir con el estado/ no reclames la legalización de tu amor de tu sueño /lo anhelado/ no puede nadar ni amar/ en una jaula hecha de leyes/ cubiertas de diarios con malas noticias/ temerosos de cupidos sonrientes que vierten kerosén/ para sofocar los incendios del corazón/ (…) Quiero que todo lo que amo sea declarado ilegal, criminal/ para que pueda amar estas cosas y seres (…) y la noche impávida, clandestina de los atletas de la sensualidad en eros, desnudos/ dejan atrás las mezquitas nocturnas de los proxenetas/ que odian la buddleia/ y las hermanas de Noamen/ y tosas las flores rojas siríacas.”
La rosa de la revolución tunecina es la estridencia de una argamasa lingual que aquí lleva el misterio de una mujer. Pues aun cuando siga siendo el sueño de una búsqueda infame o acaso la eternidad de ciertos poetas, es en la boca de Arturo Desimone cuando la luna de Cartago o Abisinia se ponen demasiado negras.
Y si quedan dudas de la eficacia de ciertas profanaciones, estos versos confirman que en algunos momentos, son los Poetas quienes avivan la Historia.
Dibujo de Arturo Desimone
Dos poemas de “La Amada de Túnez”, de Arturo Desimone
LA AMADA DE TÚNEZ
Besé sus nalgas
sin la más mínima vergüenza
el nombre de ella, ر , en árabe quiere decir
“un río en el Paraíso”
si me ahogo
brotarán flores desde sus puertas
las verdades son solo flores abstractas
*
Tengo que dejar de pensar en un amor que se acabó
en la amada de Túnez y sus nalgas
y en sus lágrimas o en que tal vez tengan
las nalgas forma de lágrimas
Tengo que cortarla
tengo que olvidarme de los viernes
tengo que escribir mi historia
Tengo que olvidar toda perspectiva
de alegría con otro que no sea yo
de alcohol cortado a cuchillo del vientre de la luna
Tengo que olvidarme del pie de una chica árabe
acompañando el movimiento circular del vino en su mano
al besarle los labios oscuros en marzo,
en la tercera noche de Pésaj
el primero que celebraba en veinte años
*
Hay una chica que amo y que es
del pueblo de Sidi Bouzid cerca de las montañas
de Jebala en Regueb
donde los muchachos se desloman al sol cantando
“C’est normal ici” su poema épico mientras
trafican nafta de Libia en moto para feriar
en las veredas
pero ella no ha visto esta realidad
porque se mudó del campo a la ciudad de niña
su padre quería que le fuera bien en la escuela
entonces construyó una casa junto a la escuela
Hay una chica que amo y su piel es oscura
y su pelo es oscuro y cae sobre esas mejillas
que saben enrojecer a través de lo moreno
hay una chica que amo y la he besado
en muchas partes de Túnez
en Bizerta junto al mar en el campo
en las ruinas de Útica y los parques de atracciones de Cartago
Pero le hice el amor en un solo lugar
junto a un lago cerca de la mezquita de La Marsa
donde las aves africanas y un río van a rezar
cuando el sol anida como un ave en la cordillera
del Atlas visible desde el balcón de
la llamada a la oración llamada salat
es mi señal para besar y desvestirla.
Me enorgullece haber encontrado una chica que me deja
desvestirla y no una que se desviste sola como por costumbre
A la primera llamada a oración ya está desnuda
nos decimos buenos días y lo repito para sus nalgas
a la segunda llamada a oración se ha ido
a la tercera y cuarta estoy escribiendo dibujando caminando
a la quinta se posa sobre mi hombro y nos volvemos
niños que no saben hablar ni entenderse
*
el otro lado de un monte
un pájaro negro se posaba
sobre una pared sin casa
Desanduve la ruta a Túnez
allí se posó de nuevo sobre mi hombro
me dijo ella su nombre
su nombre, el nombre de una sustancia
de un río en el Paraíso
cisne de Cartago Salambó
RECORDANDO TÚNEZ
Hasta entonces no estaba claro
que la vida valía la pena vivirla.
Mi corazón quedó enredado
en estos minaretes curvos
mi corazón quedó enredado
en esas antenas de tele improvisadas
con papel aluminio para la señal
en las celosías pintadas de azul
en la forma de corazón
de una reina bereber de Cartago.
Afuera de cada una de las casas
de la gente bien
en Bizerta
y en los anteojos de sol oscuros
de las reinas islamistas
vestidas con hiyabs de leopardo
en las mentiras con patas de araña de los policías
que me hostigaron por ser
un turista judío que sacaba fotos
de la sinagoga tachonada
de alambre de púas, también mi corazón
era una sinagoga cercada con alambre de púas
y cuchillas electrificadas,
hasta que la besé
en el balcón donde en la mañana de nuestro amor
los susurros
y el aleteo de los pájaros africanos hacia el amanecer
superaban y sofocaban los gritos
de los hipócritas muecines.
Mi corazón quedó enredado
en sus puños y en sus manos tan chicas
que parecían las de una ídolo diminuto,
ella era una pequeña diosa Tanit
hecha de arcilla finísima
mi corazón quedó enredado
en un puñado de oro
en aquella arcilla
de una corriente de agua escondida
en el golfo de Túnez
donde el bey de Túnez
fue transformado en un ciervo
por espiar a una bañista.
Mi corazón está enredado
en mitos y leyendas–
Hasta entonces no estaba convencido, iluso,
de que la mitología es la base de la realidad,
toca el fondo, sin duda
la sinagoga de mi corazón
no necesitaba murallas de piedra
ni alambre de púas,
esas coronas son tan cristianas
donde antes se erguían muros grises
ahora se bañaban los pájaros cantando
Cantar de Salomón y Shebá, canto de amor.
Acabado el tiempo de duelo no sabía
que la vida valía la pena vivirla:
que se puede comer la granada
y no solo el polvo o los recuerdos.
Mi corazón quedó enredado,
pero en eso vino Cupido con un cortaalambres,
pequeño jardinero travieso.
(Clara Beter, 2019, traducción de Lucas Brockenshire)
Sobre el autor: Julián Axat es escritor y abogado.
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