Vivencias docentes en tiempos de coronavirus
¿Cómo vivieron el abrupto pasaje a la virtualidad? EPD elaboró y difundió un cuestionario a docentes de educación media de diferentes escuelas porteñas, con el objetivo de conocer sus vivencias y opiniones. En esta nota compartimos algunas de sus respuestas.
Con la pandemia, la educación a distancia en la Argentina se impuso por la fuerza de las circunstancias. No hubo mucho tiempo para prepararse: de un momento a otro, docentes y alumnos debieron adecuarse a una nueva realidad pedagógica, esencialmente virtual, en la que de ambas partes hay mucho aún por aprender.
Las posibilidades -y los límites- de las nuevas tecnologías, el nivel de exigencia al alumnado, las formas de evaluación, y el tipo de involucramiento por parte de los padres en la enseñanza de sus hijos fueron los temas que ocuparon el centro de atención en esta primera etapa de confinamiento. Mucho menos se habló, en cambio, de los docentes. La escuela, literalmente, entró a sus casas y alteró de manera repentina sus hábitos y rutinas, modificó las maneras de relacionarse con los alumnos y sus propios colegas, y aceleró los ritmos de trabajo, además de diluir las fronteras entre el ámbito familiar-personal y el laboral.
¿Cómo vivieron el abrupto pasaje a la virtualidad? ¿De qué manera se organizó el trabajo? ¿Hubo una estrategia y planificación por parte de la escuela? ¿Cuánto dura ahora una jornada laboral? ¿Disponen de los medios tecnológicos adecuados para enseñar a distancia? ¿Contaban con formación específica en el manejo del instrumental tecnológico que ahora se volvió imprescindible?
Estas son algunas de las preguntas que forman parte del cuestionario elaborado y difundido por EPD a docentes de educación media de diferentes escuelas porteñas, con el objetivo de conocer sus vivencias y opiniones. En esta nota compartimos algunas de sus respuestas. También dejamos a disposición el Cuestionario para que otros docentes se sumen y cuenten sus experiencias. Las respuestas deben ser enviadas a elpaisdigital16@gmail.com.
El pasaje a la virtualidad
Hay un denominador común en las respuestas: lo imprevisto de la situación, que obligó a actuar rápido: "El domingo 15 de marzo, mientras esperábamos la conferencia de prensa para escuchar lo que ya sabíamos iba a suceder, me inundó la tristeza", relata Mariana. Se refiere al anuncio del presidente Alberto Fernández, decretando el inicio de lo que dio en llamarse aislamiento social, preventivo y obligatorio.
Pero no hubo mucho tiempo para el lamento. “Decidimos reunirnos el mismo lunes con el área y dividirnos las tareas. Como es un Departamento chico y mis compañeros siempre tienen la mejor disposición no fue complejo. Usamos las computadoras del colegio y trabajamos en lo que sería para cada año una actividad".
Otras escuelas aprovecharon ese último día de contacto, el mismo lunes 16, para poner en marcha estrategias institucionales: "La Rectora llamó a reunión de Consejo Consultivo de emergencia y mientras tanto organizó al equipo de preceptores para que recabaran información de mails y teléfonos de contacto de todos los alumnos de la escuela".
Lo que a primera vista puede resultar una tarea sencilla, adquiere otra dimensión al saber que los chicos y las chicas que asisten a estos colegios viven realidades socioculturales y económicas muy diversas y muchas veces complejas "Fuimos descubriendo por ejemplo que nuestros estudiantes no solo no tenían acceso a conectividad o computadoras; sino que compartían con sus familias los celulares. Muchos de ellos deben esperar que la persona adulta regrese del trabajo (porque en los barrios muchos siguen yendo a cuidar personas mayores, limpiar, etc.) o bien que sus hermanos, primos en edad escolar hagan sus tareas", cuenta Marcela.
Pero los dispositivos tecnológicos no solo escasean en el alumnado. “Lamentablemente mi netbook del programa conectar igualdad que recibí en 2011 no funciona, ya que al tener teclas que no responden no se puede ni siquiera colocar el código de desbloqueo”, relata Marianela. Y Cecilia agrega: "Al principio sólo tenía el celular y por momentos señal 4G, pero luego pude acceder a una computadora y wi fi".
Para Liliana, que da clases de Química en adultos y en una técnica nocturna, las cosas son bastante complicadas, porque la falta del instrumental básico para impartir enseñanza a distancia se combina con las tareas que supone su condición de madre: "Tenemos una sola computadora que compartimos con mi marido, que trabaja desde casa, en un trabajo independiente.. Yo cuido a los chicos mientras él trabaja. A partir de las 6 de la tarde, los roles se invierten, es mi turno frente a la computadora. Aunque ya a esa hora arranco cansada".
Otro de los problemas fue y sigue siendo, la falta de formación específica en manejo de medios digitales. La realidad del colectivo docente es heterogénea. "Había hecho 2 postítulos virtuales después del profesorado, uno específicamente enfocado en Tecnologías de la información, de manera que no fue un problema", cuenta Nahuel.
Para otros en cambio, fue un escollo a vencer. Es el caso de Marianela, que nos dice que tuvo que aprender a usar las plataformas virtuales y el funcionamiento de las videoconferencias, aunque tenía conocimientos de edición de videos. También hay docentes para los que es un mundo totalmente nuevo, y lleva su tiempo dominarlo. Algunos recurrieron a sus hijos para que los ayuden en el manejo de las plataformas.
Muchas escuelas optaron por organizar aulas virtuales a través de la plataforma Classroom, otras lo hicieron a través de la plataforma Mi escuela, del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires . Otra modalidad es comunicarse con los alumnos a través de listas de correo electrónico y/o grupos de Whatsapp. Algunas escuelas envían tareas a través de Blogs institucionales.
Las estrategias son variadas, las experiencias de los docentes también. "Nunca creí que iba a agregar 100 contactos nuevos en mi celular en pocos días. Pero el whatsapp es lo que mejor funciona, personalizado, directo y rápido. Por eso es lo que más uso. El aula virtual por otro lado me organiza, en un único lugar podés tener a todos los alumnxs, enviar mensajes grupales, videos, trabajos y explicaciones generales, pero algunos se quedan afuera de esa modalidad. Por ello el whatsapp se vuelve lo más eficiente", aporta Julieta.
Nahuel, que da clases en la modalidad adultos y adolescentes, relata que ellos se organizaron a través del delegado del curso, que se encarga de hacer llegar al resto de los alumnos la tarea que envían los profesores.
Muchos profesores coinciden en señalar que, ante la necesidad de priorizar el contacto con los alumnos, brindaron sus números de teléfono personales: "Nos organizamos con otros docentes, preceptores, para estar en grupos de whatsapp y esas primeras semanas fueron una locura, dice Marcela. Y agrega que al principio los alumnos "nos escribían preguntando, con mucha vergüenza y angustia, a la hora que podían. Y fuimos respondiendo también de ese modo, sobrecargándonos también de trabajo".
La escuela ingresó a las casas de los docentes y alteró los ritmos de trabajo, especialmente en los inicios de la pandemia. Así lo rememora Marianela, docente de Educación Física e Inglés: "Las primeras semanas me costaba dormir. Me despertaba a las 4 am con una idea nueva o alterada por alguna tarea pendiente, la anotaba en mi celular e intentaba conciliar el sueño nuevamente. Frente a eso intenté destinar horarios y días determinados a cada escuela, a cada materia, a cada grupo...pero quedó en eso... ¡en la intención!".
Otros docentes, en cambio, buscaron poner un límite y trazar una frontera entre lo laboral y lo personal, negándose a compartir teléfonos con alumnos: "Claramente las horas de trabajo son muchísimas, y los mensajes, los trabajos de los estudiantes y sus consultas llegan a cualquier hora. El nivel de estrés y cansancio que esto produce es un tema que las supervisiones, el ministerio, y algunos cuerpos de conducción no terminan de comprender. Sería más que interesante encontrar, junto con nuestros sindicatos, una manera profesional e igualmente dedicada y amorosa de seguir construyendo escuela en este contexto, sin que esto afecte nuestra salud, nuestra vida familiar y privada, y nuestra necesidad de descanso", reflexiona Mariana.
La virtualidad, además, tiene sus propios límites: "Nos falta vernos a las caras para interpretar mejor los silencios o la falta de entregas de trabajos. Si hoy un alumno no responde los mensajes, no entrega o se atrasa, cuesta mucho entender qué le está pasando ¿Tiene mala conexión? ¿Tiene celu o compu? ¿Tiene dudas, sabe cómo consultarlas? ¿Sabe usar el mail o la plataforma virtual? ¿Tiene problemas en casa? ¿Están comiendo?", son algunas de las preocupaciones de Julieta.
¿Puede el contacto con la escuela y sus docentes convertirse en una oportunidad para disfrutar de cierta privacidad para aquellos chicos que viven en condiciones de hacinamiento?, se pregunta Silvia.
La comida de los chicos
Otro tema que preocupa a los docentes es el de las viandas escolaes que entrega el Gobierno de la CABA, cada 15 días. Se conoce poco, pero son los propios docentes y el personal auxiliar de las escuelas quienes se encargan de la entrega.
Y en este punto, la opinión es coincidente: las viandas son necesarias, pero insuficientes: "La leche es de primera calidad y es lo que más se reparte por alumno. Lo demás son algunos elementos para el desayuno, galletitas de agua (2 o 3 paquetes chiquitos) algunas vainillas, 10 saquitos de té o mate cocido, barritas de cereal y fruta. La cantidad es para el desayuno de una semana de una persona que no come mucho, por decirlo de alguna manera", cuenta Julieta.
Las cuadras de cola que se forman frente a las escuelas los días de entrega dan cuenta de la necesidad. Las numerosas quejas de alumnos y docentes dan cuenta de que el contenido de la vianda es insuficiente y no alcanza, como describe Julieta. Esto se agrava en las escuelas que no tienen doble turno.
Los docentes valoran, de todas maneras, el encuentro con los alumnos y/o con sus familias para la entrega de viandas: "El diálogo, por más corto que sea, es muy valioso. El otro día un alumno me dijo “prefiero levantarme todos los días a las 6 am para ir a la escuela que esta realidad, extraño todo”. Julieta agrega: “...los docentes también extrañamos todo, hasta los ruidos del recreo en los pasillos”.
Sin embargo, Cecilia, pone reparos: "No me parece correcto que seamos los docentes que tengamos que repartir las viandas...Es muy gratificante poder colaborar en ese aspecto, pero considero que es riesgosa la modalidad de entrega y no contamos con todas las medidas de prevención de contagio".
Muchos de los elementos de prevención fueron adquiridos por los propios docentes, en términos individuales o bien, a través de iniciativas solidarias de otros colectivos docentes. Tal es el caso de las mascarillas provistas por el proyecto llevado a cabo por un Comercial de la ciudad, que las fabrica con las impresoras 3D de varias escuelas.
La manera de evaluar
Recientemente, se generó una gran polémica por una Resolución del Ministerio de Educación de la Nación, que anuló las calificaciones numéricas para los alumnos durante el tiempo que dure la cuarentena.
En general, la medida es bien vista por los docentes, aunque en muchos casos critican la forma en que fue comunicada la decisión: “Muchos chicos se enteraron por los medios, que distorsionaron el espíritu de la medida, y no querían hacer la tarea, porque como no se iba a calificar, decían que no valía la pena. En nuestro caso, respondimos filmando un video institucional para toda nuestra comunidad educativa", cuenta Silvia. Otras escuelas se manejaron con notas explicativas, enfatizando en la relevancia de mantener el contacto con la escuela.
Marcela se refiere elogiosamente a la Resolución. Piensa que hubo un montón de aprendizajes, que van más allá de un contenido específico: "Un estudiante en un grupo de WA recomendando a sus compañeros una novela que le encantó, y sus compañeros sumándose al desafío de leer, y una de ellas celebrando que su celular podía abrirla".
Las historias sobre aprendizajes logrados por los chicos llenan de emoción a los docentes y se repiten en sus relatos. Alumnos que lograron entregar una tarea en el Classroom a partir de un tutorial y que después enseñan a sus compañeros cómo hacerlo. Alumnos que relatan a sus compañeros sin wifi de qué se trata un video que mandó el profesor y al que ellos sí pudieron acceder. Estas experiencias muestran que hay algo que se está generando entre los grupos de alumnos, del orden de la solidaridad y del trabajo colectivo, que no son fáciles de enseñar, que son más que el aprendizaje de un contenido. Es un saldo positivo, hay que decirlo, de la pandemia. A propósito, Marcela se pregunta: “¿Cómo calificamos todo eso? ¿En qué boletín de calificaciones entra?”.
Mariana lleva la reflexión más allá: "Si podemos plantearnos hoy no calificar a nuestras y nuestros estudiantes, ¿podríamos repensar todos nuestros criterios de evaluación?, ¿podríamos extender nuestra falta de certezas en este sentido, a los ámbitos presenciales ya conocidos?".
En definitiva, las vivencias y preocupaciones de los docentes expresan muchos de los dilemas que están poniendo en discusión importantes pedagogos. En estas circunsntancias, ¿la escuela debe aferrarse a seguir cumpliendo con el curriculum tradicional o más bien debe dirigir esfuerzos a enseñar saberes generales, más relacionados con capacidades para la vida en sociedad? ¿La actual discusión sobre la evaluación puede actualizar la práctica diaria en el aula presencial? "La clase en pantuflas” de Inés Dussel ya es un hecho, pero abre otra pregunta: ¿cómo delimitar espacios personales que garanticen la salud mental de los docentes?
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