The Party, una joya que abre debates

OPINIÓN. ¿Cuántos secretos puede haber entre un grupo de amigos? ¿Cuántas diferencias ideológicas, políticas, sociales pueden reflejarse en 70 minutos?


¿Cuántos secretos puede haber entre un grupo de amigos? ¿Cuántas diferencias ideológicas, políticas, sociales pueden reflejarse en 70 minutos?

Elenco, estética y guión

Estrenada en 2017, The Party pasó sin hacer mucho ruido pero con el visto bueno de los críticos que celebraron la mirada filosa de la directora británica Sally Potter (Orlando; La lección de tango; Ginger and Rosa) quien desde el vamos se encargó de producir una película que no pretendía convertirse en un éxito de taquilla sino más bien entrar en la nómina de joyas escondidas del cine. Vale decir que es en blanco y negro, lo cual puede ahuyentar a más de uno, pero que está lejos de ser un film difícil de seguir. Por el contrario, The Party es ágil al punto de que no podés perder ni una línea de conversación porque todo, hasta el más mínimo detalle, es relevante.

La fotografía en blanco y negro, impecable, da la impresión de estar viendo una historia que podría transcurrir en cualquier época porque, si bien tantea tópicos contemporáneos como la fertilización in vitro, son los grandes temas como el amor, el poder y el prestigio los que atraviesan el guión.

El acotado elenco está compuesto por siete reconocidos actores británicos: el “absurdamente atractivo” -así lo definen en la película- Cillian Murphy (Peaky Blinders); Emily Mortimer (La librería, Match Point); Timothy Spall (irreconocible Peter Pettigrew “Colagusano” en la saga Harry Potter); Patricia Clarkson (Six Feet Under); Bruno Ganz (La caída); Cherry Jones (24, El cuento de la criada); y la protagonista, quien abre y cierra el film, Kristin Scott Thomas (El paciente inglés). La caracterización de cada personaje, con su tono y rol determinado a lo largo de la película, es sencillamente perfecta.

En grupo, a pesar de todo

La primera escena es un salto temporal: vemos a Janet (Kristin Scott Thomas) empuñando un arma. Sabemos entonces que esta reunión va a terminar mal. No es la primera vez que nos cuentan una historia sobre una velada que decanta inesperada. Una de las películas más renombradas de los últimos años con un argumento similar es Perfectos Desconocidos, en sus distintas versiones (la de Alex de la Iglesia es desopilante), aunque en este caso no se trata de una comedia tan hilarante sino más bien de una comedia negra en la que el espectador ríe y se alerta con la misma intensidad.

Janet ha invitado amigos a cenar para celebrar su designación como ministra de salud en las sombras (un cargo difícil de entender ya que no tenemos algo así en Argentina; una especie de Gabinete paralelo formado por la oposición que se encarga, también, de dirigir los ministerios). Aquí aparece el primer punto delicado: ¿Es sincera la felicidad por el triunfo ajeno? ¿Quiere Janet celebrar con otros o es una forma de enrostrarles su ascenso? Se nos presenta, además, a su marido Bill (Timothy Spall) como un hombre perturbado que apenas levanta la vista cuando llegan los invitados y es que, se cuestionan todos, ¿cómo hace un hombre para soportar el éxito de su esposa?

A medida que va apareciendo este grupo variopinto de invitados nos preguntamos qué es lo que los une, por qué si parece haber varias molestias entre ellos continúan en la casa. Y es que la naturaleza social del ser humano, evidentemente, prevalece. Por eso April (Patricia Clarkson) puede espetarle comentarios ofensivos a Janet sin ser echada y estar en pareja con Gottfried (Bruno Ganz) a quien considera delirante y un poco nazi. Por eso Jinny (Emily Mortimer), quien ni siquiera es parte del grupo si no que es “la pareja de”, se queda hasta el final esperando que Martha (Cherry Jones) le preste un poco de atención. Por eso Tom (Cillian Murphy) permanece en la casa a pesar de estar notablemente alterado.

Nunca es el momento perfecto

Quien corre el foco de la reunión es Bill, quien ya sea por venganza, culpa, hartazgo, o un combo de sentimientos arruina la velada de buenas a primeras cuando (alerta spoiler) confiesa que padece una enfermedad terminal. Ni su propia esposa lo sabía. Se abrirá entonces un debate sobre los sistemas de salud (Bill asistió a una clínica privada siendo que Janet militó toda la vida la salud pública), incluso sobre si la medicina occidental no es, como dice Gottfried, una mentira más del capitalismo ya que nadie puede saber realmente cuándo nos va a llegar la muerte. Gottfried le aconseja a Bill que desestime totalmente lo que le ha sido informado.

La noticia de Bill cambiará el acento celebratorio de la reunión, aunque desde el primer momento tiene un halo lúgubre encima, para pasar a una concatenación de reproches, consejos y resoluciones. Janet anuncia que renunciará a su nuevo cargo para cuidar a su marido a quien le debe este gesto por todos los años de apoyo en sus campañas. ¿Lo dice porque lo siente o porque no quiere quedar mal? ¿Con quién se mensajea mientras asimila el shock de la enfermedad? ¿Tan afectado está Tom que no puede parar de moverse? ¿Martha lo sabía? El ambiente empieza a caldearse y la salud de Bill no es el único secreto.

Ira con acento british

Aunque los sentimientos de los personajes están a flor de piel, todos mantienen las formas. El estilo british, desde la ambientación de la casa y la manera de hablar hasta el modo cortés aun para expresar lo más denigrante está presente en todo el film, así como la propia crítica a la sociedad inglesa. Vale resaltar el diálogo entre Bill y Tom en donde se enfrentan la postura academicista filantrópica versus la especulación financiera encarnada por el joven que contrataca: “no compraste esta casa con ideas”, y asevera que le dan asco los intelectuales aparentemente tan pulcros de su país.

Otro ítem que atraviesa el guión es el feminismo. Janet ha luchado toda la vida por ocupar un lugar en una estructura históricamente machista; April se construyó como una mujer independiente; Martha trabaja temáticas de género en la academia; Jinny es pareja de Martha y pasa por numerosos tratamientos para quedar embarazada, hecho por el comienza a sentirse juzgada por su propia novia, por querer una familia, por ser “un frasco” portador de bebés. Más de una vez se discute el feminismo, así no sea de manera explícita, a lo largo de la película.

Tensión y suspenso

The Party es una película que despierta interrogantes y, sobre todo, entretiene a los sentidos. La música, los sets, la manera en que la se maneja la tensión, funciona de maravilla en esta película con aires de obra de teatro. Sorprende que en poca más de una hora se surfee sobre tantas temáticas. Sorprende que se profundice en cada una. En esta oportunidad, Sally Potter mucho abarca y mucho aprieta.

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