Signos de alerta en la reactivación económica

Se conoció el último informe de CIFRA (CTA), que considera que la alta inflación y la pesada herencia, junto con la segunda ola de coronavirus, pueden condicionar fuertemente el proceso de recuperación que transita la economía argentina.


La economía argentina ha cumplido dos trimestres de recuperación, aunque la segunda ola de coronavirus, y otros ingredientes económicos, como la pesada herencia, la alta inflación y una moderada política fiscal y monetaria, constituyen signos de alerta que podrían poner en entredicho el alcance de la reactivación. 

Estas son algunas de las conclusiones del último informe de coyuntura del Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA), de la Confederación de Trabajadores Argentinos (CTA), correspondiente al mes de abril.   

El nuevo estudio, que lleva la firma de los investigadores Pablo Manzanelli y Daniel Calvo, presenta como consideraciones relevantes del escenario económico actual:

La argentina transita una fase de recuperación económica a partir del tercer trimestre del año pasado, fundamentada en la expansión de la inversión y la desaceleración en el ritmo de caída del consumo. Sin embargo, se advierten avances y retrocesos signados no solo por elementos exógenos, como es la segunda ola de la pandemia sanitaria, sino también por diversos factores de carácter endógeno.

El primero de ellos guarda relación con la dimensión de la crisis económica de 2020 que se montó sobre una crisis precedente desatada por el gobierno de Cambiemos. Esta se observa no sólo en la caída de 9,9% del PBI sino también en una significativa pérdida de empleo (caída de 1,1 millón de ocupados/as en el cuarto trimestre de 2020 respecto a igual período del año anterior) que derivó en mayores índices de pobreza. Otro indicador que da cuenta de la profundidad de la crisis es la continuidad en el proceso de destrucción de empresas que comenzó durante el gobierno anterior: en noviembre de 2020 se registraron 7,6% de empresas menos que las que había en diciembre de 2017.

El segundo factor tiene que ver con la aceleración del proceso inflacionario, que si bien se fundamenta en la cuestión cambiaria y en la denominada “inflación importada”, no se agota en las mismas ya que la velocidad del traslado de esos factores a los precios domésticos se encuentra asociado al comportamiento de las firmas oligopólicas que detentan una posición dominante para determinar los precios de la cadena de valor en los sectores en los que operan. Se trata de un aspecto no desdeñable para la política de precios que debería poner el énfasis en el control de las grandes firmas oligopólicas.

El tercer elemento tiene que ver con el carácter de la política económica actual cuyo objetivo prioritario es el de resolver los desequilibrios macroeconómicos. De allí que la política fiscal y monetaria desplegada en el primer trimestre de 2021 pueden caracterizarse como moderadas si se considera que el nivel del gasto público y de la base monetaria en términos reales son históricamente bajos. Aun sin omitir las dificultades derivadas del contexto y de la herencia recibida, la política económica no parece constituirse, por lo menos hasta el momento, como el vehículo de la recuperación económica tras la profunda crisis que azotó a la economía argentina.

Por último, en el plano cambiario la estabilidad en el primer trimestre se sustentó en el ingreso de divisas por exportaciones motivadas por el incremento de precios más que de cantidades, el menor peso de los vencimientos de deuda y las intervenciones del Banco Central en los denominados “contado con liqui” y el “dólar bolsa” que permitieron mantener a raya la brecha cambiaria pero impidieron que las compras de divisas del Banco Central se transformen en un crecimiento de las reservas internacionales. Este es el marco en el que se inscriben las tensiones cambiarias que emergieron en la segunda quincena de abril.

Diarios Argentinos